(Asia News) «Los prófugos sirios piensan esencialmente emigrar hacia Occidente», porque en estos países esperan encontrar «más trabajo y apertura de corazón». Y si es verdad que los países del Golfo han cerrado las puertas a los refugiados, hay también que subrayar que ellos «no sueñan con ir a otros países musulmanes o a naciones árabes ricas como Arabia saudita, Qatar o Emiratos Árabes Unidos. Si bien allá hay trabajo, ellos serían tratados como mano de obra barata».
Explicando la ola migratoria que en estas semanas se concentra en las fronteras de Europa, el sacerdote recuerda que está en curso un «conflicto religioso politizado, entre sunnitas y chiítas» y que Siria explotó completamente.
Odio entre musulmanes
Entre las razones primarias de los sucesos en Siria e Iark del Estado islámico, está justamente la lucha interna del mundo musulmán y «el odio secular de los sunnitas» contra las otras facciones del islam. «En Siria han aprovechado del hecho que el 70% de la población es sunnita- explica el P. Samir- los alawitas el 15%, los cristianos el 9% y luego un pequeño porcentaje de drusos. La lucha interna en el islam por lo tanto se ensanchó a los no musulmanes, contra los yazidíes, los cristianos y también contra los kurdos que son sunnitas pero de otra tradición cultural».
Vemos también por qué, prosigue el estudioso, «los sirios que no tienen más casa no sueñan ciertamente con ir a países musulmanes o a las naciones ricas árabes». En estas naciones «existe un concepto de clase, que se suma al religioso» y «tratan a los trabajadores migrantes paquistaníes e hindúes como esclavos, igual suerte para los filipinos y no hablemos de los africanos». La mano de obra está en el último grado de la escala social, prescindiendo de la fe profesada, mientras que los ingenieros y técnicos (también cristianos) son tratados con mayor respeto.
Sin embargo, esta emigración que tiene origen en Siria «tiene una naturaleza más profunda» y prolongada en el tiempo. «no se limita a pocos meses o a algunos años, para luego volver a la patria. Los refugiados no saben si sus casas, sus tierras, podrán estar disponibles algún día, no se vuelve más atrás».
El sacerdote jesuita cita al respecto un ejemplo personal, vivido en las pasadas semanas:
«Permanecí dos meses en Alemania, en Riedenburg (pueblo de un millar de habitantes en Baviera, ndr), donde la comunidad local se preocupó de recibir a los prófugos. Se trata de musulmanes, en mayoría de Siria, algunos de Irán y de Afganistán o Somalia. Los sirios con los cuales he hablado me han dicho que son tratados con respeto, los ciudadanos (cristianos) han instaurado relaciones de amistad con los migrantes invitándolos a sus casas, abriendo sus puertas en ocasiones de comidas especiales o de fiestas. Todos los grupos, sunnitas y chiítas, hablan de relaciones positivas…de acogida. Los niños están integrados en las escuelas. Todos reciben lecciones de alemán para facilitar su integración y reciben casa y comida hasta que no consigan un trabajo».
Volviendo sobre los países árabes, el P. Samir recuerda que «el problema demográfico es un aspecto real» y los gobiernos no quieren conceder la ciudadanía «para mantener a los migrantes en condiciones de explotación por un período ilimitado de tiempo». Basta pensar, agrega, en Qatar donde los obreros trabajan por 12 horas bajo el sol abrazador para construir los estadios para el mundial de fútbol del 2022:
«No hay respeto por los derechos, no hay respeto por la persona, el modelo es el de la sociedad islámica del S. VII que también el Isis quiere aplicar y reproducir en escala».
En el contexto de una situación dramática, Occidente no se mueve porque hasta ahora «no fue tocado directamente en sus propios intereses» y no tiene una estrategia clara y común para la región. «La situación es delicada- afirma el p. Samir- porque el Isis ya se difundió en estos territorios, en Siria e Irak está en medio de la población, no es un ejército sino un movimiento terrorista mezclado con la gente. Si los quieres combatir lo debes hacer cuerpo a cuerpo y el Occidente no está dispuesto a hacer esto». Además, para los gobiernos europeos no hay particulares riesgos «si se matan entre ellos, pero obrando de este modo hacen venir menos el concepto de protección hacia los más débiles. Para el Occidente queda válido el principio de la defensa del propio interés, que en estas áreas se traduce en la palabra petróleo».
«De todos modos- concluye el jesuita- no puede darse solo una solución militar, porque de las armas no hay respuestas definitivas. Es necesario un proyecto de paz que, por el momento, nadie quiere porque vencen las miras expansionistas y los intereses personales. Un poco como cuanto está sucediendo desde hace tiempo entre Israel y Palestina donde no se logra alcanzar un serio compromiso, una solución entre las partes. Y esta solución se puede encontrar sólo en el diálogo, no ciertamente en el poder y en la fuerza que encuentran su posición en la ideología fundamentalista» (DS).