(AICA) «El señor Ban Ki Moon, secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), visita nuestro país por invitación oficial del gobierno nacional», indicó el arzobispo en su comunicado, indicando que «le damos la bienvenida y le ofrecemos la hospitalidad de nuestro pueblo. Esperamos que la estadía del señor Ban Ki Moon sea cordial y produzca frutos concretos que beneficien a las familias paraguayas, especialmente a las más carenciadas».
Sin embargo, advirtió, «no podemos negar nuestra preocupación por las presiones que el Estado paraguayo, libre y soberano, recibe constantemente de los autodenominados ‘expertos de la ONU’, muchos de ellos adheridos a ideologías poco claras o de franca contradicción con nuestros valores humanos y cristianos».
Estas recomendaciones, señaló, están particularmente referidas «a temas delicadísimos como la conformación natural de la familia, la contracepción, el aborto y la protección integral y total de la vida humana desde la concepción hasta la muerte natural».
«Es necesario que la ONU, fiel a su espíritu fundacional, respete la tradición cultural de los pueblos, sus valores esenciales y sus creencias, así como el reconocimiento de que el papel de tutoría moral y espiritual corresponde a la familia y a la religión», indicó.
La fuerza moral de una nación
El arzobispo paraguayo destacó que «la fuerza moral de una Nación está en sus creencias y en sus valores, los cuales, vividos conforme a una sana educación integral, que tenga en cuenta todas las dimensiones de la persona, no puede rechazar la fe, que es una dimensión fundamental de la estructura psicosocial y espiritual del ser humano».
«Lastimosamente, varias recomendación de la ONU sobre derechos humanos para el Paraguay y otros países incluyen supuestos nuevos derechos como los proclamados por grupos radicales que están insertos en la organización y abogan en favor de la legalización del aborto, de la eutanasia y de las uniones homosexuales y de otros ‘géneros’, con posibilidad de adopción de hijos por parte de esas parejas».
La Iglesia, vigilante
Monseñor Valenzuela destacó que el papel de la Iglesia es abogar «por los niños, especialmente por los que tienen alguna discapacidad o que todavía se encuentran en el seno materno y que corren serio riesgo de ser descartados por la sociedad, si se aceptan los nuevos cánones de la cultura de la muerte, donde lo malo se hace legal y con auspicio del Estado, promovidos por los agentes internacionales a nivel global».
«La Iglesia alza la voz en nombre de las familias que viven aún en situaciones estructuralmente injustas, las que deben ser superadas con políticas públicas serias y sostenidas. En definitiva, con políticas de Estado y no solo de un gobierno».
Al finalizar su mensaje, el prelado destacó que si bien «compartimos varios objetivos de bien común que propone la ONU y, como Iglesia, trabajamos subsidiariamente con el Estado paraguayo para su consecución», no obstante «estamos vigilantes para salvaguardar los valores humanos y cristianos de nuestro pueblo, para que el desarrollo atienda y promueva la vida digna y plena de todos los que habitan el suelo patrio».