(VIS) La primera es nuestro modo de vivir con los demás. «En la Eucaristía -ha explicado- Cristo actúa siempre de nuevo su entrega en la Cruz. Toda su vida fue una total entrega de sí por amor...Por eso le gustaba estar con los discípulos y con la gente que conocía y esto significaba para él compartir sus anhelos y problemas...Cuando nosotros participamos en la misa nos encontramos con tantas personas, pero ¿la Eucaristía me lleva a sentirlos como hermanos y hermanas? ¿Me empuja a ir hacia los pobres, los enfermos, los marginados, a reconocer en ellos el rostro de Jesús?».
Reconocimiento de nuestra condición pecadora
La gracia de sentirnos perdonados y dispuestos a perdonar es la segunda señal. «En realidad quien celebra la Eucaristía no lo hace porque cree que es mejor que los demás, sino porque siente la necesidad de ser siempre acogido y regenerado por la misericordia de Dios, hecha carne en Jesucristo. Si cada uno de nosotros no siente necesidad de la misericordia de Dios, no se siente pecador, es mejor que no vaya a misa. Vamos a misa porque somos pecadores y queremos recibir el perdón de Dios, participar en la redención de Jesús, en su perdón. El «Yo confieso» que decimos al principio, no es una fórmula, es un verdadero acto de penitencia... En ese pan y ese vino que ofrecemos y alrededor de los que nos reunimos, se renueva cada vez el don del cuerpo y la sangre de Cristo por la remisión de los pecados...Tenemos que ir a misa humildemente, como pecadores y el Señor nos reconcilia».
Es obra de Cristo, no nuestra
La relación entre la celebración eucarística y la vida de nuestras comunidades cristianas es la tercera. «Hay que tener siempre claro - ha subrayado Francisco- que la Eucaristía no es algo que hacemos nosotros; no es una conmemoración nuestra de lo que Jesús dijo e hizo. No. Es obra de Cristo; es un don de Cristo, que se hace presente y nos reúne a su alrededor para nutrirnos con su Palabra y su vida. Esto significa que la misión y la identidad de la Iglesia brotan de allí: de la Eucaristía y siempre allí asumen forma... Una celebración puede resultar impecable, bellisíma, desde un punto de vista externo, pero si no nos lleva al encuentro con Jesucristo, corre el peligro de no aportar alimento alguno a nuestro corazón y a nuestra vida. A través de la Eucaristía, Cristo quiere entrar en nuestra existencia y llenarla de su gracia, de modo que en cualquier comunidad cristiana haya coherencia entre liturgia y vida».
El Papa ha finalizado invitando a vivir la Eucaristía «con espíritu de fe y de oración, de perdón, de penitencia, de preocupación por los necesitados y por las necesidades de tantos hermanos y hermanas nuestros con la certeza de que el Señor cumplirá lo que ha prometido: la vida eterna».
Saludo a los checos
Después de la catequesis el pontífice saludó entre otros a una delegación de la República Checa de la que formaban parte un grupo de prelados de la Conferencia Episcopal de ese país en visita «ad Limina». Francisco pidió a todos que rezasen por él y bendijo a la Iglesia y a la población checa así como las coronas para el Baluarte de la Tierra Bohema,un antiquísimo icono de la Virgen María con el Niño Jesús que se venera en Stará Boleslav, a pocos kilómetros de Praga y a la que el pueblo ha recurrido siempre en ocasión de guerras o peligros para el país y la población checas.