(InfoCatólica) El cardenal hizo una exposición sobre la institución del matrimonio tanto en su condición de sacramento católico como en su condición una realidad creacional, de ley natural. En ese sentido dijo que todo matrimonio, incluso el que contraen los no cristianos, «es sagrado, como es sagrado el hombre y la mujer, como es sagrado el amor entre hombre y mujer, como es sagrado de por sí el misterio del origen de la vida».
Crisis del matrimonio
Tras explicar lo que es el matrimonio, don Fernando aseguró que su situación actual es «bastante mala». Y añadíó: «Hoy, la familia cristiana, en condiciones, es una realidad minoritaria, incluso en los países cristianos... incluso, por supuesto, en España, que a veces parece que no quiere ser cristiana». A continuación dio una serie de datos que demuestran que cada vez se producen menos matrimonios cristianos y se dan más uniones de hecho o matrimonios civiles. Igualmente indicó que aumenta el número de divorcios, el de familias monoparentales, mientras que disminuye la natalidad.
El hecho de que, según aseveró el prelado, la familia configure «la dimensión más profunda de la persona» -en ella «uno es aceptado y querido tal y como es, sin máscaras»-, hace que la crisis de la institución matrimonial tenga efectos negativos tanto en la sociedad, en general, como en las personas en particular y en la propia Iglesia.
Para la Iglesia, constató el arzobispo emérito de Pamplona y Tudela, «la familia es la primera y principal transmisora de la fe... nos enseñaron a rezar nuestra madre y nuestra abuela. Y esa es la primera catequesis que hemos recibido y la semilla cristiana más profunda que todos llevamos». «Si eso se pierde», sentenció, «la Iglesia ha perdido la vía más importante de evangelización que existía en nuestra sociedad».
Autenticidad de los matrimonios que se celebran en la Iglesia
Tras recordar que el matromino cristiano debe ser reflejo del amor que profesa Cristo a su Iglesia y viceversa, el cardenal se preguntó cómo se puede garantizar la autenticidad de los matrimonios religiosos. Y respondió:
«Con unos cursillitos de tres días, no se garantiza. Sobre todo no se garantiza para ese 80% que no pisan la Iglesia desde la primera comunión. Ese vacío religioso de 20 años no se llena con tres conferencias»
El cardenal relató entonces que en su intervención en el sínodo del año pasado dijo que «la autenticidad del matrimonio se decide en la formación religiosa de los adolescentes». Y exhortó:
«Tenemos en la Iglesia que redescubrir una catequesis de conversión a los 14, a los 16, a los 18 años, sin la cual el 80% de probabilidades del matrimonio es que sea una ficción de sacramento. Eso es duro de decir pero me parece que es la única verdad. Y cuando se quiere edificar, pues hay que limpiar el terreno hasta que se encuentre terreno firme. Dice Santo Tomás bendito: `En los sacramentos, no puede haber nada falso´. Pues bueno, en nuestros sacramentos hay mucho de falso. Y eso lo tenemos que denunciar. Y eso es tarea de la jerarquía y del pueblo de Dios»
Don Fernando pidió igualmente acompañar más cálidamente, de manera más cercana, a los nuevos matrimonios, dado que el ambiente actual empuja a divorciarse fácilmente:
«Yo creo que una idea muy fecunda sería que, en las parroquias, los matrimonios de cada año formen un grupo apadrinado por un matrimonio veterano que los acompañe, y que esté un poco al quite de las primeras dificultades, de los primeros disgustos, de las primeras tensiones»
El cardenal indicó que aunque tal cosa podría hacerse con los matrimonios de ahora en adelante, el sínodo se planteó qué hacer con la enorme cantidad de matrimonios fracasados que tenemos. Entonces explicó que la primera medida que el Papa ha puesto en marcha es facilitar los procesos de nulidad:
«Hasta ahora la fe se daba por supuesta en todos los que venían a la Iglesia. Hoy no la podemos dar por supuesta. Hay mucha gente que viene a casarse a la Iglesia por diversas razones pero sin verdadera fe. No tiene intención de unirse en matrimonio como lo enseña la Santa Madre Iglesia. No tiene intención de irrevocabilidad. Esa falta de identificación con la mentalida de la Iglesia es una causa clara de nulidad. Antes esto podía ser raro. Hoy es frecuente. Entonces, hay que reconocer la nulidad de los matrimonios, no por política, no por facilitar las cosas, sino porque de hecho fueron nulos. A unos señores que no tenían intención de casarse de verdad sacramentalmente, luego no les podemos exigir que vivan como si se hubieran casado de verdad».
El purpurado aragonés pidió reconocer lo de que de bueno pueda haber en las situaciones de uniones que podrían considerarse matrimoniales según la ley natural -al no existir fe- para llevar a esas personas hacia el verdadero sacramento, hacia la fe.
Divorciados vueltos a casar
El cardenal abordó finalmente la situación de los divorciados vueltos a casar y su acceso a la Eucaristía. Tras indicar las dos ideas presentes en las discusiones sinodales, don Fernando manifestó su parecer, que es el del Magisterio:
«Desde luego mi postura es que los divorciados vueltos a casar civilmente no están en condiciones de recibir la comunión sacramental... porque es una situación objetivamente desordenada y contraria a la ley de Dios. Pero estas personas sí pueden iniciar un camino de arrepentimiento y de penitencia. Vamos a tratarles, vamos a ayudarles, porque hay mucha gente que se divorcia, se casa, viven unos años más o menos felices, y a los 60 años, cuando reposa la cabeza, siente necesidad de reconciliarse con Dios. ¿Qué les decimos a estas personas? Mi planteamiento es que el sacramento de referencia para los divorciados vueltos a casar no es la Comunión sino el sacramento de la Penitencia. Primero, viva usted un tiempo de penitencia. Y vamos a discernir cuál es su camino de conversión. Y después de que haya habido un camino de conversión, puede haber una absolución».
Por último, Su Eminencia indicó que el sínodo que se va a celebrar este año se va a ocupar sobre todo de la misión de la familia cristiana en la sociedad. Y advirtió que «si no tenemos familias pujantes en el amor, en su vocación cristiana, difícilmente podemos esperar que hagan algo importante en favor de la humanidad»