(EP/InfoCatólica) «Al mundo de hoy no le gusta escuchar la palabra solidaridad, algunos piensan que es una palabrota pero es una palabra cristiana», ha expresado.
Francisco ha pedido «creatividad» y les ha exigido «que se ayuden los unos a los otros». Durante su visita pastoral a la región italiana de Molise, les ha animado «construir cosas grandes y sólidas» y a alejarse de la «cultura de lo provisional» que «no hace bien porque te oscurecer la mente y enfriar el corazón». «Un joven no puede estar quieto. La vida no es vagar sin rumbo ni ser un errante. La vida ha sido hecha para caminarla», ha clamado.
En este sentido, ha denunciado que la sociedad contemporánea que impone «la cultura de lo provisional» porque no ofrece un «clima favorable» a formar «una vida estable con sólidos lazos, construidos sobre la roca del amor y la responsabilidad más que en la emoción».
Así ha criticado la primacía de «la aspiración a la autonomía individual» que se sobrepone a todo hasta el punto de poner en duda con facilidad «elecciones importantes» y «ponderadas». El Papa ha dicho que de esta manera se alimenta «la superficialidad en las responsabilidades».
En otro momento de su discurso, ha pedido a los jóvenes que si se encuentran «vagando sin rumbo por el mundo» que paren y tomen la salida «porque no se puede quemar la vida errando sin rumbo».
Por otro lado, ha clamado ante miles de jóvenes «el que corazón del ser humano aspira a grandes cosas, a los valores importantes, a amistades profundas, a los lazos que se fortalecen en las pruebas de la vida en lugar de romperse» al tiempo que ha recalcado que el hombre «aspira a amar y a ser amado» que s la aspiración «más profunda». Francisco ha criticado duramente la cultura de lo provisorio porque no solo «no exalta la libertad» sino que priva del «verdadero destino» y de las «metas más verdaderas y auténticas».
«Es triste llegar a cierta edad, mirar el camino que se ha recorrido y ver que ha estado hecho con trozos, sin unidad, todo provisional», ha lamentado.
Discurso del Papa Francisco a los jóvenes de los Abruzos y Molise
Queridos jóvenes, les doy las gracias por su presencia numerosa y alegre. Agradezco a Mons. Pietro Santoro por su servicio a la pastoral juvenil; y gracias a ti, Sara, que te has hecho portavoz de las esperanzas y preocupaciones de los jóvenes de los Abruzos y Molise.
El entusiasmo y el clima de fiesta que ustedes saben crear son contagiosos. Están abiertos a la esperanza y deseosos de plenitud, de dar significado a su futuro, a su vida entera, de entrever el camino adecuado para cada uno de ustedes y elegir el camino que les traiga serenidad y realización humana.
Por un lado, están en busca de lo que realmente cuenta, de lo que permanece estable en el tiempo y es definitivo, en búsqueda de respuestas que iluminen sus mentes y calienten su corazón no sólo por el espacio de una mañana o un corto tramo de camino, sino para siempre. Por otro lado, sienten un fuerte miedo al fracaso, miedo a involucrarse demasiado en las cosas, la tentación de dejar siempre abierta una pequeña vía de escape, que por si acaso pueda siempre abrir nuevos escenarios y posibilidades.
La sociedad contemporánea y sus modelos culturales predominantes – la «cultura de lo provisorio» - no ofrecen un clima propicio para la formación de elecciones de vida estables con relaciones sólidas, construidas sobre la roca del amor y de la responsabilidad en lugar de la arena de la emoción. La aspiración a la autonomía individual es empujada al punto de poner siempre todo en discusión y de romper con relativa facilidad elecciones importantes y ampliamente ponderadas, recorridos de vida emprendidos libremente con compromiso y dedicación. Esto alimenta superficialidad en la asunción de responsabilidades, porque en lo profundo del alma ellas arriesgan con ser consideradas como algo de lo que uno se puede liberar.
Aun así, queridos jóvenes, el corazón del ser humano aspira a grandes cosas, a valores importantes, a amistades profundas, a lazos que en las pruebas de la vida se fortalecen en lugar de romperse. El ser humano aspira a amar y ser amado, en modo definitivo. La cultura de lo provisorio no aumenta nuestra libertad, sino que nos priva de nuestro verdadero destino, de las metas más verdaderas y auténticas. ¡No se dejen robar el deseo de construir en su vida cosas sólidas y grandes! ¡No se den por contentos con metas pequeñas! Aspiren a la felicidad, tengan la valentía, el coraje de salir de sí mismos y de jugarse en plenitud su futuro junto con Jesús.
Solos no podremos. Frente a la presión de los eventos y de las modas, solos no lograremos encontrar el camino justo, y si lo encontramos, no tendremos la fuerza suficiente para perseverar, para afrontar las subidas y los obstáculos imprevistos. Y aquí entra a tallar la invitación del Señor Jesús: «Si quieres… sígueme». Nos invita para acompañarnos en el camino. Solamente juntos con Jesús, rezándole y siguiéndolo encontramos claridad de visión y fuerza para ir adelante. Él nos ama definitivamente, nos ha elegido definitivamente, se ha donado definitivamente a cada uno de nosotros. Es nuestro defensor y hermano mayor y será nuestro único juez. ¡Qué bello es poder enfrentar las vicisitudes que se suceden en la existencia en compañía de Jesús, tener con nosotros su Persona y su mensaje! Él no quita autonomía o libertad; al contrario, robusteciendo nuestra fragilidad, nos permite ser verdaderamente libres, libres para hacer el bien, fuertes para continuar haciéndolo, capaces de perdonar y capaces de pedir perdón.
Dios no se cansa de perdonar. Él perdona definitivamente, cancela y olvida nuestro pecado si nos dirigimos a Él con humildad y confianza. Él nos ayuda a no desalentarnos en las dificultades, a no considerarlas insuperables; y entonces, confiándose en Él, echarán nuevamente las redes para una pesca sorprendente y abundante, tendrán coraje y esperanza también en el enfrentar las dificultades que derivan de los efectos de la crisis económica. El coraje y la esperanza son dotes de todos pero en particular caracterizan a los jóvenes. El futuro está en las manos de Dios, Y Jesús, el Hijo Unigénito, nos asegura que son las manos de un Padre providente. Esto no significa negar las dificultades y los problemas, sino verlos, éstos si, como provisorios e superables. Las dificultades, las crisis, con la ayuda de Dios y la buena voluntad de todos pueden ser superadas, vencidas, transformadas.
Estamos reunidos ante al Santuario de la Virgen Dolorosa, levantado en el lugar donde dos jóvenes de esta tierra, Fabiana y Serafina, en 1888 tuvieron una visión de la Madre de Dios mientras trabajaban en el campo. María nos socorre siempre: cuando trabajamos y cuando estamos en busca de trabajo, cuando tenemos las ideas claras y cuando estamos confundidos, cuando la oración brota espontánea y cuando el corazón es árido. María es la Madre de Dios, madre nuestra y madre de la Iglesia. Tantos hombres y mujeres, jóvenes y ancianos se han dirigido a Ella para decirle gracias y suplicar una gracia. María nos lleva a Jesús, nuestra paz. Recurramos a Ella confiados en su ayuda, con coraje y esperanza. El Señor bendiga a cada uno de ustedes y a sus familiares.