(Crux/John L. Allen Jr./InfoCatólica) Ahora, con 82 años (cumple 83 el 1 de noviembre), Arinze encarna muchas de las cualidades típicamente asociadas con el Catolicismo Africano.
Tiene una risa contagiosa y una sonrisa que podría alumbrar a todo un bloque de edificios, con un humor y una propensión a no tomarse a sí mismo demasiado en serio. Al mismo tiempo, es inflexible en la defensa de la ortodoxia Católica, sin pelos en la lengua y sin dejarse intimidar por las convenciones de la corrección política.
Arinze, por ejemplo, con el objetivo de abordar el problema surgido por permitir recibir la Comunión a los católicos que se divorcian y se vuelven a casar civilmente, a pesar del hecho de que la Iglesia considera que sus primeros matrimonios siguen siendo válidos, dijo:
«¡Tú no resuelves un dolor de cabeza cortándola!»
O sobre por qué occidente debería dejar de intentar que África adopte medidas de control de la población como una condición de ayuda al desarrollo, dijo:
«Los países ricos pueden tener más dinero, pero no deberían convertirse ellos mismos en profesores de teología moral sólo porque otros países son pobres».
Técnicamente, Arinze está fuera del juego desde que dejó de tener un puesto en el Vaticano y por lo tanto no participa en el Sínodo de los Obispos sobre la familia.
En realidad, este hombre sigue siendo el punto de referencia de sus compañeros prelados africanos. Cuando 10 de ellos recientemente crearon una colección de ensayos en preparación del sínodo, le pidieron a Arinze que escribiera el prólogo, sabiendo que poniendo su nombre en el libro le daban al instante una inyección de credibilidad y relevancia.
El libro fue titulado «La nueva patria de Cristo – África» y fue publicado en los Estados Unidos a finales de septiembre por Ignatius Press.
Arinze tuvo una entrevista con Crux el miércoles, en su apartamento, junto a la Plaza de San Pedro. Lo que viene a continuación son fragmentos de esa conversación.
¿Qué les gustaría a los africanos ver de este sínodo?
Creo que les gustaría que el sínodo hablara con una voz clara sobre lo que es el matrimonio, que viene de Dios y que es una unión entre un hombre y una mujer. Dios creó a Adán y a Eva. Cuando Cristo vino, bendijo esa unión de matrimonio. Él fue a la fiesta de bodas de Caná, e hizo su primer milagro conocido allí, cambiando el agua en vino, lo que significa que él ¡lo aprobaba! El matrimonio viene de Dios, no del ser humano, así que los humanos no pueden reinventarlo o redefinirlo.
¿Está convencido de que no es posible admitir a los católicos divorciados y vueltos a casar civilmente a la Comunión?
Así es, en el sentido en el que Cristo ha dicho, «Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre», y la Iglesia católica tradicionalmente ha interpretado esto con el significado de que un matrimonio consumado santificado por el sacramento no puede ser roto por ninguna autoridad.
¿Incluida la autoridad de la Iglesia?
Sí, ni la autoridad de la Iglesia puede romperlo. Esto significa que, si un hombre deja a una mujer o le pide que se vaya, o si ella actúa de la misma manera, y ellos consiguen un nuevo compañero, no puede ser aprobado. Cristo tiene una palabra para la persona que hace eso: «Adúltero». No podemos mejorar lo que Cristo dijo. No podemos ser más sabios que él, o decir que «hay circunstancias que Él no tuvo en cuenta». No podemos ser más misericordiosos que Cristo.
Hay que buscar una manera de ayudar a los divorciados vueltos a casar, que ahí están, pero no les ayudamos diciendo: «Ven y recibe la Santa Comunión»-
La Eucaristía no es algo que poseemos, y podemos dar a nuestros amigos y aquellos con los que simpatizamos... La idea del pecado no es algo nuevo, inventado por los conservadores modernos en la Iglesia. Es Cristo mismo quien lo calificó como un pecado, y él usó la palabra «adulterio». Él sabe lo que está hablando. Sin apartarse del Cristo, ¿cómo podemos cambiar esto?
Recuerda, sólo Dios dirigirá el juicio final, no nosotros, ni siquiera media docena de cadenales del Vaticano. Dios juzgará las circunstancias de cada persona, pero objetivamente nosotros no lo podemos aprobar (divorciarse y volver a casarse).
Algunos obispos africanos han dicho que si la Iglesia hace un cambio en la Comunión para las personas que se divorcian y se vuelven a casar, algunas personas que tienen relaciones de poligamia podrían preguntarse por qué no se puede hacer algo por ellos también. ¿Es eso una preocupación que usted compartiría?
Sí. No es un mal argumento, porque los polígamos podrían decir, «mira, mi situación es mejor que la de esos otros que abandonan a su primera mujer y buscan una nueva. Yo no abandoné a mi primera mujer, ella permanece conmigo y solo busqué una segunda. ¡Dios aún toleraba la poligamia en el Antiguo Testamento!»
Tenemos que buscar otro camino para garantizar la compasión hacia aquellos que están en dificultades. ¡Tú no resuelves un dolor de cabeza cortándola!
Ha habido conversaciones en el sínodo sobre encontrar un «nuevo lenguaje», especialmente sobre la homosexualidad, con la intención de hacerlo más inclusivo y acogedor. ¿Cómo se ve esto desde la perspectiva de África?
Sospecharía, porque me preguntaría qué tipo de lenguaje quieres. ¿No deberíamos llamar a las cosas por sus nombres, llamando a lo bueno «bueno» y a lo malo «malo»? No condenamos a la persona, pero no aprobamos la acción.
Uno de los deberes de los obispos es enseñar y es muy importante que el Evangelio no esté diluido, sin añadir sal o pimienta, pero sin quitar nada tampoco. El mensaje no es nuestro. El mensaje de Cristo debe resplandecer con claridad sobre lo que es el matrimonio. Si dos hombres se reúnen para fines comerciales, no estamos preocupados por eso. Pero si comienzan a llamarlo matrimonio, ¿no vemos que eso no es correcto?
Algunos en el sínodo han hablado sobre permitir que las decisiones relativas a los divorciados vueltos a casar o a la homosexualidad sean descentralizadas, haciéndolo a nivel de conferencias episcopales regionales o nacionales o por obispos individuales. ¿Cómo se siente referente a esto?
¿Vas a decirme que podemos tener conferencias episcopales en un país que apruebe algo que, en otra conferencia, sería visto como un pecado? ¿Va el pecado a cambiar de acuerdo a las fronteras nacionales del país? Nos convertiríamos en iglesias nacionales. ¿No ha habido otras afiliaciones religiosas en el mundo que estuvieron peligrosamente cerca de eso?
Las conferencias episcopales son importantes y deberían tener un rol claro, pero no creo que deba incluir estas áreas. Se ve peligrosamente como la nacionalización de lo que está bien y lo que está mal.
Se ha hablado en el sínodo sobre lo que el Papa Francisco ha etiquetado como «colonización ideológica». ¿Qué significa esto para el contexto africano?
Los africanos pensarían inmediatamente en los grandes países que tienen más dinero, una economía más próspera, empujando a los llamados «Tercer Mundo», o países en desarrollo – a pesar de que todos los países están continuamente desarrollándose – a adoptar el aborto y la anticoncepción. Ellos no usan estos términos, lo llaman «planificación familiar». Ellos dirán que debes tenerlo en tu plan de gobierno, si no tendrías demasiada gente y ese es el motivo por el que no estás desarrollado. Debes reducir tu población, y que eso sea una condición para recibir ayuda financiera internacional.
Para dar otro ejemplo, algunos gobernantes africanos han puesto penas de prisión por la homosexualidad. No es que apoye estas medidas, pero para los países ricos si no cambian esas leyes es porque se está actuando en contra de los derechos humanos y, a consecuencia de esto, no se consigue la financiación. Esto también se ha convertido en colonización ideológica.
Los países ricos pueden tener más dinero, pero no deberían convertirse ellos mismos en profesores de teología moral sólo porque otros países son pobres. Cuando yo era arzobispo, le dije a una gran agencia que vino a Nigeria a ayudarnos: «Nosotros tenemos un mínimo de dignidad por debajo de la cual no estamos dispuestos a bajar en nombre de tu dinero. ¡No caeremos tan bajo!»
Muchos observadores hablan sobre un «momento africano» en el Catolicismo. ¿Qué tiene África que dar a la Iglesia que esta necesite ahora mismo?
Sin pretender que África tenga el monopolio de las cosas buenas, hay algunas cosas que podemos aportar. Por ejemplo, los africanos pueden compartir la alegría de ser Cristianos. El Cristianismo es una buena noticia en África. La gente joven hace serios sacrificios por el Cristianismo.
Cuando yo era arzobispo, abrí un monasterio de clausura de monjas Benedictinas en 1978, el año de los tres papas. Un convento italiano envió cuatro monjas, tres italianas y una nigeriana, para empezar. Ahora hay 120 monjas allí. Ellas han fundado otro monasterio en Nigeria con 50 monjas, y se han encargado de uno en Italia donde hay 10 monjas, todas nigerianas. Las italianas se han ido, solo permanecen las nigerianas. Ellas han enviado a sus monjas a algunos conventos en Italia y España, sin hacer ningún ruido.
Los jóvenes están preparados para ofrecerse a sí mismos. Están respondiendo. La gente joven no es alérgica al sacrificio, y los africanos pueden compartir eso. Los africanos están participando en la misión de la Iglesia.
Traducido por Esther Fernández Abril del equipo de traductores de InfoCatólica