(EFE/InfoCatólica) El helicóptero militar jordano que trasladó al pontífice desde Ammán aterrizó a las 9:30 horas (6:30 GMT) cerca del campo de refugiados palestinos de Dheisheh, desde donde el Papa se trasladó a la sede de la presidencia para reunirse con el presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Mahmud Abas.
Actos en Belén
El papa Francisco volvió a reclamar la paz entre palestinos e israelíes a su llegada a Belén. «Es hora de poner fin al sufrimiento y tener la valentía de la paz, que traerá incontables beneficios para los pueblos de esta región y para todo el mundo, los cristianos anhelan seguir contribuyendo al bien común», ha dicho durante la ceremonia de bienvenida, manifestando su gratitud al presidente del Estado de Palestina, Mahmoud Abbas, con un saludo cordial a los representantes del Gobierno y a todo el pueblo palestino.
El Pontífice ha querido así alentar «desde lo más profundo de su corazón» en Belén, donde nació Jesús, «el Príncipe de la Paz», y por el bien de todos, a poner fin a las «dramáticas consecuencias» de la duración del conflicto en Oriente Medio. En este sentido, ha exhortado a emprender con sabiduría «el precioso camino de la paz, para que las espadas se transformen en arados y esta Tierra vuelva a florecer en la prosperidad y en la concordia».
Reiterando su cercanía a los que sufren ante esta situación, «cada vez más dolorosamente inaceptable», el Papa ha señalado la «apremiante necesidad de que se redoblen pues los esfuerzos y las iniciativas para crear las condiciones de una paz estable, basada en la justicia, en el reconocimiento de los derechos de cada uno y en la recíproca seguridad».
«Ha llegado el momento de que todos tengan la audacia de la generosidad y creatividad al servicio del bien, el valor de la paz, que se apoya en el reconocimiento, por parte de todos, del derecho de dos Estados a existir y a disfrutar de paz y seguridad dentro de unos confines reconocidos internacionalmente».
Por ello, ha animado a los pueblos palestino e israelí, así como a sus respectivas autoridades, a emprender este «feliz éxodo» hacia la paz con la valentía y la firmeza necesaria para todo éxodo, según informa Radio Vaticano. «La paz basada en la seguridad y la mutua confianza será el marco de referencia estable para afrontar y resolver los demás problemas y una ocasión para un desarrollo equilibrado, que sirva de modelo para otras áreas en crisis», ha afirmado el Obispo de Roma.
Refiriéndose con afecto a la activa comunidad cristiana, también ha recordado que los cristianos desean seguir desempeñando su significativa contribución al bien común de la sociedad, participando de las alegrías y sufrimientos de todo el pueblo como ciudadanos de pleno derecho, junto con los demás ciudadanos a los que consideran como hermanos. Finalmente, también ha reclamado la libertad religiosa para los católicos de la región.
Una vez terminado el encuentro, Bergoglio se desplazó hasta la plaza del Pesebre, donde celebró una misa ante más de 8.000 personas llegadas de todos los rincones de Palestina. El Papa llegaba a la plaza sobre las 11.00 horas–después de romper el protocolo para bajarse a rezar en el muro de separación entre Belén y Jerusalén–y ha pasado en el Papamóvil saludando a la multitud de fieles. Tras unos minutos de expectación en los que el papa Francisco ha entrado en la Basílica, el Pontífice ha vuelto a salir y ha subido al altar junto a todos los concelebrantes para comenzar la Eucaristía.
El papa Francisco hizo una cerrada defensa de la infancia en la homilía, en la que dijo que los niños son el «diagnóstico» que permite conocer el estado de salud de las familias y las sociedades, y pidió por ello protegerlos. Denunció la situación de aquellos menores que se ven obligados a emigrar y a refugiarse, o combatir en las guerras, signo de que la sociedad no goza de salud.
«Aquí tenéis la señal. El Niño Jesús nacido en Belén, todo niño que nace y crece en cualquier parte del mundo, es signo, diagnóstico, que nos permite comprobar el estado de salud de nuestra familia, de nuestra comunidad, de nuestra nación», afirmó. «Todavía hoy muchos son explotados, maltratados, esclavizados, objeto de violencia y de tráfico ilícito. Demasiados niños son hoy prófugos, refugiados, a veces ahogados en los mares, especialmente en las aguas del Mediterráneo», denunció. Una situación, dijo el Papa, que debe hacer al mundo en general, y a los cristianos en particular, reflexionar y «avergonzarnos hoy delante de Dios, el Dios que se ha hecho Niño».
Francisco destacó que «el Niño Jesús, nacido en Belén, es el signo que Dios dio a los que esperaban la salvación». Y aseveró que «(ese niño) permanece para siempre como signo de la ternura de Dios y de su presencia en el mundo (...) Aquí tenéis la señal: encontraréis un niño». «El Niño de Belén es frágil, como todos los recién nacidos. No sabe hablar y, sin embargo, es la Palabra que se ha hecho carne, que ha venido a cambiar el corazón y la vida de los hombres», subrayó en una plaza donde los niños palestinos, con banderas palestinas y del Vaticano, fueron también protagonistas. «Este Niño, como todo niño, es débil y necesita ayuda y protección. También hoy los niños necesitan ser acogidos y defendidos desde el seno materno», abundó.
E insistió en que, junto a las tecnologías más avanzadas, en nuestro mundo «hay todavía por desgracia niños en condiciones inhumanas, que viven al margen de la sociedad, en las periferias de las grandes ciudades o en las zonas rurales». Por lo que «debemos preguntarnos: ¿Quiénes somos nosotros ante Jesús Niño? ¿Quiénes somos ante los niños de hoy? ¿Somos como María y José, que reciben a Jesús y lo cuidan con amor materno y paterno? ¿O somos como Herodes, que desea eliminarlo?».
El papa Francisco hizo un llamamiento a los presidentes de Autoridad Nacional Palestina (ANP), Mahmud Abas, y de Israel, Simón Peres, para lograr la paz y ofreció «su casa» en el Vaticano para este proyecto. «Ambos buscan la paz, y esta puede llegar a través de cosas pequeñas... Puede ser difícil lograrla, pero vivir sin paz es un sufrimiento», dijo el pontífice antes de iniciar el rezo del Regina Coeli.
Minutos después, el portavoz del Vaticano, Federico Lombardi, confirmó que se trata de una invitación formal a ambos líderes para hablar de paz «en un sentido religioso» y dijo que la intención del pontífice es que este encuentro pueda tener lugar en el Vaticano en un breve espacio de tiempo. Ambos mandatarios han aceptado, a lo largo del día, el ofrecimiento.
Durante la oración del «Regina Coeli» en la plaza del pesebre de Belén, el pontífice anunció, asimismo, su deseo de regresar pronto a Tierra Santa para visitar los lugares cristianos de Galilea, en particular Nazaret, que han quedado al margen de esta primera peregrinación.
«Mientras nos preparamos para concluir esta celebración, dirigimos nuestro pensamiento a María Santísima, que precisamente aquí en Belén dio a luz a su hijo Jesús. La Virgen es la persona que más ha contemplado a Dios en el rostro humano de Jesús», afirmó. «A Ella encomendamos esta tierra y todos los que la habitan, para que vivan con justicia, con paz y fraternidad. Encomendamos también los peregrinos que aquí llegan para beber de las fuentes de la fe cristiana, algunos de los cuales están presentes también en esta Santa Misa», agregó.
Desde un púlpito situado junto a la basílica que alberga la gruta en la que la tradición sitúa el nacimiento de Jesús, el papa recordó a los más débiles y a los que sufren, para los que también pidió la protección de la Virgen.
«Vela, oh Madre, por las familias, los jóvenes, los ancianos. Vela por todos los que han perdido la fe y la esperanza; consuela a los enfermos, los encarcelados y todos los que sufren; sostén a los Pastores y a toda la Comunidad de los creyentes, para que sean ‘sal y luz’ en esta tierra bendita», pidió. «Contemplando a la Sagrada Familia aquí, en Belén, mi pensamiento se dirige espontáneamente a Nazaret, adonde espero ir, si Dios quiere, en otra ocasión. Abrazo desde aquí a los fieles cristianos que viven en Galilea y aliento la realización del Centro Internacional para la Familia en Nazaret», subrayó. «Encomendamos a la Virgen Santa la suerte de la humanidad, para que se le abra al mundo un horizonte nuevo y prometedor de fraternidad, solidaridad y paz», apostilló.
A continuación ha visitado el campo de refugiados de Dheisheh en Belén, donde el papa Francisco pidió hoy a niños palestinos que «el pasado no les determine la vida» y les remarcó que «la violencia se vence con la paz».
«No dejen nunca que el pasado les determine la vida. Miren siempre adelante, trabajen y luchen por lograr lo que ustedes quieren», fue el mensaje conciliador del Sumo Pontífice ante decenas de chicos que con carteles demandaron el fin de la ocupación de Palestina. «Sepan que la violencia no se vence con la violencia. La violencia se vence con la paz, con el trabajo y la dignidad de llevar la Patria adelante», explicó.
También escuchó el mensaje de un niño palestino que le comentó: «Pese a las pérdidas y la ocupación, tratamos y pedimos vivir en paz». «Somos los hijos de una generación que abrió los ojos bajo una ocupación. Queremos decirle al mundo que se acabe este sufrimiento», añadió.
«Estoy muy contento de visitarlos, ustedes en el corazón tienen muchas cosas y ojalá el buen Dios les conceda lo que están deseando», respondió el Papa. El pontífice saludó uno por uno a los chicos y tras visitar el campo de refugiados se subió al helicóptero rumbo a Jerusalén, adonde llegó a media tarde previo desvío obligatorio a Tel Aviv por razones diplomáticas, pese a que solo ocho kilómetros separan a Belén de la ciudad santa.
Llegada a Israel
En la pista del aeropuerto de Ben Gurion de Tel Aviv, Francisco fue recibido por el presidente de Israel, Simón Peres, y por el primer ministro, Benjamín Netanyahu, entre otros dirigentes de los tres poderes, del Ejército y de las fuerzas de seguridad, según marca el protocolo local.
Durante la ceremonia de bienvenida, el papa Francisco ha reivindicado el derecho del Estado de Israel a existir y a gozar de paz y seguridad dentro de unas fronteras internacionalmente reconocidas y el del pueblo palestino a tener una patria soberana, a vivir con dignidad y a desplazarse con libertad.
«Renuevo el llamamiento que Benedicto XVI hizo en este lugar: Que sea universalmente reconocido que el Estado de Israel tiene derecho a existir y a gozar de paz y seguridad dentro de unas fronteras internacionalmente reconocidas. Que se reconozca igualmente que el pueblo palestino tiene derecho a una patria soberana, a vivir con dignidad y a desplazarse libremente», ha subrayado.
Así, ha deseado «que la solución de los dos Estados se convierta en una realidad y no se quede en un sueño». Según ha recordado, Jerusalén significa «ciudad de la paz» y ha subrayado que «así la quiere Dios y así desean que sea todos los hombres de buena voluntad».
El Papa ha indicado que «desgraciadamente esta ciudad padece todavía las consecuencias de largos conflictos» y que «la necesidad de la paz es urgente, no sólo para Israel, sino para toda la región». Ante esta situación, ha reclamado «que se redoblen los esfuerzos y las energías para alcanzar una resolución justa y duradera de los conflictos que han causado tantos sufrimientos».
Concretamente, ha pedido a quienes tienen responsabilidad «que no dejen nada por intentar en la búsqueda de soluciones justas a las complejas dificultades, de modo que israelíes y palestinos puedan vivir en paz». «Es necesario retomar siempre con audacia y sin cansarse el camino del diálogo, de la reconciliación y de la paz. No hay otro camino», ha insistido el Pontífice.
Por otra parte, ha indicado que un momento «especialmente intenso» de su estancia en Israel será la visita al Memorial de Yad Vashem, en recuerdo de los seis millones de judíos víctimas de la Shoah y ha pedido que «nunca suceda más un crimen semejante». El Holocausto judío, según ha indicado, fue una «tragedia que se ha convertido en símbolo de hasta dónde puede llegar la maldad del hombre cuando, alimentada por falsas ideologías, se olvida de la dignidad fundamental de la persona, que merece respeto absoluto independientemente del pueblo al que pertenezca o la religión que profese». Además, ha recordado que entre las víctimas se cuentan también «muchos cristianos y otras personas».
Por ello, ha propuesto que se promueva, «sin olvidar nunca el pasado», una educación «en la que la exclusión y la confrontación dejen paso a la inclusión y el encuentro, donde no haya lugar para el antisemitismo, en cualquiera de sus formas, ni para manifestaciones de hostilidad, discriminación o intolerancia hacia las personas o los pueblos».
El Papa ha agradecido la acogida y, dado que la brevedad del viaje «limita inevitablemente las posibilidades de encuentros», ha saludado a todos los ciudadanos israelíes y les ha expresado su cercanía, «especialmente» a los cristianos que viven en Nazaret y Galilea.
Encuentro ecuménico
El papa Francisco llegó posteriormente a la ciudad santa de Jerusalén, donde se reunió con el patriarca de la Iglesia de Constantinopla, Bartolome I, en un histórico encuentro ecuménico que pretende recordar el que sus predecesores realizaron hace cincuenta años. Fue recibido en un helipuerto del Monte Scopus (noreste), a unos tres kilómetros de la ciudad vieja, por un grupo de niños de las tres confesiones monoteístas que arropaban al alcalde de la ciudad, Nir Barkat.
Francisco y el patriarca ecuménico de Constantinopla, Bartolome, encabezaron en el Santo Sepulcro una reunión de dirigentes católicos, ortodoxos y de otros ritos para afianzar el camino de la reconciliación cristiana después del Gran Cisma de 1054.
El encuentro, que arrancó en la sede patriarcal de la ciudad vieja de Jerusalén, donde ambos firmaron una declaración conjunta, y prosiguió después sobre la imponente cúpula del Santo Sepulcro, era, según el Vaticano, el hito de la peregrinación que Bergoglio inició el sábado en Ammán y que hoy también le llevó a Belén.
Los máximos representantes de las iglesias de Occidente y Oriente renovaron por escrito los votos de unidad y entendimiento rubricados hace medio siglo, y admitieron que pese a ello, el camino hacia la reconciliación es aún arduo y largo. «Nuestro encuentro fraterno de hoy es un nuevo y necesario paso en el camino hacia aquella unidad a la que sólo el Espíritu Santo puede conducirnos, la de la comunión dentro de la legítima diversidad», afirmaron.
«El abrazo que se dieron el Papa Pablo VI y el Patriarca Atenágoras aquí en Jerusalén, después de muchos siglos de silencio, preparó el camino para un gesto de enorme importancia: remover de la memoria y de la mente de las iglesias las sentencias de mutua excomunión de 1054», recordaron. Un abrazo que, aunque fraternal, deja aún en el tintero retos y cuestiones que exigen un diálogo ecuménico mucho más profundo para comenzar a disiparse, advirtieron.
«Aun siendo plenamente conscientes de no haber alcanzado la meta de la plena comunión, confirmamos hoy nuestro compromiso de avanzar juntos hacia aquella unidad por la que Cristo nuestro Señor oró al Padre para que «todos sean uno», subrayaron. Una unidad que también debe fundamentarse, insistieron, en la defensa de los más desfavorecidos, de la dignidad de la persona humana y de la santidad de la familia basada en el matrimonio, en la promoción de la paz y el bien común y en la respuesta ante el sufrimiento que sigue afligiendo a nuestro mundo».
«Reconocemos que el hambre, la pobreza, el analfabetismo, la injusta distribución de los recursos son un desafío constante. Es nuestro deber intentar construir juntos una sociedad justa y humana en la que nadie se sienta excluido o marginado», recalcaron.
Allí, a escasos metros del pequeño Edículo del Sepulcro, el papa Francisco dijo que ese largo peregrinar debe partir de aquello que une a todos los cristianos y es fundamento de su fe: la resurrección de Jesucristo. «Este anuncio, confirmado por el testimonio de aquellos a quienes se apareció el Señor Resucitado, es el corazón del mensaje cristiano, trasmitido fielmente de generación en generación, como afirma desde el principio el apóstol Pablo», afirmó.
«Lo que nos une es el fundamento de la fe, gracias a la cual profesamos juntos que Jesucristo, unigénito Hijo del Padre y nuestro único Señor, padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos», agregó.
El Papa volvió a admitir las distancias, pero recalcó que estas se pueden acortar «por el impulso del Espíritu Santo». «Somos conscientes de que todavía queda camino por delante para alcanzar aquella plenitud de comunión que pueda expresarse también compartiendo la misma Mesa eucarística, como ardientemente deseamos; pero las divergencias no deben intimidarnos ni paralizar nuestro camino», señaló.
«A este respecto, deseo renovar la voluntad ya expresada por mis Predecesores, de mantener un diálogo con todos los hermanos en Cristo... dejemos a un lado los recelos que hemos heredado del pasado y abramos nuestro corazón a la acción del Espíritu Santo, el Espíritu del Amor y de la Verdad», concluyó.