(InfoCatólica) Ante la crónica publicada por Germinans germinabit sobre el acto, al que asistió el cardenal Lluís Martínez Sistach, arzobispo de Barcelona, Mons. Agustín Cortés, obispo de Sant Feliú, ha enviado a InfoCatólica la siguiente comunicación:
No aseguro que use las mismas palabras que pronuncié aquel día. Pero debo aclarar:
1º Cité expresamente el razonamiento que un teólogo hizo en público hace muchos años. Este teólogo, nunca sospechoso de heterodoxia, fue posteriormente obispo. En todo caso, no me identifiqué simplemente con esta opinión. Es falso, por consiguiente, que dijera que «muchos teólogos y pastores pensamos así».
2º Mis palabras por ello eran todo un interrogante para pensar. Así lo dije y lo di a entender en el tono.
3º La reproducción de mis palabras en la información silencian algo muy importante: afirmé, ¡cómo no!, la doctrina de la indisolubilidad del matrimonio, según las palabras del mismo Cristo. Cité, por cierto, el texto bíblico, creo, con los térrninos «libelo de repudio», no «divorcio».
4º Expresamente dije que el «sí» matrimonial forma parte de «sí» escatológico (Dios a la humanidad en Cristo y de Cristo a su Esposa la Iglesia), propio del tiempo inaugurado por el mismo Jesucristo, de ahí su irrevocabilidad.
5º El grave problema que se nos plantea es que las parejas que vienen a casarse por la Iglesia, desgraciadamente y en general, están muy lejos de vivir esta realidad, aunque hayan sido bautizados. Antes al contrario, participan del «corazón endurecido» de un mundo al margen del amor de Dios, hijos de la vanalización de la sexualidad, el pragmatismo, la incapacidad para el compromiso fiel, etc. (sin entrar en cuestiones de culpabilidad, naturalmente). ¿No estamos viviendo situaciones simple paganismo, sobre todo en lo referente a la moral sexual y matrimonial?
6º En ese contexto, me preguntaba si, según aquella reflexión teológica, no nos hallaríamos en una situación semejante a la de Moisés: una ley basada en la verdad cristiana y revelada sobre el matrimonio, que encuentra una grave dificultad, cuando no imposibilidad, para ser cumplida de hecho. Esto, naturalmente, no soluciona el problema de los divorciados vueltos a casar. Sólo ilumina (hipotéticamente) el sufrimiento de tantos cristianos víctimas del abandono y de muchos sacerdotes que contactan con matrimonios rotos.
Eso fue todo. Espero que quien haya informado ponga su conciencia ante Dios y discierna honradamente sus intenciones.
Atentamente.