(Aica) El cardenal aseguró que «entre mis preocupaciones por los miles de refugiados, tengo siempre presente a los obispos y sacerdotes que siguen en manos de los secuestradores en Siria, y no puedo olvidar a todos los periodistas que fueron brutalmente asesinados».
El cardenal Sandri reconoció que a pesar de que el Espíritu Santo siga haciendo la Iglesia fértil en todas partes del mundo, las Iglesias que dieron lugar en gran parte a la difusión del Evangelio en la era apostólica, ahora se tambalean e incluso ven amenazada su propia existencia.
Asimismo mencionó las dificultades de la Iglesia de Jerusalén, señaló el convencimiento de que una paz duradera en Tierra Santa contribuiría de manera significativa a la estabilidad de todo el Medio Oriente y destacó el drama que vive la Iglesia de Antioquía.
No podemos permanecer en silencio
«Si se ataca la base de estas iglesias -dijo-, madres históricas de la misión evangelizadora, nosotros, como sus hijos, no podemos permanecer en silencio». «Dios escogió esa parte del mundo como la cuna de un plan universal de salvación en el amor, en aquellas tierras los cristianos, durante casi dos mil años, mantuvieron viva la llama del primer Pentecostés».
El prelado aludió a las palabras que el papa Francisco dirigió a la Congregación para las Iglesias Orientales: «Todo católico tiene una deuda de gratitud con las Iglesias que viven en esa región. A partir de estas Iglesias -añadió- podemos aprender, entre otras cosas, el esfuerzo del ejercicio diario del espíritu del ecumenismo y del diálogo interreligioso. El contexto geográfico, histórico y cultural en el que vivieron durante siglos los convirtió de hecho en interlocutores naturales de numerosas otras confesiones cristianas y con otras religiones».
Sensibilizar a las autoridades políticas
En su discurso el purpurado dio las gracias a la Conferencia de Obispos Católicos de América por su constante y generosa atención, y sobre todo por los esfuerzos para sensibilizar sobre ese tema a las autoridades politicas.
También agradeció el servicio del Cnewa (Catholic Near East Welfare Association), la labor de la Misión Pontificia para Palestina, el trabajo de la Ayuda a la Iglesia Necesitada (AIN) y del Catholic Relief Services (CRS), y elogió la gran hospitalidad que los Estados Unidos dieron a lo largo de las décadas a todas las Iglesias orientales en la diáspora.
Antes de finalizar, recordó la situación en Irak, «tema de extrema urgencia», y añadió que en el diálogo se necesitan tanto la claridad como el respeto fraternal. «Tenemos la responsabilidad de educar a nuestros fieles para que no cedan a una visión del conflicto entre civilizaciones o religiones. Hay que recordar que hemos tardado siglos de católica reflexión teológica y bíblica hasta llegar a la actual capacidad para interpretar nuestros textos sagrados sin miedo excesivo de violar el 'depositum fidei»'.
Al concluir, animó a los presentes a seguir con atención las intervenciones de la Santa Sede en las diversas organizaciones internacionales y a apoyar el papel de las Naciones Unidas para evitar que se repitan la violencia y la injusticia actuales.