(Diario de Sevilla/InfoCatólica) Ahora continúa con el proceso de recuperación después de una operación quirúrgica que lo mantuvo hospitalizado, pero que no le ha cambiado el sentido del humor: «Un mes y medio ingresado te deja mucha fatiga, aunque el otro día estuve en la Catedral de Santiago de Compostela y un amigo, andaluz como vosotros, me dijo que yo era como los grandes toreros, que reaparezco en una plaza grande tras una cornada».
No es muy partidario de hacer balances como cardenal: «Yo el balance siempre lo hago desde que tuve la vocación, desde que fui franciscano. A partir de ahí vienen mis responsabilidades en la fraternidad y se van añadiendo hitos, cargos, la ordenación como obispo, mi etapa en Tánger y, por supuesto, los años en una diócesis tan grande, compleja y de tanto peso como Sevilla. Mi balance siempre está marcado por si he logrado servir o no a las personas. Y al menos no tengo el remordimiento de no haberlo intentado». Sigue hablando con la misma fuerza de entonación de la que hacía gala en las homilías en la Catedral de Sevilla: «Estoy cada día más fuerte y con ganas de trabajar más, lo que es buena señal. Pero no me recupero todo lo rápido que me gustaría».
Con 80 años ya no se puede votar a un futuro Papa. La edad y las normas imperan: «La situación cambia, claro que cambia. Sigo perteneciendo al colegio cardenalicio, pero hay oficios en los que uno cesa, como es en la elección de pontífice». Más de una década de cardenal elector ha supuesto toda una experiencia: «Ser cardenal te da un sentido muy grande de la universalidad de la Iglesia. Yo venía de una diócesis extraordinaria como Sevilla, que te reporta unas relaciones fluidas con otras grandes diócesis y, sobre todo, con la Iglesia de Iberoamérica, tan sólo por el peso de Sevilla en el Descubrimiento, con todo lo que supuso el año 1992. También he experimentado esa universalidad por mis cargos en la Conferencia Episcopal. Pero ser cardenal te aporta unos enfoques de los problemas aún más interesantes y enriquecedores».
Siempre ha sentido pasión por la actualidad, por estar al día de los telediarios y trufar sus homilías y discursos de alusiones y referencias a las noticias. Los titulares de ahora, marcados por la violencia, preocupan al arzobispo emérito de Sevilla: «Ucrania, Gaza, Iraq... Parece que no terminamos nunca de captar el valor de la paz. Se provocan heridas muy difíciles de curar. El Papa está siendo el paladín de la paz, relacionándose con unos y con otros».
Nunca ha evitado responder a las preguntas sobre política, tampoco ahora con una actualidad marcada por otra renovación en el PSOE, cuyo nuevo secretario general ha prometido la derogación del Concordato si alcanza el Gobierno, una promesa que ya hicieron Rubalcaba y Chacón en el anterior congreso de Sevilla: «Lo de derogar el Concordato suena a retintín enmohecido y arcaico. Cada vez que lo oigo me acuerdo de la película del camarote de los Hermanos Marx, cuando le pedían al camarero que trajera una silla y dos huevos duros, después pedían un libro y dos huevos duros y después seguían pidiendo cosas y siempre con el estribillo de los huevos duros. Pues aquí hablan de empleo y añaden lo del Concordato y hablan de otro tema y vuelven a añadir lo del Concordato. La Iglesia mantiene concordatos con la mayor parte de los países del mundo. Es normal que los tenga, aunque haya cosas que siempre se pueden retocar. Si el privilegio que se reprocha a la Iglesia es la atención a los pobres, la ayuda a los enfermos, la promoción de jóvenes desempleados... ¡Benditos sean estos privilegios, que sin lugar a duda son los mejores! ¿Dónde están esos otros privilegios que se dice que tiene la Iglesia? Creo que hay asuntos más importantes que la derogación del Concordato».
Es notoria su buena relación personal con el papa Francisco, al que trató muchas veces cuando era el cardenal Bergoglio. El Pontífice no cesa en hacer llamamientos a la paz que tienen escaso resultado más allá de dejar clara la posición de la Iglesia en graves conflictos internacionales: «Al Papa lo veo extraordinario, con gestos sencillos y un discurso que entiende todo el mundo, sin reparos a decir las cosas como son. Lo mismo se las dice a los jefes de Estado que a los religiosos de Corea. Habla sin temor alguno a ser malinterpretado».
¿Y Sevilla? «Es una ciudad que va siempre conmigo, sigo la prensa sevillana a diario, estoy informado. Me siento muy cercano siempre a Sevilla».