(Análisis Digital) A la Misa asistieron el Presidente del Tribunal Supremo y del CGPJ, el Fiscal General del Estado, magistrados del Tribunal Constitucional, Presidentes de la Sala de lo Militar del Tribunal Supremo, Presidente de la Sala de lo Contencioso del Tribunal Supremo, que ha convocado la Misa de Apertura Año Judicial, y magistrados de dicho Tribunal y de la Audiencia Nacional, entre otros.
El cardenal explica lo que ocurre en la Misa
En su homilía, el Cardenal se ha dirigido a los presentes señalando que «la celebración de la Eucaristía es siempre un acto de culto, en esencia, un acto de culto a Dios, Creador y Redentor». «Es el sacramento en que ese Dios Creador y Redentor se hace presente de una manera singularmente intensa; en la fe de la Iglesia se confiesa que el pan y el vino después de la consagración se convierte en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, y de una forma incruenta se reproduce, se actualiza, lo que tuvo lugar en la cruz, que ha sido un acto de culto por excelencia. Lo que ha hecho Cristo en la Cruz es dar gloria a Dios de una forma como no podía haberlo hecho hasta entonces, y la fórmula para dar gloria a Dios es justamente entregando la vida… Se produce, pues, en la historia de la humanidad desde ese momento, el capítulo definitivo».
Juicio al final de la vida
Ha recordado que al final de la vida uno tiene que enfrentarse a un juicio «de misericordia, en el que quien lo hace es alguien que tiene corazón de Padre, y que ha sido ganado por el amor del Hijo, injustamente muriendo en la Cruz». Algo que «no hace que ese momento sea de menor responsabilidad que cuando uno se enfrenta con un juicio en el sentido más riguroso de lo que se entiende por juicio en la tradición jurídica, el derecho, la ciencia y la aplicación que se ha hecho de ella hasta hoy mismo. Vivir la vida de cara a ese momento final en el que uno se pregunta cuánto has entregado tu vida, y si lo has hecho dentro del misterio del amor de Dios que se te ha revelado en el Hijo en la Cruz, y responder a ella, exige en primer lugar decir en qué medida uno ha aceptado a Dios Creador en su vida, en cualquier orden de la vida, también en el orden de la regulación del derecho y de la regulación jurídica de la comunidad humana, de la comunidad política».
El Creador, como origen del derecho
Así, «relacionar el origen del derecho y del orden justo de la justicia, y la relación justicia y derecho, teniendo como horizonte último que lo humano, lo terreno y lo creado, tiene que ver con un Creador, supone establecer un principio del que se deducen consecuencias y derivaciones evidentes de naturaleza ética, sobre todo, y moral, pero también espiritual. Es muy difícil, incluso en la experiencia personal de cada uno de nosotros, separar la moral y lo ético de lo espiritual y, por lo tanto también es muy difícil separar la experiencia y la vivencia de lo justo y la justicia de lo ético, lo moral y lo espiritual. Cuando uno reconoce que no somos productos de la casualidad, y somos un ser no para la muerte sino para la vida, entonces te das cuenta de que hay alguien que te ha creado, te ha puesto en el mundo, que al mundo lo ha puesto a alguien en la historia, y que ese alguien tiene que ser infinitamente bueno».
Vigencias del derecho natural
«Se ha separado mucho el orden jurídico positivo del derecho natural», dijo. Por eso, «no sólo es imprescindible sino muy importante reconocer la vigencia del derecho natural, la perspectiva del Dios creador; también es importantísimo reconocer la posibilidad de cumplirlo, de desarrollarlo, de vivirlo. Consecuentemente, exige o hace muy conveniente pensar que ese Dios ha sido Dios redentor, el que viene con gracia, con don del Espíritu Santo, a fortalecer el corazón del hombre y de la conciencia de la persona para poder cumplir lo que exige el derecho natural».
«Cristo es el autor de la ley nueva, es una gran frase de la fe cristiana. Y una ley natural que se hace posible cumplirla porque hay gracia y amor de Dios, que se nos da, ordena y entrega», afirmó.
Por ello, «al comenzar un año nuevo en el ejercicio de su profesión, celebrando la Eucaristía, elevar la vista a la verdad del Dios creador y del Dios redentor es por parte del que lo celebra un buen consejo. Primero, para que la verdad, la rectitud de conciencia y la rectitud de la voluntad y de los criterios que nos dirigen a la hora de aplicar el derecho, sean justos, estén de acuerdo con la verdad y el bien del hombre. Y para que lo podamos después cumplir y hacer realidad en nuestra vida acudiendo a la gracia de Cristo». En este sentido, señaló que «los mártires son buen ejemplo para no tener miedo a enfrentarse con las exigencias de ser justos. Y la intercesión de la Virgen, la madre del Señor, nos da cercanía y proximidad para saber que Él no está lejos, sino que está cerca de nosotros».