(Portaluz/InfoCatólica) Hoy, tras 18 años de haber comenzado a practicar la fecundación in vitro (fiv), el doctor Caruso es una de las pocas voces que se alzan en Estados Unidos, en contra de las técnicas de reproducción asistida. ¿Qué descubrió este profesional que le hizo abandonar esa práctica?
«Celebrábamos una fiesta anual por las parejas que habían logrado concebir un hijo ese año», cuenta el doctor Caruso en exclusiva a la revista española Misión. Con el paso de los años, la técnica iba mejorando y la práctica in vitro se volvía más eficiente, por lo que su satisfacción aumentaba. Hasta que las dudas comenzaron a aflorar en su conciencia.
La fe pudo más que los experimentos
«Empecé a ver cosas muy extrañas: embriones pertenecientes a una mujer que no tenían suficiente calidad se transferían por error en otra mujer y, en un caso, el embriólogo perdió algunos embriones durante su traslado sin que esto le preocupara. Además, con el inicio del diagnóstico genético preimplantacional (dgp), los embriones que podían haber sido normales pero eran clasificados de forma imprecisa estaban siendo destruidos bruscamente», relata.
Caruso era católico de nacimiento, pero, por diferencias con algunas enseñanzas de la Iglesia, había dejado de vivir su fe. Sin embargo, la instrucción sobre bioética, Dignitas Personae, que publicó en 2008 la Congregación para la Doctrina de la Fe, impactó su conciencia llevándole a un radical transformación en la práctica profesional.
Cuando por presiones financieras le despidieron de la Universidad de Chicago lo vio como una confirmación de los pasos hacia el cambio que debía dar. «Sentí que la voluntad de Dios se estaba llevando a cabo», cuenta. Por otro lado, decidió dimitir como directivo de la Asociación de Endocrinología Reproductiva de Chicago. «Mis compañeros me miraron como si hubiera perdido el juicio, me abandonó un gran número de amigos».
Tras renunciar a su trabajo, acudió a confesarse: «Reconciliarme con la Iglesia hizo que ese día fuera uno de los más bonitos de mi vida», confiesa. Caruso intenta ahora que su trabajo sea siempre según la voluntad de Dios en la clínica que acaba de abrir, Downers Grove OB/GYN, que trata a las parejas infértiles usando métodos naturales consecuentes con las enseñanzas del Catecismo de la Iglesia. Por ejemplo, señala, realizando una leve inducción ovular la cual permite que los días de ovulación de la mujer puedan vaticinarse con precisión, aumentando así las oportunidades de concepción natural.
Procreación y dignidad de la familia
Pero, ¿cuál es el trasfondo ético de las técnicas de reproducción asistida? La Dignitas Personae enseña que son éticamente inaceptables, puesto que «disocian la procreación del contexto del acto conyugal». La fecundación in vitro implica, además, la producción masiva de embriones humanos y la muerte de muchos de ellos. Convierte al niño en un instrumento. Caruso así lo confirma: «Te sorprendería saber cuántas personas que la han usado, al llegar a la 24ª semana de gestación, sufren complicaciones con sus embarazos y dicen «No pasa nada, lo desechamos», porque pueden volver a empezar».
Y es que, en su opinión, el problema radica en la continua secularización de la cultura: «Impera la actitud del «lo quiero todo y lo quiero ahora, y conozco el mejor plan para mi vida». Así, los hijos se convierten en otro plan más para la pareja: «Con los avances en salud reproductiva, hacemos de los hijos un producto que puede ser comprado y vendido», denuncia.
También le preocupa cómo se concibe hoy el matrimonio, puesto que «ya no es tanto «nos queremos el uno al otro y nos donamos dentro del plan de Dios», sino que se da más importancia al bebé y menos a la relación». De esta manera, «la belleza del amor conyugal disminuye, y desaparecerá si no hacemos nada por evitarlo. Debemos educar a las personas en que los hijos son un regalo».
Daños a largo plazo de la Fecundación In Vitro
Finalmente advierte que un gran número de estudios demuestran que los niños «que han nacido a partir de la fecundación in vitro tienen el doble de riesgo de nacer con bajo peso y problemas neurológicos; el triple de tener parálisis cerebral, y el cuádruple de padecer un retraso en el desarrollo. Además, son más propensos a sufrir malformaciones cardiovasculares, musculares y en las extremidades, y anomalías cromosómicas. Por su parte, las madres son más propensas a tener embarazos múltiples. Un estudio incluso sugiere que tienen un mayor riesgo de sufrir cáncer de ovarios. Psicológicamente, las parejas que no logran concebir son más propensas a tener síntomas de depresión y desórdenes de estrés postraumático».