(Levante-EMV/Pino Alberola) El recién renovado Comité de Bioética tiene sobre la mesa temas tan candentes como la reforma de la Ley del Aborto. Vicente Bellver cree que esta es una buena oportunidad para acercar posturas.
–¿Qué temas están abordando en el recién renovado Comité de Bioética?
Se han creado varios grupos, uno relacionado con el consejo genético prenatal, otro sobre problemas éticos relacionados con la asistencia sanitaria al menor maduro, otro sobre los problemas al final de la vida... Son grupos aún muy germinales.
–¿Es partidario de abrir el debate sobre el aborto? ¿No cree que existía ya un consenso sobre este tema?
Consenso no hay. En su momento la ley fue aprobada por una mayoría absoluta, pero no abultada. Hay una gran polarización de opiniones y lo deseable es que el debate contribuya a que por lo menos descubramos que hay un territorio común a partir del cual hablemos con respeto hacia el otro.
En estos momentos unos consideran que los partidarios del aborto son unos asesinos y los otros que los contrarios al aborto son unos fundamentalistas que pretenden imponer su religión. Creo que ni unos son unos asesinos ni otros fundamentalistas. Si ambas partes se escuchan se descubre que se pueden alcanzar consensos, por ejemplo implementar políticas a favor de la maternidad reales que no lleven a la mujer al dilema de o aborto o destrozo mi vida familiar y profesional.
–¿Cree que no se está yendo muy lejos al plantear prohibir el aborto por malformación?
También es complejo. ¿Qué entendemos por malformación? Puede ser desde una anencefalía, en la que se sabe que el feto a las pocas horas de nacer muere, o podemos hablar que al niño le faltan dos dedos y hoy en día puede ser abortado un bebé con una indicación y con otra. Hay que ver si tiene sentido establecer límites y si esta intolerancia que existe hacia las enfermedades congénitas o malformaciones no puede estar influyendo en una “hándicap fobia”.
–¿Cómo separar en estos temas la religión o ideología de la ciencia?
Todo el mundo tiene una cosmovisión, sea religiosa o laica, desde la cual afronta su vida e interpreta el mundo y de eso nadie puede abdicar. Pretender que las personas con creencias religiosas metan en el armario sus convicciones cuando debatimos sobre el aborto es una quimera, de la misma manera que quien no es religioso tampoco puede aparcar sus convicciones. Lo que hay que hacer no juzgar y escuchar todos los puntos de vista. Está claro que quienes se oponen al aborto por razones religiosas no pretenden imponer su fe. Consideran que la defensa de la vida del no nacido es cuestión de derechos humanos.
–¿Cuál es su valoración personal en el tema del aborto?
Creo que la vida humana merece ser respetada desde su inicio hasta su final. Por otro lado, el aborto es un drama para cualquier mujer. Una sociedad que pretende estar a la altura de su tiempo y en la igualdad entre hombres y mujeres debe desarrollar políticas públicas eficaces que reduzcan al mínimo las situaciones de vulnerabilidad. También creo que el lugar de una mujer que aborta no es la cárcel, pero también que es una acción que supone acabar con la vida de un ser inocente.
–¿Cree que es necesario retomar la discusión la píldora del día después como ha sugerido la ministra Mato?
La píldora del día después hay que tener en cuenta que puede producir problemas de conciencia a los farmacéuticos y a los médicos y eso tiene que ser tomado en serio. Por los efectos que tiene la píldora no puede dispensarse sin receta y también es bueno estudiar cuál es su efecto farmacológico y para eso atender a las últimas evidencias, porque se decía que en ningún caso actuaba evitando la implantación del embrión y parece que en algunos casos sí.