(En Perspectiva) Entrevista de Emiliano Coteo al cardenal Sturla:
Empecemos por lo más básico. ¿Qué es un sínodo de obispos?
Es una reunión de obispos. Se hace en muchas iglesias del Oriente cristiano y en la Iglesia latina; en la Iglesia católica se restauró hace 50 años. Era algo que se hacía antiguamente, después se dejó de hacer porque se suplía por el concilio, que es la reunión de todos los obispos del mundo, algo que hoy es casi impensable, ya en el Vaticano II eran 3.000 y hoy serían muchos más. El papa Pablo VI, hace precisamente 50 años, restauró el sínodo, que es una reunión de obispos cada cuatro años para tratar un tema que el papa determina a partir de una consulta a la Iglesia universal.
¿Cómo se elige a los obispos que participan, ya que no son todos?
Cuando es sínodo ordinario, como era este caso, cada conferencia episcopal –reunión de obispos de un país– elige un obispo o más, de acuerdo al número de obispos que integran la conferencia. Después el papa puede nombrar un número de obispos que él determina para integrar también el sínodo.
¿Qué efectos tienen las conclusiones a las que se llega en un sínodo?
Las conclusiones del sínodo se presentan al papa, que después determina qué hace con ellas.
El sínodo es consultivo.
Exacto, es totalmente consultivo, la Iglesia en ese sentido es muy vertical. En cuanto a lo que viene después, ha habido dos modalidades: el papa publica el documento del sínodo como documento final, o, como ha hecho desde el tercer, cuarto sínodo hasta este, que era el decimocuarto, el papa retoma las conclusiones del sínodo y publica un documento que se suele llamar Exhortación apostólica.
En este caso, ¿por qué el tema era la familia?
Fue una elección del papa Francisco. Es uno de los temas preocupantes la vocación de la familia en el mundo de hoy, dados los cambios antropológicos, culturales que se han dado en estos tiempos en el mundo entero, más allá de que cuando uno va al sínodo se percata de que la diversidad de situaciones es muy grande en el mundo pero también hay cosas muy comunes. Entonces la familia, base de la Iglesia y base de la sociedad, está muy afectada por los cambios que ha habido últimamente.
En realidad ese era el segundo sínodo sobre la familia.
Este fue un caso muy especial, fue una modalidad nueva que Francisco impuso. Porque el sínodo cada cuatro años, el ordinario, es este que se realizó este año, pero el papa convocó el año pasado a una primera parte del sínodo, que se llamó asamblea extraordinaria. Ahí fueron los presidentes de las conferencias episcopales de cada país y se trató el mismo tema, la situación de las familias. En esta segunda parte, pero con otros integrantes, porque algunos se repetían pero muchos éramos nuevos, el sínodo discutió, a partir del documento de la visión de la realidad, qué vemos de esta realidad, si avalamos lo que dijo el sínodo anterior y qué propuestas pastorales hacemos para la Iglesia y para el mundo.
Hay una crítica que suele escucharse cuando la Iglesia fija posición sobre cómo deben comportarse las familias o los matrimonios. Quienes no son católicos, pero incluso algunos católicos, cuestionan que un grupo de sacerdotes y obispos, que no pueden casarse y por lo tanto no han formado una familia propia, den directivas en esta materia. ¿Qué responde usted? ¿Qué responde la Iglesia a una objeción como esta?
En parte tienen razón, hay una parte que obviamente hay que escuchar cuando la gente dice eso, que es razonable que lo piense. Y en parte también hay que tener dos cosas en cuenta: una, que uno no nace de un repollo, uno viene de una familia, y otra, que un pastor, un sacerdote, un obispo que está metido en medio de la problemática de la gente vaya si sabe, conoce, entiende de temas familiares aunque no haya formado su propia familia.
Además puede sostenerse esta otra crítica: que la visión femenina de la familia y del matrimonio no está incluida.
Sí, también es de recibo. Por otro lado, en el sínodo había una cantidad de matrimonios, porque además de los 270 padres sinodales, había fácilmente 15 matrimonios, y además había expertos, entre los cuales también había matrimonios, algún religioso y religiosa también.
¿Qué papel juegan esos otros integrantes del sínodo? No votan.
No votan. Pero es un papel muy importante sobre todo en la forma de trabajo en este sínodo en los círculos menores. Este sínodo tuvo una serie de características que el papa Francisco le imprimió. Los círculos menores existían en los sínodos anteriores, son como las comisiones, y en este caso eran por idioma, por los cinco idiomas más hablados. En los círculos menores era donde se «cocinaba» la temática y donde se discutía –porque en la asamblea general es muy difícil discutir– y allí los matrimonios tenían su voz y una voz muy escuchada. En el círculo menor que integré, que era italiano, porque me tocó, había dos matrimonios, uno muy especial, de misioneros italianos que viven en Holanda, que tienen 12 hijos –el más chiquito, David, era un bebito de 3 meses que participaba allí–, y un matrimonio italiano ya más moderno, aunque eran mayores que el matrimonio anterior. Ambos matrimonios participaron activamente en las discusiones en el círculo menor.
¿Cómo define la Iglesia católica a una familia?
Familia es la familia integrada por varón, mujer y abierta a la vida, por lo tanto con hijos. Ese es el modelo de familia cristiana, unida en un matrimonio que es único e indisoluble, y si son cristianos católicos que tengan la celebración del sacramento. Obviamente ese es el modelo de familia, y después lo que la Iglesia entiende y atiende y que el papa Francisco subraya muchísimo es que hoy por hoy todas las situaciones diversas de personas que viven otras realidades personales y familiares puedan sentirse también dentro de la Iglesia. No se cambia la doctrina de la Iglesia, lo que hay es un cambio –que tampoco lo crea Francisco, ya estaba presente antes, pero que Francisco acentúa– que es la atención pastoral cordial, es decir de corazón, a todas las situaciones personales y familiares que existen y que no responden muchas de ellas al ideal de la familia cristiana.
¿Se está recorriendo un proceso de flexibilización?
Se podría decir que sí en lo que tiene que ver con la atención pastoral, que, reitero, no es una cosa que inventa Francisco, primero porque viene del Evangelio, segundo porque Juan Pablo II ya había dado un paso muy importante en eso en el año 84 en un documento sobre la familia. Francisco lo subraya, y aparte tiene una capacidad de comunicación muy grande y una capacidad de gestos muy concretos que señalan con claridad el rumbo que quiere imprimirle a la Iglesia en cuanto cercanía con toda situación humana y apertura a toda situación humana tal como es. Los invitamos, abrimos las puertas, vamos. Esa es la idea, pero obviamente no cambia el sentido tradicional que tiene el matrimonio cristiano, en su unidad, indisolubilidad, el ser varón y mujer.
Para que la Iglesia considere como familia la relación estable entre un hombre y una mujer, ¿debe necesariamente haber un casamiento religioso?
Claro que no. Primero, acá hay una cuestión que la Iglesia tiene en su doctrina, que es que para la Iglesia todo matrimonio entre hombre y mujer abierto a la vida y con perspectiva de continuidad, aun cuando no sea entre cristianos, es de por sí un matrimonio y es indisoluble. La teología nos dice que Jesucristo elevó a la categoría de sacramento una realidad ya natural, desde el principio de la creación existió la pareja hombre y mujer, la vida de familia, el deseo de tener hijos, el deseo de multiplicarse. A esta realidad humana natural Jesucristo le dio el carácter sacramental. Entonces entre no creyentes que estén casados, que tengan esta perspectiva, desde el punto de vista cristiano se considera que es un matrimonio válido y que es una familia con todas las de la ley, aunque no tenga la bendición sacramental. Otra cosa es entre bautizados cristianos.
Y entre bautizados cristianos, ¿qué pasa con aquellos que mantienen relaciones estables pero no quieren casarse?
Lo que uno pretende en general es que las realidades se acerquen más a lo que se considera ideal en la perspectiva de cada uno. Entonces si para la Iglesia la perspectiva más auténtica, que da felicidad al corazón del hombre, que hace progresar a una familia y a una sociedad, es el matrimonio estable, indisoluble, varón-mujer, con hijos, aquello que más acerque, bendito sea Dios. Una cosa es la persona que vive «picoteando» en diversas relaciones inestables, dejando hijos por aquí y por allá, como ha pasado y en nuestra sociedad pasaba, sobre todo pensemos antiguamente en la campaña, y otra cosa es una pareja que, aun sin estar consagrada por el sacramento del matrimonio, siendo bautizados, deciden vivir juntos y tienen una convivencia estable. Hay una realidad que está presente, que siempre ha estado presente y que en la sociedad de hoy está más presente que antes y que la Iglesia atiende, le abre sus puertas, pero no deja de señalar cuál es el rumbo que considera el más adecuado.
En el documento final del sínodo se habla de «la responsabilidad generativa»: «el Creador ha hecho partícipe al hombre y a la mujer de la obra de su creación, confiándoles el futuro de la humanidad a través de la transmisión de la vida humana». ¿Qué pasa con los matrimonios casados por la Iglesia que no pueden concebir naturalmente?
Acá hay todo un tema importante. La Iglesia sostiene de fondo que el hijo es un don, pero no es un derecho de los padres. Quiere decir que no todo elemento que hace que venga un chico al mundo tiene por qué ser moralmente lícito.
Está aludiendo a los métodos de fecundación asistida, por ejemplo.
Exacto, en los que también hay una diversidad de grados de moralidad para la Iglesia.
¿La Iglesia católica rechaza la fecundación asistida?
No, rechaza algunos de los elementos de la fecundación asistida. Por ejemplo, la manipulación de gametos, porque ahí hay todo un tema de cuándo comienza la vida y si esa unión de óvulo y espermatozoide en un laboratorio ya es un ser humano. Entonces qué pasa con los gametos que se desechan, qué pasa con esos embriones. Hay una serie de elementos que cuestiona, que tienen una dudosa moralidad o que directamente la Iglesia rechaza, como por ejemplo lo que pasa con los embriones humanos que son desechados, que son vida humana que es desechada.
Nota de InfoCatólica: sobre esta cuestión, la doctrina completa del Magisterio está recogida en la Instrucción Donum vitae
De todos modos, esa es una práctica que se ha ido extendiendo, incluso entre católicos. ¿Entonces? ¿Dónde está el límite? ¿Qué les dice la Iglesia católica a sus seguidores?
La Iglesia está llamada a iluminar las conciencias de los fieles, pero obviamente hay un elemento –que el sínodo ha subrayado– que es el tema evidente de lo sagrado de la conciencia individual, ahí donde cada ser humano en lo más íntimo de sí mismo dialoga consigo mismo y con el Creador. Porque la Iglesia entiende desde siempre que en lo más íntimo de la conciencia el hombre se encuentra con Dios. Y ahí hay algo que es absolutamente intransferible. Obviamente la Iglesia ilumina a partir de la palabra de Dios la conciencia de los fieles, pero después cada uno actúa en su conciencia. Ojalá sea una conciencia formada, iluminada y que tome decisiones con libertad y buscando lo mejor.
Uno de los temas que fueron más discutidos en el sínodo y sobre el cual había mayor expectativa fue el de los divorciados, o, más precisamente, los bautizados que se casaron por la iglesia y luego se divorciaron civilmente pero quieren seguir formando parte de la comunidad religiosa.
Como usted dijo, el matrimonio religioso es indisoluble. Una vez que un católico contrae matrimonio, no podrá volver a casarse con otra persona. La única excepción, por supuesto, es que su pareja fallezca.
Exacto. Se considera que esto es una realidad natural, o sea que un matrimonio entre no cristianos pero que tiene esas características del matrimonio cristiano también es indisoluble naturalmente. O sea que el hombre y la mujer están llamados a crear una comunión de vida que es hasta que la muerte los separe, como se dice.
Ese punto es clave en los debates que se dieron, el documento le dedica varios puntos a la situación de los divorciados. ¿Por qué? ¿Por qué era este un tema tan «espinoso»?
Primero, porque justamente, sabemos –la realidad así lo marca– que hay muchísimas personas que se divorcian y se vuelven a casar. Y ahí hay que hacer una distinción interesante: está la pareja que se disuelve, que se divorcia y alguno de ellos permanece sin casarse y están las personas que se vuelven a casar. Un bautizado católico que se divorcia integra la Iglesia y puede recibir la comunión sin problemas. ¿Qué pasa con los divorciados vueltos a casar?
¿Qué pasaba hasta ahora?
Hay dos momentos. Uno es hasta el año 84, hasta ahí había una concepción de que el cristiano divorciado vuelto a casar estaba medio fuera de la Iglesia porque vivía en una situación de pecado, en una situación irregular, etc. En el año 84, el papa Juan Pablo II da un enorme paso adelante en una exhortación sobre la familia a raíz de un sínodo en la que dice: «los divorciados vueltos a casar son parte de la Iglesia, tienen que sentirse parte de la Iglesia y tienen que participar de la vida y de la oración de la Iglesia», aunque se mantiene la prohibición para ellos de recibir la comunión porque están en una situación irregular. Ese es el resumen del tema.
Este sínodo retoma el tema, porque el papa Francisco así lo planteó, porque se entiende que hay una cantidad de situaciones diversas que es muy fácil meter dentro de la misma bolsa.
En particular, había una presión fuerte de las iglesias latinoamericanas para que este tema se debatiera.
Sí, pero también por ejemplo la Iglesia alemana hacía mucha fuerza en este sentido. Entonces el tema que se volvió de algún modo el best-seller era el tema de la comunión de los divorciados vueltos a casar.
O sea, si los divorciados vueltos a casar pueden comulgar.
Exacto. Hasta ahora está prohibido en la Iglesia. Esto se discutió fuertemente, porque dicho así puede parecer algo…, pero cuando uno lo mira desde el punto de vista de la doctrina, de la indisolubilidad del matrimonio, es un tema complejo, arduo. Yo estuve en un grupo en el que había gente muy valiosa –en el grupo italiano del círculo menor– y realmente uno escuchaba argumentos muy sólidos, fundados en la doctrina, en un sentido y en el otro.
Termina primando la inspiración misericordiosa del papa Francisco que dice «atendamos cada caso en particular». Es decir que hay que tratar de ver en cada situación los motivos por los que se dio el divorcio anterior, los motivos por los que las personas siguen adelante, y ahí se hace una distinción, que es un poquito compleja, entre el fuero externo, lo que se ve de la conducta moral de las personas, y el fuero interno, lo que la persona en su conciencia entiende que ha vivido y por lo tanto entiende que está en una situación sí o no de pecado. Obviamente la persona está invitada a vivirlo, a compartirlo con un confesor, con un sacerdote prudente que le pueda aconsejar qué hacer, si comulgar o no.
El obispo de cada comunidad es quien resuelve.
En definitiva eso queda al obispo.
¿Algunos ejemplos para que se entienda en qué antecedentes se va a basar ese obispo para tomar una u otra decisión?
Creo que el punto tal como quedó no es totalmente claro, lo que es una pena, y entiendo que el papa Francisco va a tener que hacer una aclaración.
Falta la «reglamentación», en términos de la vida política o de gobierno, tenemos la ley pero falta la reglamentación.
Yo diría exactamente eso, porque si no, se puede prestar a cosas muy diversas de acuerdo a lo que cada uno entiende de ese artículo. Espero que el papa Francisco retome el tema y dé una normativa clara, porque los cristianos católicos que quieren ser fieles a lo que la Iglesia enseña tienen derecho a tener claridad. Y yo entiendo que este párrafo abre la puerta, pero no es lo suficientemente claro y entiendo que el papa debe dar un poquito más de claridad a los obispos.
¿Puede citar un ejemplo en el que el obispo llegaría a la conclusión de que ese católico divorciado y vuelto a casar no puede comulgar?
Tiene que ver con la validez del matrimonio anterior, con que si es culpable o inocente de la ruptura anterior. Hay muchos elementos que tienen que ver con la conciencia.
Qué actitud tuvo con su expareja, qué actitud tuvo con los hijos.
Exacto, eso es algo de lo que está señalado.
Este tipo de factores están comentados, ¿no?
Sí, sí; cómo es la relación que mantiene hoy con su expareja. Una cosa es no nos importa cada uno, seguimos peleados, hablamos mal uno del otro con nuestros hijos. La Iglesia ha subrayado en el documento en varios aspectos el cuidado de los hijos ante situaciones difíciles que vive el matrimonio.
Supongamos un caso extremo: un divorcio que se haya producido porque de por medio había violencia doméstica.
Una cosa es el inocente y otra cosa es el culpable. Hay que ver esto en la perspectiva más global, existe la nulidad matrimonial que la Iglesia tramita. Antes del sínodo el papa Francisco promulgó un documento, un decreto, por el cual se habilitan nuevas posibilidades de nulidad matrimonial, además de disponer la gratuidad de los procedimientos de nulidad matrimonial que se tramitan ante el obispado o arzobispado de cada diócesis, y en algunos casos evidentes el obispo puede tomar una decisión por sí sin que haya un proceso. Obviamente escuchando a las partes y teniendo la posibilidad de recurrir, pero el obispo puede tomar una decisión. Porque hay casos evidentes, lamentablemente, en los que bastaría hablar con el obispo, presentar los hechos objetivamente para que el obispo pueda tomar una decisión por sí.
¿Y un ejemplo en el que sí se podría habilitar la comunión?
Pasa, he recibido más de una vez en mi vida sacerdotal personas que han venido a hablar conmigo en mi vida sacerdotal, como una señora cuyo esposo era divorciado y por lo tanto con ella solamente se pudo casar por civil. El matrimonio de su esposo había sido un matrimonio siendo muy joven, que había durado un año, dos años, y el nuevo matrimonio con ella, que era el único de ella, llevaba 30 años. Obviamente en ese caso donde obviamente hay una validez de ese segundo matrimonio que tendría que primar. El tema es que si hacemos las cosas en serio tendría que haber un camino para ver si el primer matrimonio fue nulo o no, y en el caso de que no hubiera posibilidad de declararlo nulo por distintas razones, que el obispo o un sacerdote con alguna normativa clara pueda decir «a partir de ahora, analizando el caso, escuchando –obviamente hay cosas que hay que escuchar de ambos–, puede volver a recibir los sacramentos de la reconciliación», o sea de la confesión y de la comunión.
Analistas y periodistas cercanos al Vaticano consideran que esos resultados en el capítulo divorciados implican una «pequeña victoria» de Francisco por sobre sectores más conservadores de la Iglesia que, entre otras cosas, se oponen a que se genere cualquier apertura hacia los divorciados. ¿Usted está de acuerdo con esa lectura?
Estoy de acuerdo en la medida en que las cosas se vean más eclesialmente. No es una iglesia –el papa lo subrayó– con una especie de partidos políticos que pujan por el poder y buscan sacar su rédito, sino que unos y otros –y eso para mí quedó clarísimo, sobre todo en los círculos menores, donde se discutía abiertamente y con profundidad– buscan la fidelidad a Cristo y al Evangelio. Hay distintas visiones, distintas acentuaciones, distintas sensibilidades; para mí quedó clarísimo también que hay vivencias distintas en los distintos continentes, sensibilidades diversas. Desde allí uno puede decir que la sensibilidad que de algún modo encarna el papa Francisco, que es distinto de cualquier teólogo o cualquier obispo, porque el papa es el único que puede hablar en nombre de toda la Iglesia, ha «ganado» o ha dado pasos en este camino de acercar la Iglesia a las personas, de subrayar la misericordia del Evangelio.
Casualmente estos puntos que estamos comentando fueron aprobados de manera muy ajustada; sobrepasaron apenas la mayoría de dos tercios que se requería, 177 votos en este caso.
Sí; ya los dos tercios es un número muy importante, es una mayoría muy cualificada, pero sin duda que el papa sabe entonces que un tercio de los obispos que allí estaban representados no veían estos cambios. Es importante para la Iglesia tener conciencia de que hay un grupo grande de gente que tiene sus dudas sobre estas aperturas y por lo tanto invitar a algo que creo que la Iglesia a lo largo de 2.000 años ha tenido suficientemente, que es la prudencia en los pasos que da. Prudencia que obviamente tiene que ser evangélica, no puede ser la prudencia de me conviene, no me conviene, sino la prudencia de quien sabe que toca elementos fundamentales de la vida humana, de la persona humana, de las realidades humanas más profundas y por lo tanto que no hay que hacer cosas alocadas, sino tratar de acompañar la realidad humana en su complejidad.
Otro tema sensible. Pocos días antes de que los obispos comenzaran a reunirse, estalló una nueva polémica dentro de la Iglesia: un sacerdote polaco que ocupaba un cargo relevante en el Vaticano reveló su homosexualidad e informó además que ya estaba viviendo con su pareja en Barcelona, España. Después de que se conoció la noticia, se especuló con que el sínodo trataría el tema de la homosexualidad con mayor profundidad. Sin embargo, en el documento de 94 puntos, solo se le dedica uno.
Sí. Unos decían que el tema no tenía por qué entrar, que no hace a la esencia de lo que estábamos tratando, que era la vocación y misión de la familia. Se trató solo desde la perspectiva de la familia en la que hay un miembro que es homosexual o tiene orientación homosexual, cómo ayudar a esa familia, por supuesto en el respeto más absoluto de la persona que tiene esa orientación sexual. No era el tema del sínodo.
Creo que la actitud de ese sacerdote es una actitud negativa porque ante todo y más allá de su orientación está la fidelidad a lo que él prometió. Él prometió el celibato, que nadie se impone, sino que la persona lo elige junto con el camino vocacional sacerdotal. O sea que el hecho de presentar su pareja, de hacerlo públicamente y antes de un sínodo que va a tratar el tema de la familia obviamente procuraba tener un efecto mediático como el que tuvo y que poco bien le hace a la Iglesia, que se supone que es la institución que lo ha criado, educado y a la que él quiere o al menos debería fidelidad.
Dijo cosas muy duras en su intervención pública este sacerdote polaco. Calificó a la Iglesia «hipócrita, petrificada en sus doctrinas inhumanas, sin misericordia ni caridad […] una Iglesia que solo sabe perseguir y destruir la vida de millones de gays que son personas espirituales».
Es la opinión de ese sacerdote. Hay temas en los que la humanidad ha avanzado en la comprensión o ha avanzado cierta conciencia en Occidente a raíz de una serie de situaciones pero que en otros países no aparecen como una realidad fuerte. Lo digo con un ejemplo más concreto para ser más claro. Para los africanos este tema es absolutamente tabú, los obispos africanos que estaban en el sínodo se negaban rotundamente a que el tema homosexualidad fuera incluido. E incluso para otros no de África sino de Medio Oriente, que están en un contexto musulmán, de mayoría musulmana, que el tema estuviera incluido era un problema, y así lo manifestaban, por la sensibilidad que hay sobre estos temas en el mundo musulmán. Es un tema muy ligado a la Iglesia del mundo occidental.
De todos modos, en el planteo que hacía este sacerdote estaba el cuestionamiento a cómo la Iglesia maneja al individuo homosexual, sino incluso a las parejas homosexuales. Presentaba a su pareja y de algún modo lo que estaba diciendo era «esto es una familia».
La Iglesia dice que no, con el respeto a las personas. Volvemos al tema: una cosa es el respeto a cada persona en su individualidad y a lo que la persona vive, es, etc., y otra cosa es que la Iglesia avale todas las conductas morales de las personas. La Iglesia tiene una propuesta de familia, de la que ya hemos hablado, y puede entender, comprender, acompañar, acoger en su seno personas de orientación homosexual o incluso parejas. Pero una cosa es eso y otra cosa es bendecir un tipo de unión que la Iglesia entiende que no es el que está en el plan del Creador.
En el mensaje que Francisco dirigió al final del sínodo hay varios párrafos significativos, pero me llamó la atención este: «La experiencia del sínodo también nos ha hecho comprender mejor que los verdaderos defensores de la doctrina no son los que defienden la letra sino el espíritu, no las ideas sino el hombre, no las fórmulas sino la gratuidad del amor del Dios y de su perdón». Hay un mensaje hacia dentro muy fuerte.
Sí, yo entiendo que fue un mensaje muy fuerte al final de las votaciones que se habían hecho. Francisco ahí expresa un sentir muy profundo pero que también es un mensaje para aquellos que tienen una concepción de que la defensa de la doctrina tiene que ver más con mantener determinados esquemas mentales que no son el fondo, el corazón del Evangelio. Francisco de algún modo dice eso: hay que ir al corazón del Evangelio, donde lo que destaca en Jesús es la compasión por la situación humana, sea esta como sea. Es el encuentro de Jesús con la adúltera; el encuentro de Jesús con Saqueo, el publicano que había estafado a una cantidad. Es el encuentro de Jesús con la mujer que llora a sus pies, Jesús con la samaritana. Jesús en todo momento manifiesta esa compasión, «el dolor del otro es mi dolor y yo pongo el hombre, la persona humana, antes que toda otra situación». Eso es lo que el papa subraya en este párrafo, que en el contexto en el que fue dicho tuvo su dureza.
Tuvo su dureza porque estaba aludiendo a posiciones muy duras, muy cerradas, «ultras» podríamos decir.
Sí, y que el papa de algún modo está diciendo: defensores de la doctrina, el corazón de la doctrina del evangelio es la compasión. De algún modo ese es el mensaje que el papa dice en ese último discurso.
Este fin de semana la Arquidiócesis de Montevideo organiza una actividad llamada Atrio de los gentiles, diálogo sobre libertad y construcción de la sociedad. ¿Qué es?
El origen de esto es que en el templo de Jerusalén había distintos grandes patios, y el primero, que era llamado atrio de los gentiles o patio de los gentiles, era donde entraban todas las personas, los judíos y los gentiles, que eran los no judíos. Ahí se dialogaba, se compraba, se vendía, se charlaba, se discutía. Después seguían el patio de las mujeres, el patio de Israel, el patio de los sacerdotes; ahí ya no podían entrar los gentiles. Entonces atrio de los gentiles es un nombre que quiso poner Benedicto XVI a estos encuentros que se han realizado en distintas ciudades del mundo en los que la Iglesia católica invita a un diálogo entre creyentes y no creyentes sobre algunos temas fundamentales, en los que nos podemos encontrar unos y otros, dialogar, conocernos y compartir nuestras miradas diversas.
¿Por qué se ha vuelto a organizar este tipo de intercambios? ¿Qué quieren decir en los años en los que nos encontramos?
La Iglesia sale a dialogar con las personas con las que comparte la sociedad. En la sociedad plural en la que vivimos hay distintas visiones sobre el hombre, sobre la libertad, sobre la construcción de la sociedad, y es bueno que cristianos y no cristianos, creyentes y no creyentes, compartamos las distintas visiones. Es una apuesta a crecer en el diálogo en una sociedad.
Son dos jornadas, viernes y sábado, en el Salón Azul de la Intendencia de Montevideo, con varias mesas. Algunos de los nombres que van a participar llaman la atención. ¿Cuáles destaca usted, por ejemplo?
El primer panel, que es el viernes, se titula La laicidad como elemento clave de la sociedad uruguaya. Van a estar el doctor Sanguinetti, el doctor De Posadas, la historiadora Ana Ribeiro, el profesor Gerardo Caetano, el padre Julio Fernández Techera, y la moderadora va a ser la asistente social Cecilia Zaffaroni. Va a ser sin duda muy polentoso panel.
En alguno me toca participar a mí el sábado, en la mesa Libertad de expresión y construcción de una cultura de respeto. ¿Por qué se eligió ese tema? ¿Y por qué se eligió el otro, Libertad de educación y construcción de una sociedad plural?
El tema que recorre todo es la libertad. En el Uruguay el tema de la libertad es un tema que nos toca profundamente, no solo porque lo decimos varias veces en el himno, sino porque de algún modo la libertad es una de las claves de identidad del uruguayo, de lo cual yo al menos como uruguayo me siento orgulloso. Entonces el tema de la libertad es muy importante también en la conciencia cristiana y es un elemento clave en nuestra sociedad. Se eligió este tema en distintas facetas, en la libertad de expresión, en la libertad que supone la laicidad, en la libertad y construcción de la sociedad en la que vivimos.
Son actividades abiertas al público.
Son actividades abiertas al público, en el Salón Azul de la Intendencia de Montevideo, justamente junto al atrio de la ciudad, que es como se llama el atrio de la Intendencia; de algún modo también eso tiene una carga simbólica muy importante. Va a haber también un acto en la Universidad Católica en el que el cardenal Ravasi va a tener una exposición el viernes de tardecita. Y va a haber algunos actos artísticos, uno muy juvenil, en el que va a estar Landriscina, y va a haber otros personajes el viernes de noche en Movie y el sábado de noche en la Sala Zitarrosa.
Vídeo de la entrevista