(Portaluz/InfoCatólica) Es frontal y transparente para compartir algunas certezas que hablan de su historia de vida:
«Soy homosexual, pero he elegido la castidad. Porque la Iglesia enseña el verdadero amor, aquel que jamás desilusiona: el amor por Dios, y el amor de Dios hacia todos nosotros. Si amo a alguien, deseo para esta persona lo mejor. Y esto va mucho más allá de la unión física».
Jovi es católico practicante, devoto de la Virgen y homosexual. Su vida es una demostración práctica, según sus propias palabras, que la inclinación sexual no aleja de la Iglesia.«La cosa importante es amar ante todas las cosas a Dios». Su elección de vivir en castidad«demuestra que basta entender qué es realmente el amor, el verdadero amor, para no sentirse excluido o dañado».
Hablando en el sitio de la Conferencia episcopal filipina, Atanacio explica: «Dios a través de la Iglesia, invita a todos los seres humanos a acercarse al verdadero amor». La comunidad católica, agrega,«parece ser la única institución que invita realmente también a los homosexuales al amor. Fuimos creados para el amor, y nuestra vida no tiene sentido si no hacemos esta experiencia».
Lo importante, subraya enseguida,«es comprender qué es el amor, el verdadero amor. Se trata de una cosa que va más allá de la unión física y emocional, quiere decir desear el bien del otro. Quiere decir custodiar la voluntad del Paraíso no sólo para sí mismo, sino también para quien se ama. Y la castidad es una virtud que hay que apoyar porque no es una renuncia al amor sino, por el contrario es una expresión profunda y valiente del mismo sentimiento. Yo puedo ahora amar».
Atanacio, es devoto de María Mediadora de todas las Gracias y fue hasta hace algún tiempo moderador de una comunidad de personas atraídas por el mismo sexo. Se siente plenamente acogido e integrado«Quiero decir con fuerza que la Iglesia no prohíbe a las personas homosexuales amarse, ni siquiera entre ellos. Si se ama realmente, se hará lo que es mejor. La Iglesia nos da coraje para identificarnos todos como amados hijos de Dios, que viven la experiencia de este amor, y no como personas que se identifican por sus propias pulsiones sexuales y que por casualidad son también creyentes en Dios».