(RV/InfoCatólica) El Papa reafirmó esta verdad oponiéndola al exceso de burocratización que a veces en la Iglesia puede obstaculizar el acercamiento de las personas a Dios. Y afirmó que el modelo al que hay que referirse es el del Apóstol Felipe, quien en el pasaje de los Hechos de los Apóstoles destaca las tres cualidades cristalinas de un cristiano, a saber: docilidad al Espíritu, diálogo y confianza en la gracia.
La primera de las cualidades mencionadas se desprende a partir del momento en el que el Espíritu pide a Felipe que interrumpa sus actividades y que alcance la carroza en la que está viajando, entre Jerusalén y Gaza, el ministro de la reina de Etiopía:
«Él, Felipe, obedece, es dócil a la llamada del Señor. Seguramente dejó tantas cosas que tenía que hacer, porque los Apóstoles en aquel tiempo estaban muy ocupados en la evangelización. Deja todo y va. Y esto nos hace ver que sin esta docilidad a la voz de Dios nadie puede evangelizar, nadie puede anunciar a Jesucristo: al máximo se anunciará a sí mismo. Es Dios quien llama, es Dios quien pone a Felipe en camino. Y Felipe va. Es dócil».
Diálogo necesario
Para Felipe el encuentro con el ministro etíope se convierte en una ocasión de anuncio del Evangelio. Pero este anuncio –explicó Francisco– no es una enseñanza caída desde lo alto, impuesta. Es un diálogo, que el Apóstol inicia respetando la sensibilidad espiritual de su interlocutor, que está leyendo, sin logar comprenderlo, un pasaje del Profeta Isaías:
«No se puede evangelizar sin el diálogo. No se puede. Porque tú debes partir precisamente de donde está la persona que debe ser evangelizada. ¡Y cuán importante es esto! ‘Pero, padre, se pierde tanto tiempo, porque cada uno tiene su propia historia, viene con esto, con sus ideas...’. Y pierde tiempo… Más tiempo perdió Dios en la creación del mundo ¡y la hizo bien! El diálogo. Perder el tiempo con la otra persona, porque esa persona es la que Dios quiere que tú evangelices, a la que tú le des la noticia de Jesús, es más importante. Pero como es, no como debe ser: como es ahora».
Las palabras de Felipe suscitan en el ministro etíope el deseo de ser bautizado y en el primer curso de agua, a lo largo del camino, así sucede. Felipe administra el Bautismo al etíope, «lo pone – observó el Papa – en las manos de Dios, de su gracia». Y el papa Francisco destacó que el ministro, a su vez, será capaz de generar la fe y «quizá esto –concluyó el Papa– nos ayude a entender mejor que quien evangeliza es Dios»:
«Pensemos en estos tres momentos de la evangelización: la docilidad para evangelizar; hacer lo que Dios manda, según el diálogo con las personas –pero en el diálogo, se parte desde donde ellas están– y tercero, encomendarse a la gracia: es más importante la gracia que toda la burocracia. ‘¿Qué lo impide?’. Recordemos esto. Y tantas veces nosotros en la Iglesia somos una empresa para fabricar impedimentos, para que la gente no pueda llegar a la gracia. Que el Señor nos haga comprender esto».