(Ecclesia/InfoCatólica) Custodios de la memoria, en acción de gracias por la beatificación de Pablo Yun Ji-chung y de sus compañeros mártires, de los que son los descendientes y herederos de su heroico testimonio de fe en Cristo, subrayó el Santo Padre, poniendo de relieve también la fidelidad, perseverancia y trabajo de generaciones de laicos coreanos. Y cuán significativo es que la historia de la Iglesia en Corea haya comenzado con un encuentro directo con la Palabra de Dios. Para luego añadir: «fue la belleza intrínseca y la integridad del mensaje cristiano –el Evangelio y su llamada a la conversión, a la renovación interior y a una vida de caridad– lo que impresionó a Yi Byeok y a los nobles ancianos de la primera generación; y la Iglesia en Corea mira ese mensaje, en su pureza, como un espejo, para descubrirse auténticamente a sí misma».
Destacando que «la fecundidad del Evangelio en tierra coreana y el gran legado transmitido por sus antepasados en la fe, se pueden reconocer hoy en el florecimiento de parroquias activas y de movimientos eclesiales, en sólidos programas de catequesis, en la atención pastoral a los jóvenes y en las escuelas católicas, en los seminarios y en las universidades», el Obispo de Roma señaló que «la Iglesia en Corea se distingue por su presencia en la vida espiritual y cultural de la nación y por su fuerte impulso misionero. De tierra de misión, Corea ha pasado a ser tierra de misioneros; y la Iglesia universal se beneficia de los muchos sacerdotes y religiosos enviados por el mundo».
Custodios de la esperanza, llamados a proclamar al mundo la esperanza cristiana con las fuentes de la gracia en la liturgia y en los sacramentos, la santidad, la caridad fraterna y del celo misionero en la comunión eclesial, animó también el Santo Padre recordando la importancia de la cercanía a los sacerdotes, con su saludo afectuoso y gratitud por su generoso servicio al Pueblo de Dios.
Una Iglesia misionera, una Iglesia constantemente en salida hacia el mundo y en particular a las periferias de la sociedad contemporánea, con una solicitud particular por los niños y los ancianos. Cuidando especialmente la educación de los jóvenes, universidades y escuelas católicas. Con la solicitud por los pobres y programas de solidaridad, sobre todo con los refugiados y los inmigrantes, y con aquellos que viven al margen de la sociedad.
Ante los retos particulares para la Iglesia en Corea, en una sociedad próspera pero cada vez más secularizada y materialista, el Obispo de Roma recordó los criterios que nos presenta Jesús en el Evangelio. ¡Ay de nosotros si despojamos a la Cruz de su capacidad para juzgar la sabiduría de este mundo! (cf. 1 Co 1,17). «Los animo a ustedes y a sus hermanos sacerdotes a rechazar esta tentación en todas sus modalidades. Dios quiera que nos podamos salvar de esa mundanidad espiritual y pastoral que sofoca el Espíritu, sustituye la conversión por la complacencia y termina por disipar todo fervor misionero (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 93-97). Discurso del Santo Padre Francisco en su encuentro con los obispos de Corea.