(Catholic Herald/Gaudium Press) El nuevo monarca ordenó que se sepultara sin honores reales en un monasterio que fue demolido durante la persecución religiosa y los restos fueron hallados tras una ardua tarea, tras lo cual los promotores de su búsqueda pidieron un trato debido y consideración a su fe católica.
«Sabemos que Ricardo fue un hombre de ansiosa devoción quien mantuvo y dispuso su propio libro de oraciones y quien debió asistir a la Eucaristía a través de su vida», comentó el Cardenal Nichols, según informó The Catholic Herald. «Durante esta semana, la Misa ha sido ofrecida en muchos templos católicos por el descanso del alma del Rey Ricardo III. Con todo el derecho. Esto es exactamente lo que él hubiera deseado». Este acto fue calificado como «un profundo y esencial deber cristiano».
Para la celebración de la Eucaristía, el purpurado vistió una casulla de la época del Rey, que pertenece al ropero real de su mandato y que según la tradición era empleado por el Abad de Westminster. «Podemos especular razonablemente que Ricardo participó en la celebración de la Misa en la cual este mismo paramento era vestido" por el sacerdote, explicó el Cardenal, quien recordó que la Eucaristía "es la mejor oración que existe (...), la oración, de Jesús mismo, hecha plena en la oblación de su Cuerpo y su Sangre en el altar de la Cruz, presente aquí para nosotros en este altar».
La esperanza de la salvación
A pesar de las turbulentas condiciones de su fallecimiento, el cardenal explicó que el Rey sí debió recibir sepultura cristiana por parte de los frailes, quienes seguramente celebraron la Eucaristía de difuntos por su alma. «Ricardo no era un hombre de paz», reflexionó el Card. Nichols en su predicación. «Los tiempos en los cuales vivió y el papel para el que había nacido no se lo permitieron», explicó, y destacó que el monarca «buscó ofrecer a sus ciudadanos justicia a través del imperio de la ley».
El prelado recordó que no corresponde a los hombres de hoy juzgar los actos de Ricardo III, sino que «oramos para que el juicio misericordioso de nuestro amoroso Dios se extienda a él en todos los grados, porque sabemos que sólo el don de la misericordia de Dios es lo que nos protege de las demandas de su justicia».
El purpurado concluyó su homilía expresando su deseo de que las condiciones violentas de su muerte y las humillaciones a las que se sometió su cadáver hayan sido para el monarca una unión al sufrimiento de Cristo y una esperanza de la resurrección, y que su alma esté unida a Dios en el paraíso. «Esta es la esperanza que él tuvo en su corazón. Es la esperanza que aguardamos para nosotros y nuestros seres queridos», recordó. «En esta gracia oramos por este Rey fallecido y pedimos que la realeza en Cristo, concedida a todos, guíe verdaderamente nuestras vidas y nos haga constructores de ese Reino eterno aquí, en nuestro mundo de hoy».