(Alfa y Omega/J.M. Ballester Esquivias)Durante el debate parlamentario que precedió a aquella votación, la entonces ministra de Sanidad, Simone Veil, defendió la necesidad de establecer ese plazo alegando que era «indispensable para hacer tomar conciencia a la mujer [de que no] se enfrentaba a un acto normal o banal».
De poco sirvió, pues Francia no tardó en encabezar la lista de países donde más se practicaban más abortos –hoy la cifra gira en torno a los 225.000 anuales–, pero conservaba un gran valor simbólico. Es lo que han intentado defender los parlamentarios de centro derecha –favorables en su inmensa mayoría al principio de despenalización– a lo largo de estos últimos días.
En opinión de Yannick Moreau, diputado de la UMP -presidida por Nicolas Sarkozy-, de acuerdo con lo etablecido por la la ley de 1974, cabe interpretar el aborto más como una derogación o una excepción que como un derecho. Sin embargo, la actual ministra de Sanidad, Marisol Touraine, considera que la ley de 1974 representaba un equilibrio en el contexto de la época, pero que no tiene vocación a petrificarse eternamente. Y en un alarde de sinceridad añadió que «la relación [de las mujeres] con el aborto no es que se haya banalizado, es que se ha normalizado».
Y la relación de los gobiernos de Hollande con el aborto aún más: la reciente votación se suma al reembolso al cien por cien de los abortos por parte de la Seguridad Social decidido en 2013 y a la supresión del supuesto de desamparo hasta entonces la consulta previa de un médico era obligatoria, mediante una ley de agosto de 2014. En suma: a partir de ahora, el aborto en Francia será libre y gratuito.