(Zenit) Entrevista al P. Pérez Soba:
¿Las problemáticas tratadas (en la encíclica) siguen siendo las mismas o se han añadido otras nuevas?
La problemática sigue siendo la misma, cada vez más urgente en el sentido de querer hacer del aborto un derecho. Con esto se insiste en el camino de convertir los deseos subjetivos en fuentes de derecho, lo cual conduce a imponer la conveniencia subjetiva sobre cualquier otra cuestión.
Junto con este argumento, también se ha desarrollado la reivindicación de los pretendidos «derechos de los animales» de un modo que hace vacilar los derechos reales de las personas en una visión en la que, cada vez más, lo personal pierde un sentido objetivo y queda a merced de las apreciaciones de otros. De aquí a la «cultura del descarte» de la que habla el Papa Francisco hay un paso.
¿Cuál es el punto más actual de la encíclica?
Sigue siendo el valor de la vida como un don. Así no es un mero dato manipulable sino un sentido de vivir que comunica a las personas. La importancia del don y la gratuidad en la sociedad fueron afirmadas muy claramente por Benedicto XVI en la encíclica Caritas in veritate de un modo que alcanzó un gran debate social. Este es un punto fundamental para recuperar una cultura de la vida que es una realidad esencial de la Evangelización, de la misión de la Iglesia en nuestro mundo.
¿Y en vista del sínodo de la familia en octubre?
La familia es el santuario de la vida, en donde del don de los esposos se recibe el don inmenso de la vida con la misión de transmitir ese sentido de vivir. Las ideologías contra la familia son de hecho ideologías contra la vida, como el papa Francisco ha destacado en su último viaje a Filipinas. Es un aspecto central para el valor de la familia en la Iglesia como sujeto real de evangelización.
¿Qué otras consideraciones puede hacer sobre el tema?
Debe realizarse siempre desde la visión de la comunión eclesial, como el Pueblo de la vida consciente de la misión que Dios mismo le encomienda. Así se afirma el valor absoluto de la vida humana bendecida por Dios y llamada a participar de su vida eterna. La alegría unida a la vida es posiblemente el mejor modo de hacerla visible y transmitirla.