(America Magazine/InfoCatólica) Por su interés, reproducimos parte de la entrevista de America Magazine al cardenal Francis George.
El Papa Francisco puede ser el primer Papa que como líder pastoral se ha enfrentado con la clase de pobreza desesperada que ya no se experimenta en este país. ¿Hay una brecha comunicativa entre su experiencia de cómo opera la economía y aquellos en este país que tienden a ver el funcionamiento de nuestra economía sin críticas?
Hay una brecha entre cualquier Papa y aquellos que aceptan nuestro sistema económico sin críticas. La mayor crítica a cualquier teoría económica está en el Magisterio Social católico: el destino universal de todos los bienes materiales, el trato que se da a los pobres como indicador de un sistema económico justo, la necesidad de alguna regulación de los mercados para que el retorno del capital no supere completamente los salarios, la hipoteca social de la propiedad privada, etc. Tanto el Papa Juan Pablo II como el Papa Benedicto, han contribuido a progresos más bien sofisticados en el ámbito de la enseñanza de la Iglesia a cerca del orden orden económico. Ellos fueron capaces de abordar los desafíos técnicos de la economía del lado de la oferta, la producción de riqueza para que más riqueza pueda ser distribuida, la creación de un orden económico fundamentado en el «dar». El Papa Francisco, hasta ahora, únicamente con los pobres en el centro de sus preocupaciones, se ha centrado en la distribución; Ésta es una crítica común de los líderes religiosos: entienden la distribución pero no la producción. Enfrentados a un sistema económico que aún está lejos de aquello a lo que el evangelio nos anima a que trabajemos, las declaraciones del Papa Francisco resultan verdaderas; como juicios sobre teoría económica, se tiene que decir mucho más. El Papa parece que habla desde la experiencia y el análisis del ámbito sudamericano, que cree que algunos son ricos porque se mantiene deliberadamente pobres a otros, que el «sistema neoliberal» comprende enteramente al capitalismo. Sigue siendo cierto que ningún católico puede ver el funcionamiento de nuestro sistema económico sin críticas.
La reconsideración del celibato para los sacerdotes en la Iglesia Latina parece por primera vez una posibilidad. ¿Está de acuerdo en que es sólo una disciplina abierta a cambios o tiene implicaciones doctrinales?
El celibato por el Reino de Dios es un valor evangélico. La Iglesia Latina selecciona como candidatos para la ordenación sacerdotal sólo entre aquellos que también han sido llamados al celibato. Dado que el sacerdote representa a Cristo como cabeza de la Iglesia, es más apropiado que el sacerdote tenga como esposa sólo a la propia esposa de Cristo: la Iglesia. La «disciplina» data del fin de las persecuciones romanas. Incluso en las iglesias Orientales, el obispo siempre debe ser célibe. La relación entre Cristo y la Iglesia es esponsal, y consecuentemente, así es la relación entre el sacerdote ordenado y la Iglesia. En una cultura post-freudiana, el celibato es objeto de odio, por lo que su testimonio es más importante que nunca. Recuerda a la gente la total autodonación que está en el corazón de la radicalidad evangélica. No es, por consiguiente, el momento de cambiar esta disciplina. La ira que atrae este asunto y la ordenación de las mujeres, la indisolubilidad del matrimonio, la definición de matrimonio, atestigua como una cultura corrupta forma a sus devotos. Ellos también tienen asuntos de clase - estos no son los asuntos que están en el centro de las preocupaciones de los pobres. Estas son las preocupaciones de aquellos que están más identificados con las actuales tendencias culturales, de aquellos que han tenido éxito y creen que el mundo entero debería pensar como ellos. Al mismo tiempo, tenemos que ir a buscar a todo el mundo donde esté y consiguientemente, buscar maneras de explicar y presentar el Evangelio a todas las culturas, incluyendo la nuestra.
El asunto de los católicos divorciados y vueltos a casar sin anulación matrimonial parece que se va a tratar en el próximo Sínodo extraordinario de obispos. ¿ Tiene sugerencias sobre cómo hacer frente al asunto de los católicos que se han vuelto a casar sin recibir la nulidad del primer matrimonio y sugerencias a cerca de cambios en el proceso de nulidad?
Pienso que tenemos que escuchar con cuidado lo que se diga a cerca de las discusiones del Sínodo. El proceso de juzgar la sacramentalidad de un matrimonio debe volverse a pensar con cuidado; pero tiene que permanecer fuera del ámbito de la conciencia. Nadie es juez de su propia causa, como dice el proverbio. El autoengaño es un peligro que tiene que ser abordado en el ámbito judicial o su equivalente. He escuchado muchas buenas sugerencias a cerca de cómo mejorar el actual sistema de nulidades. Espero que sean escuchadas. La práctica pastoral, por supuesto, también debe reflejar convicción doctrinal. No es «misericordioso» contar mentiras a la gente, como si la Iglesia tuviera autoridad para dar a alguien permiso de ignorar la ley de Dios. Si los que participaron en un matrimonio sacramental siguen vivos, entonces lo que Cristo hizo al unirlos no se puede deshacer, a menos que un obispo piense que él es el Señor del universo. La dificultad de dar la comunión a los participantes de un matrimonio no sacramental no viene de haber pecado al entrar en una unión no sacramental. Como cualquier pecado, puede ser perdonado. La dificultad viene de las consecuencias de vivir en esa unión. Es estúpido creer que una excepción públicamente permitida aunque limitada a la disciplina del sacramento, se mantendrá restringida mucho tiempo. Cuando se habla de actuar pastoralmente, un obispo tiene que preguntarse lo que es bueno para toda la Iglesia, no solamente lo que podría ser de ayuda a una pareja individual. Cómo todo el discurso pastoral a cerca del matrimonio cambiará con un cambio de disciplina es una cuestión que debe ser respondida antes de tomar cualquier otra decisión.