(Lourdes Artola/SIC) Entrevista a Mons. Iceta:
Del próximo 23 al próximo 27 de septiembre se celebrará en Filadelfia el VIII Encuentro Mundial de Familias. ¿Qué se espera de este encuentro? ¿Qué temas son los que se tratarán?
En primer lugar, es un encuentro, una respuesta a la invitación del Santo Padre Francisco a testimoniar la belleza y el valor de la familia como realización de las aspiraciones más profundas del ser humano, que está llamado a participar del amor de Dios, a vivir su vocación profunda a amar y ser amado. Y el «lugar» por excelencia donde se experimenta, aprende y se vive esta realidad es la familia.
Con respecto a los temas, son aquellos relacionados con el lema, que nos habla del amor y de la vida, así como de una misión. Se tratarán aspectos como la vocación al amor compartiendo el gozo de la vida en Dios; la misión de testimoniar el amor de Dios en la realidad concreta de nuestras vidas y de las familias; los aspectos antropológicos y éticos que posibilitan realizar esta vocación; la fecundidad del amor; la vida como don custodiado en la familia; los desafíos, retos, dificultades, así como las esperanzas y apoyos que la familia necesita; la familia como lugar donde nace la misericordia, la donación, el servicio a los más necesitados…
El lema de este encuentro es «El amor es nuestra misión. La familia plenamente viva.» ¿Cree que la familia está realmente presente y viva en nuestra sociedad o que por el contrario esta «escondida»?
Ambas cosas no son incompatibles. La familia está viva, aunque vive presente en medio de desafíos, condicionamientos, muchas veces incomprensiones y dificultades. El Papa está dedicando una serie de reflexiones sobre el matrimonio y la familia en sus catequesis de los miércoles. En diversas ocasiones ha hecho referencia al desafío cultural, a la concepción de un amor líquido o débil, a condicionantes personales, sociales, ambientales, de pensamiento, ideológicos, que dificultan la percepción de la belleza innata del matrimonio y la familia y su posibilidad de realización como respuesta a las aspiraciones más profundas del ser humano. Y al mismo tiempo, la familia no se encuentra entre las prioridades de las agendas políticas, sociales, económicas o de los medios de comunicación, por lo que se tiende a invisibilizarla.
Pero es tan esencial como el aire que respiramos que, aunque no se ve, si careciéramos de él sería incompatible con la propia vida, o si estuviera alterado, produciría importantes disfunciones. La familia debería ser puesta entre las prioridades fundamentales de las cuestiones sociales, políticas, económicas y eclesiales. A partir de ella es posible buscar soluciones satisfactorias a tantos problemas que vive nuestra sociedad y mundo contemporáneos.
En la carta del Papa Francisco ante este VIII Encuentro Mundial de Familias dice que: «La misión de la familia cristiana, hoy como ayer, es la de anunciar al mundo, con la fuerza del sacramento del Matrimonio, el amor de Dios.» ¿Qué les diría a las familias que están en situación de dificultad (paro, sin hogar, desestructuración, falta de recursos económicos…etc) y que esta misión les resulta más difícil dadas sus circunstancias?
Estas familias en dificultad deben ser antes que todo acogidas, escuchadas, acompañadas, sostenidas. También en estas situaciones se revela que la fuerza más importante para llevar la situación adelante es la propia familia, la unión entre sus miembros y la potenciación de sus recursos. Cuántas familias hoy son ayudadas por los abuelos, hermanos u otros familiares para llegar a fin de mes, para cuidar de los hijos, para poner amor donde las cosas se resquebrajan, para sostener en los momentos de dificultad, de enfermedad, de soledad o angustia… Pero precisamente estas familias que atraviesan dificultades deben ser objeto de nuestra predilección y atención esmerada y personalizada. Debemos volcarnos en ayudarles y acompañarles a salir de estas situaciones dolorosas y a caminar con esperanza. Y esto incumbe a otras familias, a la Iglesia y a las diversas fuerzas sociales e instituciones.
¿Existen en nuestra sociedad familias cristianas «acomplejadas» que no dan el paso de cumplir esta misión de anunciar al mundo el amor de Dios?
Como he dicho anteriormente, la familia tiene ante sí desafíos y dificultades de diversa índole. Una dificultad puede ser la concepción «aburguesada» de la familia, donde aparece una especie de narcisismo egocéntrico que impide mirar hacia el exterior de la propia familia y ponerse en camino de vivir y testimoniar el amor verdadero. Todo amor que crece en verdad tiende a salir de sí para entregarse a los demás y, al mismo tiempo, acoger al otro. El amor siempre desborda los propios límites, también los de la familia. En una familia que está encerrada en sí misma hay algo que no va, existe una disfunción que requiere orientación, purificación, conversión. Porque esa cerrazón que impide testimoniar y anunciar es signo de que algo ocurre en el seno de esa realidad que le imposibilita para cumplir una misión que nace de la misma naturaleza del amor.
Usted como Presidente de la Subcomisión Episcopal de Familia y Vida ¿cómo ve el futuro de la familia en nuestro país?
Debemos ver el futuro siempre con esperanza. La familia es un recurso natural fundamental, una fuerza originaria de primer orden, más allá de las dificultades y desafíos que las coyunturas de las diferentes épocas o ideologías puedan presentar. El Papa hablaba en Manila de prevenir la colonización ideológica de la familia, de ser lo que es, como también repetía frecuentemente San Juan Pablo II. Y la familia, en cuanto realidad y sociedad natural de primer orden, siempre tiene la capacidad de renacer en cada época y en cada situación cultural. Por eso veo el futuro con esperanza, más allá de las dificultades, teniendo siempre presente la necesidad de apoyar, sostener y velar continuamente para que la familia viva su verdadera vocación con libertad y en su verdad originaria, siendo capaz de testimoniarla en todos los ámbitos.
Cuando hablamos de familia, a pesar de lo que muchos piensan, también nos referimos a matrimonios sin hijos ¿su misión es la misma que los matrimonios con hijos?
Los matrimonios con dificultad para tener hijos también constituyen, evidentemente, una familia. En el seno del matrimonio existe un deseo natural de paternidad y maternidad. Ante la dificultad, habría que explorar los caminos posibles a recorrer. Es una cuestión que también será abordada en el encuentro de Filadelfia. Precisamente en las catequesis preparatorias se nos dice que toda vida tiene el propósito de ser fértil. Toda vida tiene el poder y la necesidad de nutrir la vida nueva: si no es a través de dar a luz y criar y educar a los niños, entonces a través de otras formas vitales de entrega personal, de desarrollo y de servicio, como por ejemplo la adopción, la acogida de niños que no tienen padres o el servicio a otras personas. Precisamente la fecundidad de la propia vida tiene otras formas de expresión y de realización que desbordan la propia paternidad y maternidad natural.
Los abuelos se han convertido en referente para la transmisión de la fe a los nietos ¿Por qué cree que se ha dado este salto generacional?
Muchas veces la evangelización en el seno de la propia familia ha sido muy débil. En muchos casos se ha difuminado la misión de la propia familia como lugar donde se engendra la fe de los hijos. El testimonio de los padres y «la cultura religiosa familiar», el ambiente que se respira en la familia, son elementos decisivos para la adecuada iniciación en la fe de los hijos. Cuando este testimonio del padre y de la madre, de los hermanos, abuelos y demás familia, o la vivencia propia de la fe no es suficientemente vigorosa o no se tiene conciencia de su importancia, se dan muchos casos en que los abuelos se convierten en los referentes evangelizadores de los nietos. Por eso, la pastoral familiar es una de las claves de arco capaz de articular la pastoral de la Iglesia. Una familia que vive su fe lo hace a nivel de los padres –pastoral familiar- de los niños y jóvenes –pastoral de infancia y juventud y pastoral educativa- de los abuelos –pastoral de la tercera edad-, del servicio a los pobres, enfermos y necesitados –dimensión de justicia y caridad-, su testimonio y misión, y la celebra en la fe de la Iglesia doméstica, que es la familia y en el referente eclesial que es la propia parroquia.
En la última entrevista concedida a este medio, le preguntamos sobre la guía de educación afectivo sexual. ¿Tienen fecha de publicación?
Las unidades de educación afectivo sexual están ya terminadas y disponibles para su utilización. Se las hemos ofrecido al Pontificio Consejo para la Familia quien gustosamente las ha aceptado. Serán presentadas en el próximo Encuentro Mundial de las Familias en Filadelfia y serán colgadas en la WEB del Pontificio Consejo para que de modo gratuito sean accesibles desde todo el mundo y quien quiera las pueda utilizar. También se está barajando la posibilidad de su traducción a otros idiomas. Debo agradecer profundamente a quienes han elaborado estas unidades didácticas por su esfuerzo y dedicación, con un magnífico resultado, y también debo agradecer sinceramente al Pontificio Consejo de la Familia su espléndida acogida y divulgación.