(InfoCatólica) En esta ocasión Infocatólica le ha entrevistado ante la proximidad de las elecciones al parlamento europeo.
Prof. Soler Gil, usted ha escrito con frecuencia, también en Infocatólica, sobre temas relacionados con la ciencia y la fe. ¿Resulta adecuado que un filósofo de la ciencia tome partido en cuestiones políticas?
Más que adecuado, yo diría que en ocasiones puede llegar a ser incluso un deber, al menos para un filósofo que trate de adoptar una perspectiva cristiana. Todo el mundo conoce la famosa frase de Ortega y Gasset: «yo soy yo y mi circunstancia». Sin embargo, la frase completa añade esto: «... y si no la salvo a ella, no me salvo yo». Y esta es una tesis obvia para el pensamiento cristiano: no podemos desentendernos de lo que pasa a nuestro alrededor, en nuestro país. Dios ha creado al hombre como un ser social, y nos ha dado un mandato de cuidado mutuo.
A su juicio, ¿cuáles son los problemas más graves que afectan a España en estos momentos?
Problemas no faltan, desde luego, y serios. Desde el estancamiento de la economía en una situación de altísimo desempleo, a la hipertrofia de un estado cuya sed de gastos y de endeudamiento parece no tener freno. Más aún, dicha hipertrofia va acompañada de una acusada debilidad del estado frente a tendencias centrífugas que podrían acabar rompiendo nuestro marco de convivencia actual.
No obstante, sin negar la importancia de tales cuestiones, todas ellas palidecen frente a un problema mucho más radical, y es que nuestro estado hace ya décadas que ha dejado de garantizar el derecho a la vida. No sólo no lo garantiza, sino que ha dispuesto toda una serie de mecanismos para facilitar la destrucción de vidas humanas en determinadas circunstancias o plazos. Hacer lo posible para cambiar este estado de cosas, y para acabar con el negocio que se ha ido estableciendo con la muerte de inocentes, es imperativo.
El ministro de justicia, D. Alberto Ruiz Gallardón, está intentando sacar adelante una reforma de la actual ley del aborto...
... una reforma que resultaría insuficiente, por supuesto, pero que tendría al menos un valor simbólico: sería la primera vez, desde el inicio de la democracia, que en España un gobierno de centro-derecha se atreve a dar un paso en la dirección contraria a la que le marca la ideología de la izquierda sesentayochista. Por eso, cuando el ministro de justicia anunció la inminente presentación de la nueva ley, publiqué un artículo en el diario ABC de Sevilla, titulado «Gallardón al Rubicón», en el que advertía que, antes de dar ese pequeño paso, los dirigentes del PP deberían plantearse si están dispuestos a librar la gran batalla cultural que seguiría a la nueva ley. Mi artículo concluía advirtiendo que, si no están dispuestos a librarla, sería mejor que desistieran de lanzar un desafío que no iban a poder sostener.
Evidentemente, no pretendía con ello disuadir al partido en el gobierno de emprender esa ruta. Más bien me hubiera gustado animarles a emprenderla con todas sus consecuencias. Pero, meses después, parece ya evidente que los dirigentes del partido popular han decidido no cruzar el Rubicón.
La tramitación de la ley de Gallardón se prolonga indefinidamente, se anuncian todo tipo de rebajas en el proyecto inicial, y cada día se alzan nuevas voces de cargos públicos del PP que se pronuncian a favor de la actual ley del aborto. ¿Qué se puede hacer ahora?
Considerando lo que ha ocurrido en los últimos meses, y teniendo en cuenta sobre todo las numerosas voces contra la modificación del status quo que están alzándose entre los cargos públicos del PP, apenas cabe ya ninguna duda razonable de que la dirección y los mandos intermedios de este partido, salvo honrosas excepciones, se han entregado con armas y bagajes a la ideología abortista. Por eso, hay que dejar de votar al PP. Sé que pedir esto es difícil para el votante no socialista. Pues llevamos décadas de polarización entre los dos principales partidos, y el votante del PP suele elegir a esta formación para que no gobierne el PSOE...
El voto útil...
El llamado «voto útil», sí, que está resultado muy útil sobre todo para los que viven del sistema actual de partidos. Puesto que estabiliza los apoyos que una formación recibe, pese a toda traición a sus votantes.
No. Es preciso romper estas cadenas. En cualquier caso, el votante cristiano debería tenerlo claro: No se puede votar a un partido que no aspira a reestablecer el derecho a la vida para todos. En las circunstancias actuales, bajo la cúpula dirigente actual de ese partido, votar al PP es una acción profundamente inmoral.
¿Y qué opciones quedan entonces?
Hay partidos que defienden ese derecho a la vida que es la base de un estado de derecho que merezca realmente ese nombre. Y, en concreto, de cara a las próximas elecciones europeas, se ha conseguido por primera vez formar una coalición de varios de estos partidos que, con visiones diferentes en muchos aspectos, coinciden en lo más importante: la defensa a ultranza del derecho a la vida, como base para la regeneración de la sociedad. Se llama «Impulso Social», y me parece una opción perfectamente válida. De hecho, yo la voy a votar en estas elecciones.
Una última pregunta. España...¿tiene remedio aún?
Una pregunta muy buena,... y muy difícil. No sé, realmente, si España tiene o no tiene remedio. Pero, ante la duda, habría que aplicar el principio de «por mí que no quede». En eso estamos.