(ACIPrensa/InfoCatólica) En ese sentido, durante el debate general se afirmó la necesidad de «una mayor preparación para el matrimonio, para que éste no fuera sólo válido, sino también fructífero».
«La propuesta es la de no preocuparse solamente por los remedios para el fracaso de la unión conyugal, sino también por las condiciones que la hacen válida y fructífera. Lo que hay que transmitir es una visión del matrimonio no sólo como punto de llegada, sino como un camino hacia una meta más alta, un camino de crecimiento personal y de pareja, una fuerza y fuente de energía».
«La elección del matrimonio es una vocación verdadera y propia y como tal requiere fidelidad y coherencia para ser realmente un lugar de crecimiento y de salvaguardia de lo humano», expresaron los obispos. «Para ello, hay que acompañar constantemente a los cónyuges en su itinerario de vida, a través de una pastoral familiar intensa y vigorosa».
Mejorar la preparación al matrimonio
«El camino de preparación para el sacramento del matrimonio debe ser, por lo tanto, largo, personalizado y también severo, sin miedo a que eventualmente disminuya el número de bodas celebradas en la Iglesia. De lo contrario, se corre el riesgo de obstruir los tribunales de justicia con los procesos matrimoniales», advirtieron.
Asimismo, se volvió a abordar el tema de las parejas con problemas y los divorciados en nueva unión, quienes necesitan «la ‘medicina’ de la misericordia», que «da acogida, atención y apoyo»; sobre todo «porque las familias que sufren no buscan soluciones pastorales rápidas, no quieren ser una mera cifra estadística, sino que sienten la necesidad de ser aconsejadas y de sentirse aceptadas y amadas».
La Santa Sede informó que en los debates también se pidió escuchar con más frecuencia «las experiencias de las parejas casadas, porque sus luchas y sus fracasos no pueden ser ignorados; al contrario, pueden ser el fundamento de una teología real, verdadera».
Dimensiones específicas de la familia
Asimismo, se presentaron las tres dimensiones específicas de la familia: «la vocación a la vida; la misionera, entendida como testimonio de Cristo a través de la unidad familiar; y la aceptación del otro, ya que la familia es la primera escuela de alteridad, el lugar donde se pueden aprender la paciencia y la lentitud, en contraste con el ajetreo y el bullicio del mundo moderno».
«También se ha puesto de relieve otra dimensión ulterior del núcleo familiar: la santidad, porque la familia educa a la santidad, es un icono de la Trinidad, Iglesia doméstica al servicio de la evangelización, futuro de la humanidad».
Además se dialogó sobre «la catequesis para las familias, especialmente para los niños, y de la oración entre las paredes domésticas que da lugar a una verdadera y propia generación de la fe, transmitiéndola de padres a hijos. Por último, se ha subrayado la necesidad de una formación más profunda de los sacerdotes y catequistas».