(Infocatólica) El cardenal Cañizares explica que «por medio de los sacerdotes, alter Christus, Cristo está, sacerdote y víctima, presente en nuestro mundo contemporáneo, vive entre nosotros y ofrece al Padre el sacrificio redentor por todos los hombres y los incorpora a su ofrenda al Padre y a su obra salvadora».
A ello añade que «nuestro ser sacerdotes es inseparable del sacrificio de Cristo y queda configurado por el sacrificio que Cristo ofrece al Padre en oblación por nuestros pecados y los de todos los hombres, para la redención y salvación de la humanidad y del mundo entero».
Sacerdocio y santidad
El prelado asegura que «la vida del sacerdote no puede ser otra que la de Cristo. No podemos contentarnos con una vida mediocre. Más aún, no cabe una vida sacerdotal mediocre».
Para el arzobispo de Valencia, «la dignidad sacerdotal, que es un ser con todas sus consecuencias de poderes ministeriales, también tiene sus exigencias sagradas, de santidad. No podemos ser contradicción ante Dios, ante la Iglesia y ante nuestra conciencia».
Don Antonio cita al venerable José María García Lahiguera:
«Si no soy santo, ¿para qué ser sacerdote? Y si ya soy sacerdote, ¿por qué no soy santo?». «Ved vuestra vocación… Esta vocación os exige que seáis santos. Con menos no cumplís»
Impulsa la adoración perpetua
El cardenal, por último, exhorta a impulsar la adoración perpetua, al menos en las ciudades.
«Que crezca gracias a nuestro trabajo apostólico el amor a Cristo presente en la Eucaristía, el gran valor de la adoración eucarística; que hagamos, entre todos –cuento con vosotros– de Valencia una diócesis verdaderamente eucarística como la querían San Juan de Ribera, o el Beato cardenal Ciriaco Sancha, o el venerable D. José María García Lahiguera (que impulsemos la adoración perpetua, en las grandes ciudades al menos), porque así lo exige, además, el gran regalo de la inestimable reliquia del santo cáliz de la Última Cena. Así será una Iglesia de los pobres y para los pobres, henchida de caridad y misericordia para con los más necesitados, verdaderamente evangelizadora, testigo y artífice de unidad, de una nueva civilización del amor, de la paz y de la esperanza».