(La Razón) Criticó a quienes se consideran «muy católicos» pero aseguran no saber lo que ocurre en los suburbios de sus poblaciones. «Por muchas misas a las que vayas los domingos, si no tienes un corazón solidario, si no sabes lo que pasa en tu pueblo, tu fe es muy débil, está enferma o está muerta», dijo el Papa Francisco en este poblado chabolista en la que viven alrededor de 30.000 personas.
En toda la franja costera de la capital de Paraguay, donde desde hace más de 80 años han ido estableciéndose campesinos pobres, emigrantes y miembros de las comunidades indígenas, están asentadas alrededor de 100.000 personas.
Estos ciudadanos afrontan unas condiciones de vida muy duras, pues la enfermedad, la muerte, la incertidumbre, las inundaciones y la marginación de las autoridades están siempre presentes. «El Estado no se ha ocupado de nosotros y no nos mira ahora con buenos ojos. No nos ven como sujetos de derechos, sino que para sus responsables somos, según nos suelen decir, ‘‘un pasivo social’’. Somos un pasivo social», denunció ante el Papa María García, miembro de una asociación de vecinos de los Bañados.
Otra de las asistentes al encuentro, y que además ofreció su testimonio, Angélica Viveros, parroquiana de una de las iglesias de la zona, lamentó que se les trate como a «los leprosos del Evangelio». «No somos tenidos en cuenta», lamentó, denunciando que las tierras en las que viven se han convertido en la actualidad en «apetecibles» para los inversores, quienes los consideran «un estorbo».
Tras visitar alguna de la viviendas de los habitantes de este barrio marginal, Francisco aplaudió, en el discurso que dedicó a los alrededor de 2.000 congregados en un campo deportivo de tierra, todos los esfuerzos que hacen para tener «una vida digna y un techo». Celebró la «virtud humana y cristiana» que tienen los habitantes del Bañado Norte, del que «muchos tienen y tenemos que aprender».
El Papa puso el ejemplo de Dios, que se hizo «solidario con el pueblo» al mandar a su hijo a vivir entre los hombres para que «se humillara y muriera por todos nosotros», para pedir que no cayeran en «una fe sin solidaridad», que consideró «una fe sin Cristo, sin Dios y sin hermanos». «Acuérdense», insistió Francisco, cuando una fe «no es solidaria, es débil, está enferma o está muerta, no es la fe de Jesús». «El primero en ser solidario fue el Señor, que eligió vivir entre nosotros, que eligió vivir en medio de nosotros», destacó.
El «mensaje más fuerte» que pueden dar los habitantes del Bañado Norte y de otras zonas marginales –continuó– es «dar hacia afuera esa fe solidaria». «El diablo quiere que se peleen entre ustedes, así los divide, derrota y les roba la fe», denunció Francisco en una referencia a la violencia que se vive en este suburbio de Asunción.
«Que esa fe solidaria sea mensaje para toda la ciudad. Quiero encomendar sus familias a la Sagrada Familia, para que su modelo, su testimonio siga siendo luz en el camino, estímulo en los momentos difíciles y nos regale siempre esos curas y obispos capaces de acompañar, de sostener y estimular la vida de sus familias. Capaces de hacer crecer esa fe solidaria que nunca es vencida», dijo el Papa al final de su alocución, pidiendo a los asistentes que rezaran por él y que no permitieran que el diablo les dividiese.
Se despidió bendiciendo tres olivos, símbolos de la paz que serán plantados en Paraguay, Haití y Colombia, y rezando un Padre Nuestro en guaraní. «Sé bien cuánto se quiere al Papa en Paraguay. También yo les llevo en mi corazón y rezo por ustedes y por su país», dijo a los habitantes del lugar el Papa Francisco, que hoy llega a Roma en torno a las 14:00 horas. Será a lo largo de la tarde cuando se conozca el contenido de la ya tradicional entrevista que concede a los periodistas al volver de sus viajes.