(Diogo Ximenes/InfoCatólica) Explicó que evangelizar «es dar testimonio en primera persona del amor de Dios, es superar nuestros egoísmos, es servir inclinándose a lavar los pies de nuestros hermanos como hizo Jesús». Y les animó: «Vayan, sin miedo, para servir».
«Pero ¡cuidado! Jesús no ha dicho: si quieren, si tienen tiempo, sino: ‘Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos’. Compartir la experiencia de la fe, dar testimonio de la fe, anunciar el evangelio es el mandato que el Señor confía a toda la Iglesia, también a ti.»
Durante la homilía en la misa de clausura de la Jornada, el obispo de Roma observó que «en estos días en Río, han podido experimentar la belleza de encontrar a Jesús y de encontrarlo juntos, han sentido la alegría de la fe».
«Pero - advirtió- esta experiencia de encuentro no puede quedar encerrada en su vida o en el pequeño grupo de la parroquia, del movimiento o de su comunidad. Sería como quitarle el oxígeno a una llama que arde. La fe es una llama que se hace más viva cuanto más se comparte, se transmite, para que todos conozcan, amen y profesen a Jesucristo, que es el Señor de la vida y de la historia».
«Ahora podemos preguntarnos: ¿Adónde nos envía Jesús?», inquirió el Papa.
La multitud de peregrinos congregada a lo largo de los cuatro kilómetros del Paseo Marítimo de Copacabana le escuchaba atento en profundo silencio reflexivo. «No hay fronteras, no hay límites, nos manda a todos, el Evangelio es para todos», les respondió.
El Obispo de Roma explicó que no se debe ir solo con los más cercanos, más receptivos o más acogedores, sino a todos en especial a aquellos que están en las «periferias existenciales», a los que parecen más lejanos o indiferentes.
El Pontífice explicó que ésta acción evangelizadora, derivada del Mandato de Jesus, no nace de «la voluntad de dominio o de poder», sino de la fuerza del amor, porque «Jesús ha venido a nosotros y nos ha dado, no algo de sí, sino Todo Él, nos ha dado su vida para salvarnos y mostrarnos el amor y la misericordia de Dios».
«Jóvenes - dijo - la Iglesia necesita de ustedes, del entusiasmo, la creatividad y la alegría que les caracteriza… Jesucristo cuenta con ustedes. La Iglesia cuenta con ustedes. El Papa cuenta con ustedes».
Francisco presentó como ejemplo de la necesidad que Cristo y la Iglesia tienen de los jóvenes al beato José de Anchieta, uno de los patronos de La Jornada, llamado por Francisco «gran apóstol de Brasil», pues se marchó a misionar el inmenso país que es Brasil cuando tenía sólo diecinueve años y gastó su vida sirviendo a sus moradores.
A diferencia de una noche antes, los jóvenes no respondían con gritos, pero sí le seguían atentamente, sentados en la arena de la playa y pedían silencio cuando algún colega hablaba o un vendedor ambulante ofrecía algún producto.
El Papa les pidió que al regresar a sus lugares de origen «no tengan miedo de ser generosos con Cristo» para llevar el Evangelio a todos, lo que significa - dijo - «llevar la fuerza de Dios para arrancar y arrasar el mal y la violencia, para destruir y demoler las barreras del egoísmo, la intolerancia y el odio para edificar un mundo nuevo».
Para ésta tarea el Papa les hizo una sugerencia: «¿Saben cuál es el mejor medio para evangelizar a los jóvenes? Otro joven. Éste es el camino que hay que recorrer».
«Queridos jóvenes, sientan la compañía de toda la Iglesia, y también la comunión de los santos, en esta misión, cuando juntos hacemos frente a los desafíos, entonces somos fuertes, descubrimos recursos que pensábamos que no teníamos».
A los ocho mil sacerdotes presentes también les destinó una palabra: «Quisiera dirigirme también a ustedes, queridos sacerdotes que concelebran conmigo en esta eucaristía. Han venido para acompañar a sus jóvenes, y es bonito compartir esta experiencia de fe, pero es una etapa en el camino. Sigan acompañándolos con generosidad y alegría, ayúdenlos a comprometerse activamente en la Iglesia, que nunca se sientan solos».