(La Información) «Echo de menos a mis hijos Limar (9 años) y Gabriella (6 años) y pienso en que deben de tener hambre, sed y frío, pero intento explicarles que lucho para proteger su futuro», contó esta mujer robusta vestida con un traje militar.
Antes de ir al frente, Babilonia era peluquera. Fue su marido quien la animó a tomar las armas para «luchar contra la idea de que una mujer siriaca sólo vale para las tareas del hogar y el maquillaje», según sus propias palabras. Su marido también combate contra el EI en una Siria completamente devastada por la guerra desde 2011.
Babilonia forma parte de un batallón compuesto por decenas de mujeres sirias bautizado «las fuerzas de protección de las mujeres de Mesopotamia». Este nombre hace referencia a las regiones históricamente habitadas por esta minoría cristiana de Oriente, entre los ríos Tigris y Éufrates. Los sirios hablan y rezan en arameo. La mayoría es ortodoxa o jacobita y una minoría, católica, que se unió a Roma en el Siglo XVIII. Están presentes en Líbano, Siria, Irak e incluso en India.
El entrenamiento de la primera promoción del batallón de mujeres finalizó en agosto, en la ciudad de Al Qahatani (Tirbe Sipiyé en kurdo y Kabre Hyore en siriaco) en la provincia de Hasaka.
«Soy cristiana practicante y pensar en mis hijos me hace más fuerte y determinada en mi lucha contra Daesh (acrónimo árabe del EI)», explicó Babilonia con una mirada penetrante.
Lucia, de 18 años, abandonó sus estudios para luchar, como su hermana, en contra de la voluntad de su madre. La batalla de Al Hawl fue la primera batalla de Lucia, la primera también en la que las mujeres siriacas iban al frente junto a las Unidades Kurdas de Protección Femenina.
Esta joven estaba inscrita en una campaña de las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), que permitió la reconquista de decenas de ciudades y de granjas en manos de los yihadistas del EI, como la localidad de Al-Hawl, el 13 de noviembre.
Las FDS, que reagrupan combatientes kurdos, cristianos y árabes, fueron creadas hace dos meses para pelear contra los yihadistas en el noreste de Siria y reciben el apoyo de Washington en la región.
Ormia, de 18 años, también participó en la batalla de Al-Hawl. «Estaba aterrorizada por el ruido de los cañones, pero el miedo se disipó rápidamente. Me gustaría mucho estar en primera línea en la lucha contra los terroristas».
Las mujeres reciben entrenamientos militares, deportivos y académicos para resistir a la tensión de los combates y manejar las armas. El batallón formado recientemente no tiene mucha experiencia y sus responsabilidades militares se limitan principalmente a la protección de localidades y de regiones de mayoría cristiana en la provincia de Hasaka.
Siempre sonriente, Ithraa, de 18 años, afirmó que se enroló en estas fuerzas hace cuatro meses para defender la causa siriaca, «pues somos una comunidad oprimida por los demás».
Algunas combatientes mencionaban lo que está grabado en su memoria colectiva como la masacre de Seyfo–genocidio asirio–, perpetrada en 1915 por los otomanos contra decenas de miles de siriacos, asirios y caldeos, en el sureste de Turquía y el noroeste de Irán. «Queremos evitar que los yihadistas repitan una nueva masacre como la cometida por los otomanos cuando intentaron borrar nuestra identidad cristiana y siriaca».
Los siriacos representan en Siria el 15% del 1.200.000 de cristianos. Temen sufrir el mismo destino que los cristianos de Irak, víctimas de los abusos de grupos yihadistas