(Isabelle Cousturié/Aleteia) Diplomáticos y expertos internacionales, entre ellos el ex primer ministro británico Tony Blair, el ex vicepresidente egipcio Mohamed El Baradei, representantes de la Iglesia que trabajan en el terreno como Mons. Audo de Alepo, y el presidente del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso, el cardenal Jean-Louis Tauran, ponentes en el encuentro del Vaticano sobre Siria el pasado 13 de enero, son unánimes: en el origen del conflicto sirio se encuentran las divisiones de la región y por tanto todos sus actores deben ser activos para detenerlo.
El encuentro, celebrado a puerta cerrada, estuvo organizado por la Academia Pontificia para las Ciencias en torno al tema «¿Podemos permanecer indiferentes?».
Encuentro previo a Ginebra 2
Tuvo lugar una semana antes de la conferencia de paz sobre Siria Ginebra 2, que está previsto que se abra el 22 de enero en Montreux (Suiza). El secretario general de la ONU Ban Ki-moon, la presenta como «una ocasión única de poner fin a la violencia en Siria y de asegurar el restablecimiento de la paz respondiendo a las esperanzas de los sirios».
«El mundo espera algo muy positivo de Ginebra 2, y pasos verdaderamente significativos hacia la paz», por tanto es necesario que «todos los actores de la región participen (•••) incluido Irán porque, el acuerdo al que acaba de llegar sobre la cuestión nuclear es un paso muy positivo y se espera que sea contagioso», declaró el cardenal Tauran a Radio Vaticano.
Ginebra 2 ha entrado en su recta final: todas las delegaciones de los cinco Estados miembros permanentes de la ONU (Reino Unido, China, Rusia, Estados Unidos y Francia) deberán estar presentes en la conferencia, así como las de Argelia, Brasil, Alemania, Dinamarca, Egipto, India, Indonesia, Jordania, Irak, España, Italia, Canadá, Catar, Kuwait, Líbano, Marruecos, Noruega, Emiratos Árabes, Omán, Arabia Saudí, Turquía, Suecia, Suiza, África del Sur y Japón.
Además, precisa un portavoz de la ONU, estarán representadas en el foro tres organizaciones internacionales: la Unión Europea, la Liga Árabe y la Organización para la cooperación islámica.
Irán no estará presente
En cambio, Irán no figura en la lista de los participantes, aunque su candidatura esté apoyada por Rusia y por la ONU; la parte americana ha puesto condiciones: que Teherán reconozca públicamente el comunicado de la conferencia Ginebra 1 del 30 de junio de 2012; que exprese su apoyo al gobierno de transición sirio, cuyo presidente actual Bashar al-Asad no debería formar parte del mismo, y que el gobierno sirio detenga los ataques contra la población civil.
Mientras tanto, la oposición siria, que debería sentarse en la mesa de las negociaciones con los representantes del gobierno sirio, todavía no ha presentado la composición de su delegación.
Posible pronunciamiento de la Santa Sede
Frente a todo este comienzo, ¿cómo va a incidir en los debates del foro? «¡El Papa Francisco decidirá!», responde el cardenal Tauran, teniendo en cuenta los resultados de la conferencia entre los expertos y el Vaticano.
El purpurado supone que habrá un paso de la Santa Sede, aunque lo ignora. Su único sentimiento por el momento: «Ginebra 2 es verdaderamente muy importante: o se progresa o será catastrófico».
El día después del encuentro del 13 de enero, el secretario de Estado estadounidense John Kerry fue recibido por el secretario de Estado vaticano, monseñor Pietro Parolin, y por el secretario de la Santa Sede para las relaciones con los Estados, monseñor Dominique Mamberti, lo cual indica que «la voz de la Santa Sede es verdaderamente escuchada por los líderes mundiales», confirma el cardenal Tauran.
La Santa Sede es una potencia moral
En su opinión, «la Santa Sede es una potencia moral… hay toda una historia diplomática que evidentemente pesa, y en general es escuchada; por otra parte, la gran popularidad del Papa Francisco hace que los líderes políticos estén a la expectativa, un poco admirados de esta popularidad, ¡es impresionante!».
Sin embargo, aunque esta voz es escuchada, no siempre tiene efecto: el cardenal Tauran lamenta que la de Pío XII, elevada en agosto de 1939, en vísperas de la Segunda Guerra Mundial («el peligro es inminente pero todavía hay tiempo. No se pierde nada con la paz, todo puede perderse con la guerra»), no lo fuera: «¡Si se le hubiera escuchado, se habría evitado millones de muertes!».