(Ruth Rodríguez/El Universal) «Piden una consulta popular en virtud del significado histórico y nacionalista que tiene la explotación de los recursos naturales para la producción de energía», destacó el semanario católico Desde la Fe.
No podemos –señaló– «sino estar de acuerdo que en temas de trascendencia, y en aras de la unidad nacional debemos ser capaces de utilizar estos mecanismos para dar mayor certidumbre a las decisiones».
La Iglesia agregó que «sería de igual o mayor importancia pedir la participación social en el tema de la reforma educativa, no sólo en lo que se refiere a la superación de los abusos y vicios sindicales, sino, sobre todo, a los contenidos y orientación de los valores educativos».
Incoherencia de uno de los partidos
No obstante, aclaró la Archidiócesis, no se puede dejar de recordar que fue precisamente uno de estos partidos que ahora pide, exige a gritos una consulta, el mismo que autoritariamente se opuso a tomar en cuenta a la ciudadanía en la capital del país en temas como el aborto; uniones homosexuales y la adopción de niños de parejas del mismo sexo.
Desde su análisis, no cabe duda que uno de los instrumentos para la participación del pueblo, en momentos importantes del desarrollo de un país, es la llamada consulta ciudadana.
Más allá de las elecciones políticas para designar gobernantes y legisladores, la consulta ciudadana permite a la sociedad intervenir de manera directa y eficaz en asuntos de gran trascendencia para la vida de todos, propiciando que la misma sociedad asuma su corresponsabilidad en la orientación del Estado y sus instituciones, consideró.
«Son los sistemas totalitarios o los regímenes dictatoriales los que ven con temor este mecanismo democrático», alertó.
Posible mal uso no descalifica la bondad del método
No podemos desconocer –precisó la editorial– que también puede ser mal utilizado por sistemas populistas que manipulan la opinión pública.
Pero, aclaró, un abuso no descalifica la bondad de un mecanismo político, sino que pide poner reglas claras y procedimientos transparentes para alcanzar el objetivo deseado: la expresión auténtica de la opinión pública sobre temas de interés común.
Subrayó que en México esto es algo prácticamente desconocido, «pues no estamos acostumbrados a ser tomados en cuenta ni en plebiscitos, referéndums, ni en consultas ciudadanas o populares», comentó. No obstante, agregó, que nuestra Constitución lo contempla en algunas circunstancias; todo queda en manos de un puñado de personas que generalmente responden a intereses partidistas más que al bien de la sociedad.
En su momento –dijo– algunos de estos políticos actuaron con autoritarismo y soberbia, pasando por alto las voces discordantes, insultando y ridiculizando a sus opositores e imponiendo de forma ofensiva criterios de minorías con el grosero mayoriteo legislativo, en un claro ejemplo de abuso de poder.
«Esto nos hace ver que la Consulta Popular, como le llama la Constitución, no sólo debe ser un recurso para los partidos políticos, sino también para los ciudadanos», consideró.