«¿Sacerdotisas en la Iglesia?»

El dar en este momento un paso tan revolucionario, el cortar los lazos con nuestro pasado cristiano y el ampliar las divisiones entre nosotros y las otras iglesias cristianas por ordenar sacerdotisas, constituiría un ejemplo casi desvergonzado de imprudencia. Y la propia Iglesia de Inglaterra se vería hecha pedazos a causa de ello.

[1] «Me gustarían muchísimo más los bailes», dijo Caroline Bingley, «si fueran de otra manera... Sería mucho más racional que lo principal en ellos fuera conversar y no bailar». «En verdad, mucho más racional», replicó Mr. Bingley, su hermano, «pero no serían ni de lejos un auténtico baile»[2]. Esto, se nos dice, hizo callar a la niña; pero se podría sostener que Jane Austen no le permitió a Mr. Bingley exponer su punto de vista con toda la fuerza del caso. En realidad, Mr. Bingley debiera haber contestado con un distingo. En un sentido, la conversación es más racional porque ella permite ejercitar sólo la razón, cosa que el baile no hace. Pero no hay nada irracional en ejercitar otras facultades aparte de la razón. En ciertas ocasiones y para ciertos fines, la verdadera irracionalidad consiste en no ejercitarlas. Aquel que quisiera domar un caballo o escribir un poema o engendrar un hijo mediante puros silogismos, actuaría irracionalmente, aunque el construír silogismos sea en sí mismo una actividad más racional que las requeridas para esos otros propósitos. Resulta racional no razonar, o no limitarse a ello, en determinadas ocasiones, y mientras más racional es el individuo, más se da cuenta de ello.

Estas reflexiones no tienen por objeto contribuír a la crítica de «Pride and prejudice», sino que me vinieron a la mente al oír que había quienes aconsejaban a la Iglesia de Inglaterra declarar que las mujeres son capaces de recibir la ordenación sacerdotal. Se me ha dicho que es muy improbable que las autoridades consideren seriamente esta idea. El dar en este momento un paso tan revolucionario, el cortar los lazos con nuestro pasado cristiano y el ampliar las divisiones entre nosotros[3] y las otras iglesias cristianas por ordenar sacerdotisas, constituiría un ejemplo casi desvergonzado de imprudencia. Y la propia Iglesia de Inglaterra se vería hecha pedazos a causa de ello. Mis preocupaciones con esta propuesta son de un carácter teórico: el problema implica algo mucho más hondo que una «revolución con orden».

Siento mucho respeto por quienes desean que las mujeres sean sacerdotisas. Me parece que son gente sincera, piadosa y sensible. En realidad, son demasiado sensibles, en cierto modo. Y es ahí donde mi diferencia con ellos se parece a la que separaba a Mr. Bingley de su hermana. Me siento tentado de decir que la propuesta en cuestión nos haría mucho más racionales, «pero no seríamos ni de lejos una auténtica Iglesia».

A primera vista, toda la racionalidad (en el sentido de Caroline Bingley) está de parte de los innovadores. Nos hacen falta más sacerdotes. Hemos descubierto, en todas las profesiones, que las mujeres pueden hacer muy bien cosas que antes se suponía que sólo los hombres podían hacer. Ninguno de aquéllos que se oponen a la mencionada propuesta sostiene que las mujeres son menos capaces que los hombres de tener piedad, celo, cultura y las demás cualidades necesarias para el oficio pastoral. Así, pues, ¿qué cosa, aparte de los prejuicios engendrados por la tradición, es lo que nos impide usar las enormes reservas que podríamos volcar en el sacerdocio si admitiéramos a las mujeres, como ha ocurrido en tantas otras profesiones en que ellas se encuentran en un pie de igualdad con los hombres? Frente a este aluvión de sentido común, los que se oponen a la idea (entre ellos muchas mujeres) no pueden contestar sino con un desagrado vago, una sensación de incomodidad que ellos mismos encuentran difícil de analizar.

El que semejante reacción no brota de un desprecio por las mujeres resulta, me parece, muy claro a partir de la historia. La Edad Media llevó su reverencia por una Mujer hasta el punto de que podría quizá denunciarse que la Virgen Bendita llegó a ser considerada casi como «la cuarta Persona de la Trinidad». Pero, según creo, jamás en aquellos tiempos se le atribuyó algo ni remotamente parecido al sacerdocio. Toda la historia de la salvación pendía de la decisión que Ella expresó con su «He aquí la esclava»; estuvo unida durante nueve meses, en una intimidad inconcebible, con el Verbo eterno; estuvo de pie junto a la cruz. Pero no estuvo presente en la Ultima Cena, ni en el momento de la venida del Espíritu Santo[4]. Así lo registra la Escritura. Y no se puede escamotear esto diciendo que, en la situación de tiempo y lugar en que Ella vivía, las mujeres estaban condenadas al silencio y a la vida privada. No: había mujeres predicadoras. Cierto hombre tenía cuatro hijas, todas las cuales «profetizaban», es decir, predicaban[5]. Y hubo profetisas incluso en el Antiguo Testamento. Profetisas, no sacerdotisas.

En este punto de la discusión, el reformador corriente y sensible preguntará por qué, si las mujeres pueden predicar, no pueden realizar el resto de las actividades de un sacerdote. Semejante pregunta aumenta, en sus oponentes, la incomodidad. Comenzamos a sentir que lo que realmente nos separa de nuestros adversarios es una diferencia en el sentido que ellos y nosotros damos al término «sacerdote». Mientras más y mejor hablan de la competencia de las mujeres en la administración, de su tacto y sensibilidad como consejeras, de su natural talento para «acompañar», tanto más nos damos cuenta de que se está escamoteando el punto central. Para nosotros, un sacerdote es primordialmente un representante -un doble representante: de nosotros ante Dios y de Dios ante nosotros. En ciertas ocasiones el sacerdote nos da la espalda y se vuelve hacia el Oriente: habla a Dios por nosotros. En otras ocasiones se da vuelta hacia nosotros y nos habla de parte de Dios. No tenemos objeciones a que una mujer realice la primera de estas acciones; toda la dificultad surge respecto de la segunda. Pero ¿por qué? Ciertamente no se trata de que la mujer sea necesariamente, ni probablemente, menos santa o menos caritativa o más tonta que el hombre. Desde estos puntos de vista, ella puede parecerse tanto a Dios como un varón. Y en el caso de ciertas mujeres, mucho más que ciertos varones. El sentido en que una mujer no puede representar a Dios quedará más claro si miramos el asunto al revés.

Supongamos que el reformador cesa de decir que una mujer buena puede asemejarse a Dios, y que comienza a decir que Dios se asemeja a una mujer buena. Supongamos que sostiene que bien podríamos rezar a la «Madre Nuestra que estás en los cielos» tanto como al «Padre Nuestro». Supongamos que sugiere que la Encarnación pudo haberse realizado tanto en la forma de mujer como de varón, y que la Segunda Persona de la Trinidad pudiera ser llamada tanto Hija como Hijo de Dios. Supongamos, por último, que el matrimonio místico fuera puesto al revés, es decir, que la Iglesia fuera el Novio y Cristo la Novia. Todo esto, en mi opinión, va implicado en la idea de que una mujer puede representar a Dios lo mismo que un sacerdote.

Ahora bien, es seguro que si aceptáramos todas estas suposiciones, estaríamos en presencia de una religión diferente. Por cierto, ha habido Diosas que han sido adoradas, y muchas religiones tienen sacerdotisas. Pero se trata de religiones muy diferentes en carácter de la cristiana. Dejando de lado el problema de la incomodidad, o aun del horror, que nos causa la idea de poner todo nuestro lenguaje teológico en género femenino, el sentido común se pregunta «¿Y por qué no? Puesto que Dios no es, de hecho, un ser biológico y carece de sexo, ¿qué importancia tiene que digamos El o Ella, Padre o Madre, Hijo o Hija?».

Con todo, los cristianos creemos que Dios mismo nos ha enseñado cómo hay que hablar de El. Decir que el asunto no tiene importancia equivale a decir o bien que la imaginería masculina no es inspirada sino de origen meramente humano, o bien a decir que, aunque inspirada, resulta completamente arbitraria y no esencial. Y esto es, por cierto, algo que no se puede aceptar, o, si resulta aceptable, es un argumento no en favor de las sacerdotisas sino en contra del Cristianismo. Además, es algo que se basa ciertamente en una concepción superficial de lo que es la imaginería. Sin pensar ahora en la religión, sabemos, por nuestra experiencia poética, que imagen y comprensión se funden mucho más íntimamente que lo que el sentido común quiere admitir. Un niño al que se le ha enseñado a rezar a una «Madre que estás en los cielos» tendrá una vida religiosa radicalmente diferente de la de un niño cristiano. Y tal como la imagen y la comprensión forman una unidad orgánica, así también ocurre con el cuerpo humano y el alma humana.

Los innovadores implican que el sexo es algo superficial, irrelevante para la vida espiritual. Decir que hombres y mujeres son igualmente aptos para determinada profesión equivale a decir que, para los efectos de esa profesión, su sexo es irrelevante. En ese contexto tratamos a hombres y mujeres como neutros. A medida que el Estado crece como una colmena o un hormiguero, necesita de un mayor número de operarios que puedan ser tratados como neutros. Ello puede ser inevitable en nuestra vida secular. Pero, en nuestra vida espiritual, debemos regresar a la realidad. En este terreno no somos unidades homogéneas, sino que órganos diferentes y complementarios de un cuerpo místico. Lady Nunburnholme ha expresado que la igualdad de hombres y mujeres es un principio cristiano. No recuerdo ningún texto de la Escritura, ni de los Padres, ni de Hooker, ni del Prayer Book que lo diga así; pero no me interesa ese punto por ahora. El punto es que a menos que «igual» signifique «intercambiable», dicha igualdad no contribuye en nada a la causa del sacerdocio para las mujeres. Y el tipo de igualdad que implica que los iguales son intercambiables (como fichas o máquinas idénticas) es, en el caso de los seres humanos, una ficción legal. Puede ser una ficción legal útil, pero en la Iglesia prescindimos de las ficciones. Uno de los fines para los que fue creado el sexo fue el simbolizar para nosotros aspectos ocultos de Dios. Una de las funciones del matrimonio humano es expresar la naturaleza de la unión entre Cristo y la Iglesia. No tenemos derecho para tomar las figuras vivas y pletóricas que Dios ha pintado en la tela de nuestra naturaleza y cambiarlas de lugar, como si fueran meras figuras geométricas.

Esto es lo que el sentido común denomina «místico». De acuerdo. La Iglesia proclama ser la portadora de una revelación. Si esa proclamación es falsa, entonces lo que hace falta no es sacerdotisas sino abolir el sacerdocio. Y si es verdadera, entonces debiéramos esperar encontrar en la Iglesia un factor que los no creyentes llamarán irracional y los creyentes, suprarracional. Debiera haber en Ella algo opaco para nuestra razón, aunque no contrario a ésta, tal como los hechos del sexo y del significado son opacos en el ámbito de lo natural. Y éste es el verdadero problema. La Iglesia de Inglaterra podrá seguir siendo Iglesia sólo si conserva ese factor opaco. Si lo abandonamos, si retenemos sólo aquello que puede ser justificado, ante el tribunal del sentido común ilustrado, sobre la base de la prudencia o de la conveniencia, entonces estaremos abandonado la revelación por aquel viejo esperpento de la «religión natural».

Es doloroso, cuando se es varón, tener que afirmar este privilegio, o carga, que el Cristianismo pone sobre los hombros de nuestro sexo. Estoy abrumadoramente consciente de cuán ineptos somos, la mayoría de nosotros, con nuestras individualidades reales e históricas, para asumir esas funciones preparadas para nosotros. Pero, en el ejército el antiguo adagio dice que se saluda al uniforme, no a quien lo porta. Sólo quien lleva el uniforme de varón puede (provisionalmente, hasta la segunda venida de Cristo), representar al Señor en la Iglesia: y esto porque somos todos, corporativa e individualmente, femeninos para El. Nosotros los varones podremos frecuentemente ser malos sacerdotes, y ello se debe a que somos insuficientemente masculinos. Lo cual no se remedia con llamar al sacerdocio a quienes no son en absoluto masculinos. Determinado hombre puede ser un muy mal marido; pero no se puede solucionar el problema cambiando los roles. El varón puede resultar una mala pareja en el baile: la solución es que los varones asistan más diligentemente a clases de baile, y no que de ahora en adelante se ignore en las salas de baile las diferencias de sexo y que se trate a todos los bailarines como neutros. Tal cosa, por cierto, sería eminentemente sensible, civilizada e ilustrada; pero, de nuevo, «no sería ni de lejos un auténtico baile».

Este paralelo entre la Iglesia y el baile no es tan antojadizo como se podría pensar. La Iglesia debiera ser más como un baile que como una fábrica o un partido político. O, para decirlo más apropiadamente, fábrica y partido político están en la circunferencia y la Iglesia en el centro, en tanto que el baile está a medio camino. La fábrica y el partido político son creaciones artificiales -son sólo lo que el impulso humano puede hacer de ellos. En ellos no encontramos a los seres humanos en su concreta plenitud, sino sólo en cuanto «mano de obra» o «votos». Por cierto, no uso el término «artificial» en ningún sentido peyorativo: estos artificios son necesarios. Pero porque son artificios nuestros, podemos en ellos cambiar, borrar y experimentar como queramos. En cambio, el baile existe para estilizar algo que es natural y que se refiere a los seres humanos completos, el cortejo. No podemos aquí cambiar o interferir tanto. Con la Iglesia estamos todavía más cerca del centro: aquí no manejamos al varón y la mujer solamente como hechos de la naturaleza, sino que los enfrentamos como sombras vivas y misteriosas de realidades que están infinitamente fuera de nuestro manejo y muy lejos de nuestro conocimiento directo. Más todavía: no las manejamos sino que, como nos daremos cuenta apenas queramos manipularlas, somos manejados por ellas.

 

Traducido por Agusto Merino Medina

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 [1] Este artículo fue escrito por Lewis en 1948.

 [2] Escena tomada de la novela «Pride and prejudice» de Jane Austen, cap. 11.

 [3] Hay que recordar que Lewis fue anglicano.

 [4] La mayoría de los exégetas católicos no está de acuerdo con esto.

 [5] Ver Hechos de los Apóstoles 21, 9.

 

Publicado originalmente en la revista Humanitas 

Reproducido por el blog Bensonians, con esta Nota:

Ahora no solamente tendrán «sacerdotisas», sino que también «obispesas» o cómo quiera que se escriba. La iglesia de Inglaterra va de mal en peor y viendo este panorama uno se pregunta si C.S. Lewis seguiría siendo anglicano si estuviera vivo. Según se lee en este ensayo suyo traducido hace unos años en la Revista Humanitas y que copio íntegramente, creo que no.

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20 comentarios

últ
Digo por delante q no quiero el sacerdocio para las mujeres. Pero las razones son otras.
Es una arbitrariedad decir que un mal sacerdote es insuficientemente masculino. Es insuficientemente cristiano. Es insuficientemente persona. Pero el hecho de que CS Lewis diga insuficientemente masculino, lo mismo que las imágenes utilizadas para el matrimonio, lo que sí reflejan es la incapacidad de la mayor parte de los varones para ver a las mujeres como personas e imagen de Dios. Pero es cierto que eso no cambiaría si hubiera sacerdotisas. Está comprobado que en ese caso proyectarian sobre el ministerio sacerdotal su defectuosa manera de considerar a las mujeres. El machismo no tiene remedio, y es deber de los fuertes en la fe que saben que en Cristo no hay varón ni mujer y que el varón y la mujer son igualmente imagen de Dios, sostener la fe débil de los machistas para que no proyecten sobre Dios su idea defectuosa de la mujer. Otra cosa será en la realidad resucitada, en donde serán capaces de ver a las mujeres como personas y no como "costillas".
20/07/14 12:03 PM
José Pablo
Una vez más, Lewis dá en el clavo. Esto es teología escrita de rodillas.
20/07/14 1:36 PM
Horacio Castro
Admirable Clive Staples Lewis. “Los partidarios de la teología liberal y modernista, y especialmente de la Crítica Bíblica lo cuestionan diciendo que no es teólogo, pero no hay teólogo en Gran Bretaña en todo el siglo 20 que tenga una influencia comparable a la de Lewis, particularmente en la defensa de la fe histórica. Dice Lewis: Yo puedo esperar justicia y aún cortesía de ateos y mucho más de parte de católicos romanos, pero de los modernistas tengo que aguantar amargura y rencor como cosa natural” (Dr. Theo G. Donner)”. Tenía que ser InfoCatólica la que honrara la coherencia cristiana de Lewis.
21/07/14 1:12 AM
Luis López
Lo asombroso, lo increíble, lo que me deja en suspenso es que este hombre -escribiendo estas maravillas y tantas más, plenas de verdadera fe cristiana y sentido común- no diera el paso lógico, coherente, natural e inevitable que dieron sus compatriotas Newman, Chesterton, Vaughan o Benson al convertirse al catolicismo.

O le faltó coherencia o le faltó tiempo. Creo que más lo segundo.
21/07/14 11:14 AM
Pacote
¡Que manera más lúcida y sabia de explicar el porqué las mujeres no pueden ejercer el sacedocio ministerial en la Iglesia!
21/07/14 6:52 PM
rastri
Partiendo del universal principio evolutivo creacional de que todos, -tanto trigo como cizaña- tenemos el mismo origen, pero que a medida que crecemos y nos definimos en nuestra individualidad personal nos diferenciamos unos de otro; Hemos de admitir que en este proceder de involución creadora, todo lo que es población en este Universo al final según sea el grado de albedrío personal definido, es diferente lo uno de lo otro. Sea esto animado o inanimado; racional o irracional.

Dicho de otro modo y por lo que aquí respecta apoyado en exégesis teologal de Génesis: Mientras haya hombres que pueden ser consagrados para servir a Dios. No cabe que mujer alguna deba ocupar el lugar del hombre. Pues si bien es cierto que según el proceso evolutivo de las especies, la mujer está un peldaño por debajo de la del hombre.

Y aquí el Génesis: Siendo la mujer creada -en sueño y costilla de hombre sacada- de un todo llamado hombre; Ésta -la mujer como parte de un todo- nunca puede ser mayor o igual a el todo llamado el hombre-.
22/07/14 10:36 AM
Inés
"Why the Ordination of Women is a Tragic Mistake" es una entrada al blog de un sacerdote católico inglés. Se busca con Google. Lo interesante de su opinión me parece es que es un promotor de la unidad de los cristianos y seguidor de una revelación privada que profetiza esa unión primero con los ortodoxos. El núcleo de su argumento es que la subordinación de la mujer al hombre es fruto del pecado. La superación de esa subordinación por Cristo es el servicio. Y su exégesis de Mateo 20:20-28 me parece novedosa. Me parece muy interesante sus argumentos contra el ordenamiento de mujeres porque no se queda sólo en el "no se puede por" sino que va más profundo, va al por qué de esta errada innovación. Va en la línea del Santo Padre quién ve en ese deseo y acto de ordenación de mujeres un claro rasgo de clericalismo, o sea la concepción del sacerdocio ordenado como poder. Pienso que Dios permite estos experimentos porque luego barrerá con ellos destruyendo los errores que les dan sustento, entre ellos la idea de la inferioridad natural de la mujer respecto al varón y la jerarquía en la Iglesia como poder político masculino.
22/07/14 6:06 PM
últ
Interesantisimo comentario de Inés. Buscaré ese link.
23/07/14 7:14 PM
Horacio Castro
Nuestro Señor Jesucristo no instituyó el sacerdocio para afeminados ni para empoderar mujeres.
23/07/14 10:23 PM
Armando Guerra
Recomiendo leer el libro "Mero Cristianismo " de C.S. Lewis
25/07/14 1:33 AM
Scout
El misterio oculto que está de telón de fondo, y por el cuál llamamos Padre a Dios, y no le llamamos Madre, a parte de porque Jesús nos lo enseñó así, es, que de la sexualidad masculina parte la vida que recibe e incuba la sexualidad femenina. En la sexualidad masculina se esconde el misterio de la primacía de la Gracia que genera y regenera a los hombres.Si hubiera mujeres sacerdotes, rompería es signo sacramental que nos hace reconocer la paternidad de Dios, la virilidad de Cristo, la fecundidad del Espíritu y la maternidad de la Iglesia. Las pilas bautismales ya no serían pilas con forma de útero -como lo han sido siempre-, sino promontorios semejantes a un pene. Y no se derramaría agua. Si Dios fuera significado por una mujer, entonces el cristianismo sería un esfuerzo insoportable por la unión con él, como los son las religiones de oriente, y como lo eran las religiones antiguas en las que había sacerdotisas. Ver a un sacerdote me recuerda que Dios me amó primero, que me da su gracia, y que a mí, como Iglesia, y a ejemplo de María, me toca decir "sí, lo guardo en mi corazón para que florezca algún día". Gracias por el artículo. Entre este y el de J.Ratzinger, sobre la realidad sacramental del sacerdocio tengo material de sobra para una empresa que deseo llevar a cabo.
26/07/14 1:53 PM
Para Ult
Ult, no lo pillas. Somos insuficientemente masculinos porque para Dios somos femeninos. La Iglesia es mujer. La Iglesia recibe de Dios la gracia. Seremos suficientemente masculinos en la medida que nos configuremos con Cristo Esposo. No hay nada de machismo en esa expresión. Sólo muestra que no tenemos fuerza para realizar semejante misión, que no somos dignos. Y no, no somos iguales, el hombre es diferente a la mujer. Iguales en dignidad, pero diferentes en la identidad. Y bendita diferencia, porque así somos complementarios, y aprendemos que Dios es padre porque la vida y la gracia proceden de él. Nosotros solo incubamos.
26/07/14 2:09 PM
Horacio Castro
Mujeres y varones, todos somos como Iglesia novia de Jesucristo.
27/07/14 5:53 PM
ult
Para "para ult"
Lo pillo perfectamente.
Comentarios tan alucinantes y absurdos como Scout con su exaltación de la sexualidad masculina a la que le atribuye toda clase de maravillas, desde la absurda idea precientífica de que "de la sexualidad masculina parte la vida que recibe e incuba la sexualidad femenina" (la vida no surge por lo visto en el mismo instante de la unión del óvulo y el espermatozoide, se supone que por voluntad conjunta de un varón y una mujer: resulta que estamos aún en lo de la forma la materia y el machismo ideológico del aristotelismo precientífico)
El colmo lo redondea con la seudoidea parida de que "En la sexualidad masculina se esconde el misterio de la primacía de la Gracia que genera y regenera a los hombres"
Me voy a ahorrar comentar su proyección sobre objetos de culto de sus propias obsesiones sexuales.

Y por otro lado, esa idea de que para Dios la Iglesia es mujer, es proyectar sobre la realidad de Dios las metáforas ideadas por hombres q no se corresponden con la realidad.
Pero se da el contrasentido de q si pensáis así, deberíais procurar ser suficientemente femeninos para q vuestra alma femenina se uniera a vuestro masculino Dios. Y esto valdría para varones y mujeres, sacerdotes o no.

Dios no es varón ni mujer y la mujer es tan imagen de Dios como el varón, según dijo Jesús mismo citando Gn1.

La Iglesia es una comunidad de personas y cuerpo místico de Cristo q es su cabeza. ¿Intentarán entonces ser más cabeza? Cristo no hay
7/08/14 12:53 PM
ult
Se ha cortado el comentario por los caracteres.
Cristo no hay más que uno, quería decir.
Y todos los demás somos hermanos.

Saludos en Cristo y paz y bien.
7/08/14 3:48 PM
Horacio Castro
ult. Tienes todo el glamour de una intelectual rebelde. Pero los Evangelios y el Antiguo Testamento ya están escritos. También hay una Tradición y un Magisterio. Por otra parte, leer a C.S. Lewis nos enriquece como cristianos. Saludo.
8/08/14 12:22 PM
ult
Estimado hermano en Cristo,
No tengo ningún glamour, ni deseo tenerlo.
No soy una intelectual, ni quiero serlo.
No soy rebelde, simplemente no me conformo con menos que la Verdad.
Aunque antes de estar escritos, fueron tradiciones orales, sé muy bien que los Evangelios están escritos: en esa buena noticia de Jesús, Camino, Verdad y Vida, está el centro de mi interpretación del mundo, porque como cristiana creo que Jesucristo es el centro, el criterio, la clave de toda interpretación del mundo.
Sé que el Antiguo Testamento está escrito, así ha podido llegar hasta nosotros, para que podamos ver el camino seguido por un pueblo en su relación con Dios, en su comprensión de Dios, desde el politeísmo al henoteísmo y desde el henoteísmo al monoteísmo y desde el monoteísmo a Jesucristo, que está por encima de la ley y los profetas y dialoga con ellos de tú a tú, pero es el único Hijo Amado del Padre a quien tenemos que escuchar. Por él fueron hechas todas las cosas.
El único Dios se revela por Jesucristo como un misterio de amor trinitario, Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Y se cumple la profecía de Jeremías 31,33 y ss. y estamos en el NT.
Saludos en Cristo.
8/08/14 2:28 PM
últ
P.S.
Estimado Horacio Castro, olvidaba decirle, que por supuestro reconozco una Tradición y un Magisterio que tienen como único Maestro a Jesús y como centro de la Tradición su evangelio.
Soy católica, pero aunque CS Lewis no lo fuera, desde luego lo parece. Y sí, leer a CS Lewis me enriquece en muchos puntos, pero en el que critico aquí, desde luego que no.
La película "Tierras de penumbra" sobre su vida, me gustó mucho. Sus ideas, unas más y otras menos, pero es interesante de todos modos. Su Narnia, no está nada mal.
8/08/14 2:34 PM
Horacio Castro
Buenísimo ult. Y por supuesto que como legado Lewis nos deja una obra mucho más extensa que Narnia. Saludos.
8/08/14 2:58 PM
Despistado
Veo todas las opiniones interesantes ,y muy elaborado el razonamiento de C. S . Lewis.Añado mi humilde e ignorante opinión: Creo no sólo en la igualdad sino en la superioridad de la mujer. Luego en la realidad cada cual es como es. Hay hombres buenísimos , malísimos, mujeres buenísimas , malísimas, y además todos y todas los del montón. Por eso hoy en día creo que lo fundamental para seguir con la tradición del sacerdocio en los hombres, no es la superioridad de nadie ( ni del hombre ni de la mujer) , es simplemente por hacer caso a lo que hizo Jesucristo: Eligió a los Apóstoles, que eran hombres. No sabemos por qué. Sólo lo sabe Dios. Por eso la Iglesia, muy prudentemente no se atreve a cambiar la norma que de hecho creó Jesucristo y siguieron sus discípulos. Creo que no hay más disquisiciones para el caso, si no la Iglesia Católica ya habría cambiado la norma. Es simplemente por Fidelidad y Respeto a lo que Jesucristo instituyó.Si algún día Dios ordena a la Iglesia que cambie de norma, inspirada por el Espíritu Santo en El Papa, los Obispos ,en Concilio , será porque el Señor lo mande. Pero hoy por hoy La Iglesia hace muy bien en seguir la tradición de Nuestro Señor Jesucristo.
26/01/16 1:04 PM

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