(Aica) «Saber compartir es una virtud preciosa», afirmó. «Su símbolo, su ‘icono’ es la familia reunida alrededor de la mesa doméstica». Además, aseguró que «la convivencia es un termómetro seguro para medir la salud de las relaciones familiares: si en una familia hay algo que no funciona, o cualquier herida escondida, en la mesa se entiende rápido».
«Los cristianos tenemos una especial vocación a la compartir la mesa. Jesús no desdeñaba comer con sus amigos. Y representaba el Reino de Dios como un banquete alegre. Fue también en el contexto de una cena donde entregó a los discípulos su testamento espiritual, e instituyó la Eucaristía», puntualizó.
«Y es precisamente en la celebración Eucarística donde la familia, inspirándose en su propia experiencia, se abre a la gracia de una convivencia universal y a una fraternidad sin fronteras, según el corazón de Cristo, que entrega su Cuerpo y derrama su Sangre por la salvación de todos», agregó ante la multitud que participó de la audiencia general.
El Santo Padre llamó a rezar «para que cada familia participando en la Eucaristía, se abra al amor de Dios y del prójimo, especialmente para con quienes carecen de pan y de afecto».
«Que el próximo Jubileo de la Misericordia nos haga ver la belleza del compartir», concluyó