(Xavi Fernández de Castro/El Mundo) Muchas de las chicas entrevistadas por HRW denuncian que cuando estaban retenidas no solo tenían que cocinar, limpiar y hacer otras tareas del hogar, sino que algunas también participaban en los ataques. «Me dijeron que tenía que cargar con las balas y permanecer tumbada en el suelo mientras ellos luchaban», comenta una de las chicas.
Otra relata cómo la obligaron a tender una emboscada. «Tenía que acercarme a un grupo de cinco hombres en una aldea cercana y luego llevarlos a donde los milicianos estaban escondidos. Estaba aterrada por lo que había visto y les dije que necesitaba su ayuda». Poco después los jóvenes estaban atados de pies y manos y uno a uno fueron degollados sin piedad.
Mulas de carga
También es habitual que las mujeres y chicas en cautividad sean utilizadas como mulas de carga para transportar el botín que los milicianos saquean durante sus ataques. Una de las chicas explica cómo tuvo que andar durante horas con un fardo en la cabeza. «No dejaban de añadir más y más cosas y al final creí que me iba a desmayar», confiesa. «Me sentí aliviada cuando trajeron a otras dos chichas que acaban de secuestrar y cogieron algunas de las cosas que yo llevaba».
Muchas de las jóvenes que regresan a casa están traumatizadas por lo que han visto durante su secuestro, pero pocas o casi ninguna recibe tratamiento psicológico. HRW denuncia que el Gobierno nigeriano se ha desentendido de estas chicas y que solo algunas de las estudiantes de Chibok que lograron escapar han recibido atención profesional que las ayude a reinsertarse en la sociedad.
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