(Pikaramagazine/InfoCatólica) Les ofrecemos parte de la entrevista de la revista Pikara a Sor Teresa Forcades:
–¿Qué piensas del anteproyecto de Ley de protección del concebido y los derechos de la mujer embarazada que se presentó al Consejo de Ministros el pasado 20 de diciembre?
Mi postura es la del «Proceso Constituyente»: crítica y rechazo frontal , porque intenta regular socialmente en función de unos valores impuestos. Dicho esto, ahora viene mi motivación personal de la que me responsabilizo a nivel individual: creo que es una violación clara del derecho a la autodeterminación de una mujer que una ley le obligue a ser madre. Valoro demasiado lo que significa serlo. Me parece que una mujer que ha quedado embarazada sin desearlo, incluso a través de la violencia, puede vivir el embarazo como positivo, pero estoy a favor de permitir el aborto mientras el feto no es viable sin considerar otros elementos.
Hay un verdadero conflicto ético, un bioconflicto, entre el derecho a la autodeterminación de la madre y el derecho a la vida de ese ser que se está gestando. En una situación en que la madre no puede optar, sus derechos de autodeterminación merecen el máximo respeto. Puede haber una madre para quien tenga sentido traer al mundo y acompañar a una criatura con una malformación muy grave que se sabe que sufrirá y al poco tiempo de nacer morirá. Obligarla a abortar sería el otro extremo y estoy en contra, creo que esta criatura es imagen de Dios y me gustaría que tuviéramos un mundo que la sepa acoger. Pero es lo que yo creo, y no puedo decirle a otra mujer: ‘A usted, por ley , quiero que el Estado le obligue a hacer esto que yo creo que es bueno’.
–Las Católicas por el Derecho a Decidir explican que el derecho canónico exculpa a las mujeres por abortar cuando son menores de 16 años, en caso de violación, necesidad, para remediar un daño, por legítima defensa… ¿Por qué crees que esta ley es incluso más restrictiva que el derecho a partir del Papa Juan XXIII?
Hay grupos que, amparándose en la fe católica, impulsan leyes restrictivas para polarizar la sociedad en grupos de intereses e intentar crear un debate que a veces se aleja de los temas más trascendentales, como pueden ser en este momento el tema social y la crisis. En 1992 fui a los EEUU por primera vez: había un montón de gente en la calle con imágenes de fetos ensangrentados, diciendo que las mujeres que abortan son asesinas… Durante aquellos años asesinaron a tiros a un ginecólogo que practicaba abortos y la persona que lo acompañaba. Esta polarización buscada y querida con fines políticos ha llegado aquí, y no ha sido espontáneo.
Hay grupos y movimientos que trabajan por la justicia social y muchos cristianos estarían de acuerdo, pero cuando entramos en la la homosexualidad, los derechos de matrimonio y adopción, el aborto, el derecho a decidir sobre el propio cuerpo, se problematizan hasta extremos absurdos. Es una forma excelente de dividir un cuerpo social que unido daría mucho miedo. Se había desarticulado un potencial de lucha social muy fuerte y ahora lo estamos volviendo a articular.
–¿Qué te parecen las iniciativas para construir una alianza amplia de mujeres de todos los sectores sociales contra la reforma de aborto como el pacto entre diputadas que ha impulsado la Plataforma Feminista de Alicante y al que se han sumado las políticas socialistas, invitando a las políticas de derechas?
Excelentes. Estas alianzas entre mujeres, esta proximidad y este darse cuenta de que hay un interés común, práctico, en el día a día, siempre han estado presentes en la historia y es nuestra fuerza: en el siglo XVII, la gran pelea entre confesiones cristianas después de la Reforma y la Contrarreforma la darían los varones, porque las mujeres se escriben cartas unas a otras y una es protestante, la otra anglicana, la otra católica…
Encuentran la forma de hacer puente entre ellas prescindiendo de estas divisorias confesionales. En los inicios del cristianismo, durante el Imperio Romano, una ley prohibía las mujeres cristianas dejar sus vestidos a las paganas para ir al circo. ¡Esto quiere decir que lo hacían!
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–¿Hasta dónde puede llegar la disidencia en la iglesia? Tienes miedo a represalias por el hecho de ser pública?
No debería perder la coherencia. No creo que la institución eclesial pueda hacerme abdicar de lo que entiendo que son los principios del Evangelio, y si me trae problemas, tendré que ver cómo lo reivindico. Ni la iglesia ni nadie pueden pedirme que diga lo que no pienso o haga lo que no creo. Me pueden pedir que me calle, y no lo descarto en un momento determinado. Mi voz no es imprescindible. Hay quien se ha callado y después la ha liado aún más gorda, como la teóloga brasileña Ivonne Gebara, a la que pidieron que se fuera a Europa. Era un castigo, pero ahora tiene más argumentos para defender lo que quería decir antes.
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