(RV/Zenit) El Papa indicó que los cristianos lamentan con sinceridad la falta de tiempo para rezar más porque el corazón humano siembre busca la oración, incluso sin saberlo. Y afirmó que está bien creer en Dios con todo el corazón y esperar que Él nos ayude en las dificultades, al igual que sentirse en el deber de darle gracias.
Al mismo tiempo, el Santo Padre invitó a preguntarnos si queremos al Señor, y si el pensamiento de Dios nos conmueve, nos sorprende y nos mueve a la ternura.
El espíritu de la oración – explicó el Papa– se fundamenta en el gran mandamiento: «amaras al Señor, tu Dios, con todo el corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas». La oración se alimenta del afecto por Dios.
Porque, añadió, tenemos que sentir a Dios «como la caricia que nos tiene en vida y antes de la cual no hay nada, Una carica de la cual ni la muerte nos puede separar».
Porque es limitado entender a Dios «como un gran ser que hizo todo, el juez que controla cada cosa» o »como el ser superior que da los mandamientos. Eso es verdad, dijo, pero solamente cuando existe el afecto se le entiende». «El nos ama, es impresionante, que nos acaricie. Es tan bello», dijo.
«Dios hace más –insistió Francisco– nos acompaña en la vida, nos protege, nos ama». Por ello indicó la necesidad de que el afecto por Dios «encienda el fuego del espíritu de la oración», contrariamente serán muchas palabras como las de los paganos o las de los fariseos.
El Pontífice señaló la belleza de la oración espontánea, como la de una invocación o un pensamiento, o como un beso enviado se vuelve una oración. «Es lindo cuando las mamás enseñan a sus hijos a enviarle un beso a Jesús o a la Virgen», dijo.
Porque «es el Espíritu Santo quien nos enseña a decir 'Abba Padre', como lo decía Jesús» y con este don no nos podremos nunca encontrar solos, dijo. Un don, añadió, que se debe aprender en familia, con la misma naturalidad con la que se dice papá o mamá.
Y si bien reconoció que en las familias siempre falta el tiempo, el espíritu de la oración da el tiempo a Dios, encuentra la paz de las cosas necesarias y la alegría de los dones inesperados.