(InfoCatólica) El Santo Padre ha recordado que «toda persona humana debe la vida a una madre, y casi siempre debe a ella mucho de su existencia posterior, de la formación humana y espiritual. La madre, sin embargo, aún siendo muy exaltada desde el punto de vista simbólico... es poco escuchada y poco ayudada en la vida cotidiana, poco considerada en su papel central en la sociedad. Al contrario, a menudo se aprovecha de la disponibilidad de las madres a sacrificarse por sus hijos para «ahorrar» en los costes sociales».
El Papa cree que, igualmente, en la «comunidad cristiana la madre no ha sido siempre tenida suficientemente en cuenta, que sea poco escuchada. Y sin embargo, en el centro de la vida de la Iglesia está la Madre de Jesús. Quizás las madres, dispuestas a tantos sacrificios por sus hijos, y no pocas veces también por los de otros, deberían ser más escuchadas. Habría que comprender más su lucha cotidiana para ser eficientes en el trabajo y atentas y afectuosas en la familia; habría que comprender mejor sus aspiraciones para expresar los frutos mejores y auténticos de su emancipación».
Martirio materno
«Las madres», ha indicado Francisco, «son el antídoto más fuerte contra la extensión del individualismo egoísta». Y ha citado a Mons. Oscar Arnulfo Romero, quien «decía que las madres viven un «martirio materno». En la homilía por el funeral de un cura asesinado por los escuadrones de la muerte, dijo, recordando el Concilio Vaticano II:
«Todos debemos estar dispuestos a morir por nuestra fe, aunque el Señor no nos conceda este honor… Dar la vida no significa solo ser asesinados; dar la vida, tener espíritu de martirio, es dar en el deber, en el silencio, en la oración, en el cumplimiento honrado del deber; en ese silencio de la vida cotidiana; ¿dar la vida a poco a poco? Sí, como la da una madre, que sin temor, con la sencillez del martirio materno, concibe en su seno un hijo, lo da a luz, lo amamanta, lo cría y cuida con afecto. Es dar la vida. Estas son las madres. Es martirio».
El Papa ha asegurado que «una sociedad sin madres sería una sociedad inhumana, porque las madres saben dar testimonio siempre, también en los momentos peores, de la ternura, la dedicación, la fuerza moral. Las madres transmiten también el sentido más profundo de la práctica religiosa: en las primeras oraciones, en los primeros gestos de devoción que un niño aprende, está inscrito el valor de la fe en la vida de un ser humano».
«Sin las madres», ha añadido, «no sólo no habría nuevos fieles, sino que la fe perdería buena parte de su calor sencillo y profundo. Y la Iglesia es madre, con todo esto, es nuestra madre. No somos huérfanos, tenemos una madre, la Virgen y la Madre Iglesia, y nuestra mamá. No somos huérfanos. Somos hijos de la Iglesia, somos hijos de la Virgen y somos hijos de nuestras madres».
Agradecimiento a las madres
El Papa ha concluido su catequesis dando las gracias a todas las madres, y muy especialmente a la Madre de Dios:
«Queridísimas madres, gracias, gracias por lo que sois en la familia y por lo que dais a la Iglesia y al mundo. Y a ti, amada Iglesia, gracias, gracias por ser madre. Y a ti María, Madre de Dios, gracias por hacernos ver a Jesús. Y a todas las madres aquí presentes las saludamos con un aplauso».