(COPE/InfoCatólica) El Papa ha elogiado esta iniciativa que, a lo largo de estos años, persigue el objetivo de Cristo en el Evangelio cuando pide al Padre que «todos sean uno» para que el mundo crea. Desde el lema escogido para este año, que reza «¿Es que Cristo está dividido?», el Santo Padre ha señalado que Cristo no está dividido y que lo que quiere es la unión de todos con Él.
Francisco lamenta la división que hay entre los creyentes, lo cual es un escándalo y debemos reconocerlo con toda humildad. Ante una situación como la de Pablo que denuncia en la comunidad de entonces, que unos se consideren de cefas, otros de Apolo, y otros de Saulo, el Papa recuerda que todos somos de Cristo, y Cristo de Dios. De esta manera es Germen de unidad, algo que nos viene dado por el Bautismo y la fuerza de la Cruz. Y es que si estamos divididos, no haremos creíble el Evangelio que predicamos.
El Santo Padre ha recordado también cómo Pablo exhorta a los fieles de Corinto a aprovechar las Gracias que Dios da, y pide que los creyentes seamos capaces de aceptar los dones sacramentales, que nos ayudarán a superar cualquier tipo de tensión y nos harán una comunidad unida y capaz de dar testimonio.
Francisco ha terminado su catequesis, como ya es habitual, saludando a todos los presentes y haciendo un resumen de sus palabras en los distintos idiomas, invitando a dar gracias a Dios por todos los dones recibidos a lo largo de la vida, lo que nos debe llevar a una profunda conversión del corazón. Finalmente también ha impartido la Bendición Apostólica.
Texto completo de la catequesis del Papa en la audiencia del miércoles
Queridos hermanos y hermanas El pasado sábado comenzó la Semana de oración por la unidad de los cristianos, que concluirá el sábado próximo, fiesta de la Conversión de san Pablo apóstol. Esta iniciativa espiritual, muy preciosa, implica a las comunidades cristianas desde hace más de cien años. Se trata de un tiempo dedicado a la oración por la unidad de todos los bautizados, según la voluntad de Cristo: «que todos sean una sola cosa» (Jn 17,21).
Cada año, un grupo ecuménico de una región del mundo, bajo la guía del Consejo Ecuménico de las Iglesias y del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, sugiere el tema y prepara subsidios para la semana de oración. Este año estos subsidios provienen de las Iglesias y Comunidades eclesiales de Canadá, y hacen referencia a la pregunta dirigida por san Pablo a los cristianos de Corinto: «¿Acaso está Cristo dividido?» (1 Cor 1,13).
Ciertamente Cristo no ha sido dividido. Pero debemos reconocer sinceramente, con dolor, que nuestras comunidades siguen viviendo divisiones que son de escándalo. La división entre nosotros los cristianos es un escándalo, no hay otra palabra, es un escánalo. «Cada uno de vosotros – escribía el Apóstol – dice: «Yo soy de Pablo», «Yo en cambio soy de Apolo», «Yo soy de Cefas», «Yo soy de Cristo» (1,12). Tampoco los que profesaban a Cristo como su cabeza son aplaudidos por Pablo, porque usaban el nombre de Cristo para separarse de los demás dentro de la comunidad cristiana. ¡Pero el nombre de Cristo crea comunión y unidad, no división! Él ha venido a hacer comunión entre nosotros, no para dividirnos. El Bautismo y la Cruz son elementos centrales del discipulado cristiano que tenemos en común. Las divisiones en cambio debilitan la credibilidad y la eficacia de nuestro compromiso de evangelización y corren el riesgo de vaciar a la Cruz de su poder (cfr 1,17). Pablo riñe a los corintios por sus disputas, pero también da gracias al Señor «con motivo de la gracia de Dios que os ha sido dada en Cristo Jesús, porque en él habéis sido enriquecidos con todos los dones, los de la palabra y los del conocimiento» (1,4-5). Estas palabras de Pablo no son una simple formalidad, sino el signo que él ve ante todo – y por esto se alegra sinceramente – los dones hechos por Dios a la comunidad. Esta actitud del Apóstol es un aliento para nosotros y para cada comunidad cristiana a reconocer con alegría los dones de Dios presentes en otras comunidades. A pesar del sufrimiento de las divisiones, que por desgracia aún permanencen, acojamos las palabras de Pablo como una invitación a alegrarnos sinceramente por las gracias concedidas por Dios a otros cristianos. Tenemos el mismo bautismo, el mismo Espíritu Santo que nos concede las gracias. Reconozcámoslo y alegrémonos. Es hermoso reconocer la gracia con la que Dios nos bendice y, aún más, encontrar en otros cristianos algo que necesitamos, algo que podríamos recibir como un don de nuestros hermanos y de nuestras hermanas. El grupo canadiense que ha preparado los subsidios de esta Semana de oración no ha invitado a las comunidades a pensar en lo que podrían dar a sus vecinos cristianos, sino que las exhorta a encontrarse para comprender lo que todas pueden recibir a su vez de las demás. Esto requiere algo más. Requiere mucha oración, requiere humildad, requiere reflexión y continua conversión. Vayamos adelante en este camino rezando por la unidad de los cristianos, para que este escándalo disminuya y no se de más entre nosotros. Gracias