(Fides) El número de refugiados y personas desplazadas - recuerda el arzobispo maronita - ha llegado a la escalofriante cifra de 12 millones de personas, de los cuales 3 millones de expatriados en los países vecinos (Líbano, Jordania, Iraq, Turquía). Millones de estudiantes han interrumpido todas las actividades escolares. Mientras que el embargo afecta a todos, pero especialmente los niños, los pobres, los hospitales y el sector de atención médica».
Los obispos y sacerdotes –explica Mons. Nassar- a veces no saben cómo consolar a los cristianos que «comparten el mismo sufrimiento de sus conciudadanos» y ahora representan «un pequeño rebaño tomado por el miedo».
Ayuda, solidaridad, fe
Sin embargo, en esta situación humanamente insostenible - reconoce el prelado - hay signos de fe y esperanza, luminosos: «la ayuda mutua y la solidaridad se manifiestan de forma espontánea entre las familias pobres que abren sus puertas a los refugiados; hay nuevas iniciativas para el diálogo y la reconciliación entre los enemigos; hay un renacimiento de la fe que fortalece nuestras comunidades. El Evangelio es nuestro punto de referencia y nuestra inspiración. Los fieles vienen a misa, incluso bajo la amenaza de las bombas, y pasan mucho tiempo en oración y adoración de la Eucaristía».
Todos - concluye Mons. Nassar - reciben consuelo «de la mirada de María, Nuestra Señora de la Paz»