(Diogo Ximenes/InfoCatólica) El silencio reflexivo en el que la multitud lo escuchaba se hizo mas denso. El Papa explicó que «muchos rostros han acompañado a Jesús en el camino al Calvario: Pilato, el Cirineo, María, las mujeres… también nosotros podemos ser para los demás como Pilato, que no tiene la valentía de ir contra corriente para salvar la vida de Jesus y se lava sus manos».
«Queridos amigos, la Cruz de Cristo nos enseña como el Cirineo, que ayuda a Jesus a llevar aquel madero pesado, como Maria y las otras mujeres, que no tienen miedo de acompañarlo hasta el final», dijo.
El papa Francisco marcó éste día con una serie de gestos y palabras que confluían todos en la Cruz de Cristo, el sufrimiento y el amor, el cambio de vida y la entrega a los demás. Comenzó la jornada con un tweet: «Cada viernes nos permite recordad cuanto Jesus sufrió por nosotros. Haz, Señor, que no nos olvidemos jamás de cuánto nos amas».
Confesó a cinco peregrinos, se encontró con algunos jóvenes presos y almorzó con cinco voluntarios de la Jornada, de diversos países, a los que pidió compromisos concretos, y en el Vía Crucis enfatizó que delante de la Cruz de Cristo no se puede pasar indiferente.
«Nadie puede tocar la Cruz de Jesús sin dejar en ella algo de sí mismo y sin llevar consigo algo de la cruz de Jesús a la propia vida. Esta tarde, acompañando al Señor, me gustaría que resonasen en sus corazones tres preguntas: ¿Qué han dejado ustedes en la Cruz, queridos jóvenes…? Y ¿qué ha dejado la Cruz en cada uno de ustedes? Y, finalmente, ¿qué nos enseña para nuestra vida esta Cruz?», indagó.
«¿Qué ha dejado la Cruz en los que la han visto, en los que la han tocado? ¿Qué deja en cada uno de nosotros? Miren, deja un bien que nadie más nos puede dar: la certeza del amor indefectible de Dios por nosotros. Un amor tan grande que entra en nuestro pecado y lo perdona, entra en nuestro sufrimiento y nos da fuerza para sobrellevarlo, entra también en la muerte para vencerla y salvarnos».
El Obispo de Roma aseguró que los jóvenes nunca están solos en el camino, que Jesús les acompaña en todos sus sufrimientos, que pasó a enumerar: la violencia ejercida sobre los inocentes e indefensos que no tienen voz; el dolor las familias que lloran la muerte de sus hijos; la esclavitud de los que son víctimas de paraísos artificiales como la droga; los desesperación de los que sufren hambre «en un mundo que cada día tira toneladas de alimentos».
En la injusticia de los son perseguidos por su religión, por sus ideas, o el color de su piel; en el vacío de los que que han perdido su confianza en las instituciones políticas porque ven egoísmo y corrupción, o el sufrimiento de los que han perdido su fe en la Iglesia, e incluso en Dios, por la incoherencia de los cristianos y de los ministros del Evangelio.
Estos dolores cargados por Cristo habían sido escenificados, minutos antes, durante el Vía Crucis que recorrió con la Cruz Peregrina cargada por jóvenes casi un kilometro de la orla de la Playa de Copacabana, desde donde se veía iluminado el monumento de Cristo Redentor.
«En la Cruz de Cristo está el sufrimiento, el pecado del hombre, también el nuestro, y Él acoge todo con los brazos abiertos, carga sobre su espalda nuestras cruces y nos dice: ¡Ánimo! No la llevas tú solo. Yo la llevo contigo y yo he vencido a la muerte y he venido a darte esperanza, a darte vida», concluyó.