(La Verdad/SIC/infoCatólica) El arzobispo emérito de Pamplona, que los días 5 y 6 de noviembre dio unas conferencias en la parroquia de San Miguel de Pamplona sobre el Sínodo de la Familia, también insiste en garantizar la autenticidad de los matrimonios que se celebran en la Iglesia. Lo hace en una entrevista de Raminie Guiritán para La Verdad.
¿Qué ambiente se palpaba en el Sínodo de la familia?
El ambiente lo creó el Papa Francisco en el discurso de la inauguración: «Hablad con libertad, escuchad con humildad». Por lo tanto había mucho ambiente de libertad, de fraternidad. Había también preocupación porque se aprecia un panorama muy complicado del matrimonio y de la familia en el mundo entero: mucha secularización de vida, muchas parejas de hecho, muchos divorcios, con el mal que esto significa para la educación de los niños, perdida de la capacidad educativa de la familia. En fin, había preocupación.
Por otro lado, una voluntad pastoral entusiasta (porque el Papa comunica entusiasmo) de decir hay que renovar la pastoral y el trabajo de las comunidades cristianas para ofrecer a las nuevas generaciones dentro de la Iglesia y a la sociedad el tesoro que tenemos, que es la visión cristiana del matrimonio y de la familia, fundado en un amor irrevocable, en un amor sincero, generoso, sacrificado, que es el mejor contexto para que nazcan los niños y para que crezcan felices. Luego el Sínodo es una gran experiencia de la universalidad de la Iglesia.
¿Qué papel tuvo usted en el Sínodo?
-Yo no tuve un papel extraordinario. En la primera semana, que son sesiones plenarias, todos los asistentes pueden intervenir durante cuatro minutos. Yo intervine como tantos otros, reivindicando una mejor preparación para el matrimonio comenzando ya desde la iniciación cristiana de los adolescentes.
¿Cómo es el Papa en su trato cercano?
El trato del Papa es muy afable. Asistió a todas las sesiones plenarias. Él venía andando con nosotros desde Santa Marta hasta al aula sinodal, que hay unos 200 metros, y venía hablando muy amigablemente. Él comía en el comedor un poquito apartado porque comía con sus secretarios, pero el desayuno y la cena eran self-service, y él iba con su plato como nosotros a recoger su cena. Tiene un trato muy afable, muy cercano, muy sencillo, que da mucha confianza y a la vez con mucho respeto porque él no deja de ser el Papa. Por ser tan sencillo, cercano y tan humilde en sus manifestaciones, eso se lo agradecíamos mucho. Y luego, al entrar y al salir cuando se acababan las sesiones, siempre saludaba a unos a otros, y se entretenía un buen rato hablando con todo el mundo.
Dicen que el Papa Francisco le leía a usted como teólogo
Él fue provincial de la Compañía de Jesús en Argentina por los años del Concilio y yo entonces publiqué dos libros sobre la Vida Religiosa y esos fueron los primeros libros míos que el Papa conoció. Vino aquí en el año 2006 para dar unos Ejercicios Espirituales a los obispos españoles y me dijo: «¿Usted es Monseñor Sebastián?». Y le dije: «Señor Cardenal, ¿pero de qué me conoce?» Me contestó: «Le conozco porque le vengo leyendo desde hace muchos años». O sea, me conoce por las publicaciones.
Los medios dicen que la Iglesia va a cambiar su doctrina sobre la familia
Es una mala información. La Iglesia no va a cambiar la doctrina, ni puede cambiar la doctrina, porque la esencia de la Iglesia es conservar en el mundo la doctrina de Jesús. La Iglesia no puede ser infiel a Jesús porque dejaría de ser la Iglesia. Si vamos en una barca a salvar a la gente y en vez de subir a las personas a la barca nos echamos nosotros al agua con ellas, pues nos perdemos todos. Se trata de ayudar a la gente a conocer y a vivir la doctrina de Jesús. No podemos nosotros renunciar y traicionar la doctrina. Además, el problema que quiere abordar el Papa en el Sínodo no es un problema doctrinal. La doctrina del matrimonio y de la familia la tenemos muy clara. Es un problema práctico y pastoral, que es hacer que los cristianaos y no cristianos descubran el valor del amor fiel, del amor irrevocable, del amor generoso, del amor sacrificado como fundamento de la convivencia. El amor que Jesús nos ha revelado entregándose por nosotros: ése es el verdadero amor. Esa doctrina es así y no tenemos por qué cambiarla. El problema es que la gente la descubra y la viva. El problema es que cada vez vemos que se casa menos gente, se casan menos por la Iglesia, hay más divorcios. Es decir, que la gente está como huyendo, desconociendo el valor del amor irrevocable que, sin embargo, es el clima que hace más feliz en la vida a las personas. Lo que hace falta es volver a redescubrir el amor que Jesús nos ha traído a este mundo y vivirlo en la familia. Los que temen que la Iglesia cambie la doctrina, que estén tranquilos que no la va a cambiar. Y los que desean que la Iglesia cambie la doctrina, que esperen sentados porque no lo va a cambiar. Ni la va a cambiar sobre el matrimonio, ni la va a cambiar sobre el divorcio, ni la va a cambiar sobre la homosexualidad, ni la va a cambiar sobre nada. Lo que queremos cambiar es el servicio, la solicitud, la cercanía, la propuesta, para que la gente descubra la idea cristiana de la familia y que viva más feliz.
¿En qué sentido se dice que el matrimonio es misionero?
Los matrimonios cristianos son los primeros catequistas de sus hijos. Los niños, los jóvenes tienen que descubrir el valor de la fe, tienen que enamorarse de Jesús y de su vocación de ser hijos de Dios en su familia. La familia es la que nos enseña a ser personas y a vivir humanamente. Dentro de esa enseñanza humana entra el conocimiento de Jesús, el conocimiento de Dios, la manera cristiana y santa de tratar a los demás, la vida eterna; es decir, en el marco de la educación familiar es donde tenemos que recibir la educación cristiana y donde más profundamente la recibimos porque nadie tiene tanta influencia en nosotros como nuestros padres y nuestros hermanos en los primeros cinco años de la vida. Ése es el momento de poner en el corazón de los niños los elementos fundamentales de la fe y del talante cristiano. Pues bien, está claro que la Iglesia se juega mucho en defender y garantizar la religiosidad de las familias y la vivencia de la oración y de la vida cristiana en el seno de las familias, porque es el principal cauce para la transmisión de la fe a las nuevas generaciones. Si no hay familias cristianas, no hay jóvenes cristianos. Y si no hay jóvenes cristianos, no puede haber vocaciones ni para el sacerdocio, ni para la Vida religiosa, ni para nada.
¿Tiene algún mensaje para los lectores de La Verdad?
Que recemos por el éxito del Sínodo en su segunda asamblea que será en octubre de 2015 y que acompañemos al Papa Francisco en ese deseo sincero y profundo de la renovación cristiana del matrimonio y de la familia. Esto es decisivo para el bien de la Iglesia y para el bien de la humanidad.