(BBC/InfoCatólica) El ingeniero a cargo del proyecto en Santiago de Cuba admite que es ambicioso, no sólo porque no tiene precedentes sino debido a que las vigas formaron parte del escenario erigido para la histórica visita del papa Benedicto XVI a la ciudad en 2012.
«Reutilizar el metal significa mantener vivo el recuerdo de algo que es bueno para nosotros, los católicos. Esto le da vida nueva, de modo que puede servir a las futuras generaciones», explica Fausto Veloz. Todavía su equipo requiere de un permiso final -de cinco- para dar inicio a la obra.
Sin embargo, existe una motivación práctica para la realización del proyecto, dicen: los católicos de Cuba requieren de más lugares donde acudir a orar. La isla comunista -que alguna vez fue oficialmente atea- hoy es un Estado secular. Los días en que los creyentes debían bautizar a sus hijos en secreto o acudir a misa de manera clandestina en lugares alejados han terminado. Incluso, miembros del Partido Comunista de Cuba ahora practican abiertamente su religión.
Aun así, más de cinco décadas después de que Fidel Castro tomara el poder, a la Iglesia Católica solo se le ha permitido renovar las propiedades existentes o reconstruir en los lugares donde se derrumbaron las viejas estructuras. La construcción de nuevas iglesias nunca fue autorizada, lo que sugiere que las dudas ideológicas siguen manteniéndose en las jerarquías.
El paso del huracán
El aparente cambio de actitud ha resultado particularmente oportuno para la ciudad de Santiago: unos meses después de la visita papal, el huracán Sandy atravesó la ciudad con resultados devastadores.
La pequeña iglesia de madera de San Pedrito, una de las siete que fueron destruidas en su totalidad, era particularmente vulnerable debido a su vejez y a la falta de mantenimiento. Otras 28 iglesias resultaron dañadas. La tormenta mató a 11 personas y dejó a su paso una enorme destrucción en todo el oriente de la isla. Casi dos años después, sus huellas siguen siendo visibles.
Reunidos en «casas de culto»
En la ciudad, un piso de cemento liso y el contorno de un altar son todo lo que queda de la iglesia de San Pedrito, de 93 años de antigüedad.
Al otro lado de la carretera, una feligresa de edad avanzada almacena los pocos objetos que se salvaron de la destrucción: un par de candelabros, un atril de madera y dos figurines astillados de la escena representativa de la natividad. «Los ladrones se llevaron el resto», explica ella, sacudiendo la cabeza, aunque dice que la congregación todavía se reune en las calles para atender a la misa cada vez que un sacerdote itinerante visita la ciudad.
La Archidiócesis tiene previsto reconstruir San Pedrito. Pero la primera iglesia totalmente nueva de Cuba comunista debería cobrar forma muy cerca de ahí.«La comunidad católica es grande acá, pero nunca ha tenido una iglesia», dice Fausto Veloz, haciendo un gesto hacia los bloques de departamentos del distrito José Martí, de Santiago. La zona nació tras la revolución, cuando la religión no era un factor en la planificación urbana.
Hoy en día, los católicos locales se reúnen para orar en «casas de culto» -viviendas privadas utilizadas para la adoración-, pero dicen que están teniéndoselas que ver con el aumento gradual en el número de fieles. La Iglesia Católica dice que alrededor del 60% de la población de Cuba está bautizada, aunque sólo una pequeña fracción practica su fe con regularidad.
«No sé cuánto tiempo se tardará en estar lista, pero estoy seguro de que lo haremos», sostiene Veloz respecto a la nueva iglesia, inspeccionando el terreno asignado para su edificación. Actualmente es un estacionamiento ubicado a un lado de la estación policial del distrito.
Las vigas de acero -valoradas en unos US$20.000- fueron donadas por el Estado cuando el escenario fue desmantelado tras la visita del Papa Benedicto XVI.
Los bocetos hechos por un arquitecto las muestra en su nueva encarnación: elevándose sobre el techo arqueado de la nueva Iglesia de la Asunción, diseñada para albergar a más de 600 fieles y, algo que el ingeniero Veloz está muy interesado en subrayar, para resistir terremotos y huracanes futuros.
Todavía hay un largo trecho por recorrer: además del permiso final, la adquisición de materiales de construcción en este lugar siempre es un desafío. Y luego está la pequeña tarea de recaudar US$250.000 para financiar el proyecto. La mayor parte probablemente provendrá de parroquias fuera de Cuba.