(Portaluz/InfoCatólica) La historia de Louise, salvada por sus padres del aborto terapéutico, es una de las muchas que demuestran las consecuencias de legalizar la eliminación de seres humanos por supuestas o reales patologías que alguien juzga incompatibles con «una vida digna». Louise Kehoe, quien ahora tiene cuatro años, podría haber sido una de las víctimas de esa pretensión.
A la pequeña le diagnosticaron, cuando aún estaba en el vientre de su madre, una malformación congénita del corazón y un trastorno cerebral, el síndrome de Dandy-Walker, potencialmente peligroso para su vida. Tendría pocas posibilidades de sobrevivir fuera del seno materno, afirmaron. Y, si sobrevivía, sería «con una calidad de vida disminuida».
«Lo primero que nos dijo mi ginecólogo fue: «Vayan a Inglaterra» e insistió señalando: «Mucha gente iría a Inglaterra». Tras hacer una pausa se ofreció a escribir la carta para facilitar allí la realización del aborto», explica su madre, Jennifer, quien tiene otros cinco hijos. Pero ella y su marido, John, médico general, tenían otros planes: «Decidimos que le daríamos a nuestra hija una oportunidad en la vida, por larga o corta que pudiera ser».
Y van ya cuatro años de una vida dura, pero con excelentes perspectivas que el rostro alegre de la propia Louise parece celebrar. Dura, porque a su corta edad Louise ha enfrentado tres operaciones de corazón. Pero su desarrollo cognitivo es absolutamente normal, y su expectativa de vida, la de cualquier otro niño: «Larga y normal» reitera la madre.
«El aborto terapéutico estaba tan lejos de nuestros pensamientos que quedamos impactados cuando nos lo propusieron», recuerda Jennifer. Incluso destaca que durante el embarazo se sintieron «juzgados y reprochados» por haber decidido tener a Louise. «Pero estoy feliz de haber dicho que no. De haber aceptado no habría podido disfrutar de esta adorable pequeñita que con su amor nos ha robado el corazón».