D. José Gutiérrez Mora: «El sacerdote no debe dejar nunca el deseo de ser santo»

«La Eucaristía ha sido el centro de toda mi vida»

D. José Gutiérrez Mora: «El sacerdote no debe dejar nunca el deseo de ser santo»

José Gutiérrez Mora es un sacerdote sevillano que ha dedicado su vida a servir a los demás, especialmente a los sacerdotes y seminaristas. Nació en 1930 en Bollullos de la Mitación y ha tenido un recorrido completo como pastor. En una entrevista publicada en la web de la archidiócesis de Sevilla, da un consejo a los sacerdotes jóvenes: «El sacerdote no debe dejar nunca el deseo de ser santo»

(SIC/Archidiócesis de Sevilla) 

¿Cómo ha sido su andadura como sacerdote?

El recorrido de mi vida sacerdotal ha sido muy variado. Coadjutor en Osuna durante dos años. Después 3 años en el Seminario Menor de Sanlúcar de Barrameda. A continuación me mandaron 12 años de director espiritual al Seminario Mayor de San Telmo. De allí fui 12 años párroco del Salvador. Me nombraron Vicario del Clero. Estando en la Vicaría me hicieron Párroco del Sagrario de la Catedral. Canónigo jubilado. Provicario General de la diócesis y Delegado del Clero.

Háblenos de su experiencia en estos años.

Como experiencia sacerdotal he vivido muy gozosamente mi vida. Siendo seminarista a los 17 años tuve una crisis fuerte, creyendo que yo no servía para sacerdote, y dudas que me empujaban a dejar el seminario. Una vez superada esa crisis mi vida sacerdotal –llevo 61 año de sacerdote- ha sido un gozo enorme, viviendo mi sacerdocio en plenitud. He procurado hacerlo y el Señor me ha ayudado a vivirlo. Mi ministerio fundamental ha sido el Seminario, los sacerdotes y la predicación. Rara es la Hermandad en la que no haya predicado. Ha sido para mí un ministerio muy profundo, serio y responsable. Y aquí estoy ya preparándome para cuando el Señor quiera llevarme.

Los mejores recuerdos…

Los recuerdos más importantes que tengo son los años dedicados a los sacerdotes y el Seminario. MI vida podría resumirla en un afán grande de ayudar a los sacerdotes y seminarista. Ha sido lo más importante de mi vida.

¿Qué cosas le gustaría hacer todavía?

Lo que me queda por hacer es continuar lo que he hecho hasta ahora. La edad no me permite muchas cosas. Ahora que estoy en la Casa Sacerdotal la idea que tengo, y me he propuesto cumplir, es rezar y orar mucho por los sacerdotes. Igual que en la vida activa he estado con ellos ayudando en todo lo que he podido, ahora mi ayuda a los sacerdotes es la oración, la mediación, pidiendo por sus necesidades, por los que actúan y trabajan en la pastoral y por los sacerdotes difuntos. Aquí continúo en vida pasiva, que al mismo tiempo es activa en el espíritu, la oración al servicio de la Iglesia y de todos los fieles y sacerdotes.

¿Cómo ha vivido la evolución de la Iglesia a lo largo de su vida?

A mí me ha cogido todo. El ante-concilio, concilio y post-concilio… He vivido siempre con la idea de que mi pertenencia era a la Iglesia. No era yo el que hacía sino la Iglesia la que me enviaba. Me he considerado siempre un miembro activo dentro de la misión de la Iglesia. Para mí ha sido importante el hecho de ser misionero y enviado, de continuar la misión evangélica de Jesús.

Desde su criterio ¿qué está necesitando la Iglesia o qué meta tiene que lograr a corto plazo?

Personalmente me agrada mucho la tarea pastoral del Papa Francisco. Me he identificado totalmente con él cuando dice que quiere una Iglesia pobre, que esté cerca del hombre, que no se encierre en sí misma, que se abra a todos y que la característica más importante de la Iglesia de hoy tendría que ser la Misericordia y la Evangelización, llevar la alegría del Evangelio a todos los hombres, descubrir esa profundidad que tiene el Evangelio, tan sencillo y tan profundo a la vez; hacer una Iglesia viva, alegre porque lleva en sí misma el gozo de Dios.

¿Cómo ha sido para Ud. el cambio de pasar de su casa a la Casa Sacerdotal?

Hace un año que vine a vivir a esta casa. Fue un poquito duro. Acostumbrado a hacer lo que mejor me parecía en casa, aquí estoy sometido a un horario; aunque después de pasar las primeras impresiones me encuentro muy bien aquí. Me siento muy feliz. Me gusta pensar que he venido a un monasterio. Siempre me ha gustado el silencio y el recogimiento de la vida monacal. Todos los años he pasado unos días en algún monasterio y para mí la idea de la Casa Sacerdotal, además de otros aspectos, la vivo como un monasterio al que Dios me ha traído para que, el tiempo que me quede de vida, lo dedique exclusivamente a Él.

¿Qué echa de menos en la Casa?

La convivencia con los sacerdotes. Casi todos somos mayores y estamos cansados de muchas cosas y parece como que estamos tendiendo a vivir una vida más personal, más silenciosa. Echo de menos esa convivencia que tal vez podríamos fomentar más. Tenemos contacto entre nosotros pero quizás sea poco.

¿Qué le ha dejado mejor sabor?

Muchos momentos. ¿Sabes lo que más gozo me ha dado en mi vida sacerdotal? Celebrar la Misa. La Eucaristía ha sido el centro de toda mi vida. Yo he intentado que cada Eucaristía fuera como la primera vez que celebro. Y parece que el Señor me ha ayudado mucho en esto porque siempre que la celebro es como si fuera la primera o la última.

¿Qué aconsejaría a los sacerdotes jóvenes?

El sacerdote no debe dejar nunca el deseo de ser santo. Porque si lo deseamos con seriedad llegaremos a algún grado de santidad; si no tenemos esa aspiración entonces no aprendemos nada. Se trata de vivir una profunda unión con Cristo y con los hombres, en el servicio de ellos. Les diría a los sacerdotes jóvenes que la vida espiritual no puede dejarse de ninguna forma; el sacerdote que no haga oración vive una vida superficial. La oración va unida a ese deseo de santidad. Y después poner un amor grande en el servicio a los hermanos y así servir al Señor y a la Iglesia.

 

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10 comentarios

Maikel
Ah¡ pero todavía quedan curas de estos ?.
Con Jesucristo
30/11/15 7:57 PM
susi
Una vida plena, con sentido, llena de Dios. QUe Él lo bendiga.
30/11/15 8:44 PM
anscelo
Muchos curas y religiosos "hijos del Concilio" dejaron de rezar, anteponiendo la acción a la oración. Sin oración no puede haber acción, y cuando la hay es muy perecedera esa acción. Ni falta que hace que recuerde tantos ejemplos de teologías, ideologías y experimentos durante estos últimos 50 años de post Concilio, y sus resultados.

Primero es la oración y la mortificación, para ir a la acción, y rápidamente volver a la oración. Si no es así entra la inmundicia del mundo.
30/11/15 9:31 PM
no me digas
que bonito sacerdote; su vida es bonita y sencilla: que bonita alma, que bonito!
1/12/15 1:56 AM
Carmen
Parece que D. José es del mismo pensamiento que el venerable D. José Rivera, cuánto bien hacen han hecho este tipo de sacerdotes. Dios no bendiga haciendo comprender a los nuevos sacerdotes que sin oración y mortificación la acción es nula.
1/12/15 9:41 AM
maruja
leo los comentarios y me sorprendo de que pronto estamos para juzgar, ¿Estamos a caso dentro de cda saderdote ? Creo que se
ría más saludable mirarno a nosotros primero y mejor todavia, no judgar. Cada uno de nosotros seremos llamados un día a dar cuenta de nuestra vida, no la del otro, por tanto no nos ocupemos del hermano, mas bien recemos de verdad para todos juntos alcanzar la santidad que Dios a cada uno pide.
1/12/15 11:28 AM
Carmen
Maruja, que cansinos sois algunos/as con eso de juzgar, siempre la misma retahila, es de un simplismo que da pena. Acaso no podemos alegrarnos de los buenos sacerdotes y lamentarnos por los malos. No olvide que la corrección fraterna es mandato divino. Le invito a que lea Mateo 18, 15-17.
1/12/15 1:23 PM
pepejeans
Gracias D. Jose por lo que dejo sembrado en mi pueblo, Osuna, en aquellos años en la parroquia de la Victoria. Muchos de nosotros seguimos en la Iglesia, que no es poco con los tiempos que corren.
Gracias Don José; rece por nosotros
1/12/15 3:33 PM
Gregory
Si muchos sacerdotes dejaron de orar por ser hijos del Concilio no es más que una brutal y vulgar excusa, para justificar la negligencia que les corroe. En ninguna parte el Concilio contrapone la oración a la vida sacerdotal.
1/12/15 5:19 PM
Jesus Pereira
Pues eso. Estuve por cuatro años, en los setenta, en un seminario menor. Me creía sinceramente vocacionado. Durante la semana, Misa día sí día no, nunca estudiábamos el catecismo, nada de historia de la Iglesia, y no me acuerdo jamás de oír hablar de santidad, que estábamos llamados antes de todo a ser santos.
De siete de mi clase, todos salieron mucho antes de llegar a universidad; uno se fue a los franciscanos por su simpatía a TL y no sé si llegó al sacerdocio.

No creo que hoy en los seminarios las cosas sean muy diferentes.

Dános, Señor, muchos y santos sacerdotes.
1/12/15 5:28 PM

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