(Vatican Insider) Que el Papa Francisco tiene un estilo todo suyo es ya evidente. A casi tres meses de su aparición en la logia central de la Basílica de San Pedro, prácticamente todos los observadores –dentro y fuera de la Iglesia- se encuentran empeñados en descifrarlo. Incluso algunos de sus más estrechos colaboradores. Porque la elección como obispo de Roma provocó una radical transformación en Jorge Mario Bergoglio. Lo rejuveneció, estampó una gran sonrisa en su rostro, agudizó su sentido del humor y lo hizo “reverdecer”, casi como una flor que manifiesta (de repente) toda la belleza de sus pétalos con la llegada de la primavera.
La metáfora es descriptiva, sin sentimentalismos. Porque el arzobispo de Buenos Aires no era el hombre de las grandes masas y el liderazgo que arrastra. Sí, claro, le gustaba estar entre la gente. Sobre todo los pobres. Sus palabras eran incisivas. Pero era, al mismo tiempo, parco y meditabundo. Quienes lo conocen saben que siempre fue un hombre de oración, de vida ascética, enemigo del protagonismo mundano y de la fácil adulación.
Aunque seguramente tenía (en potencia) muchas de las cualidades de líder expresivo que ahora manifiesta, sólo con la sotana blanca logró encontrar el camino para llevarlas a su máxima expresión. Para algunos esto es resultado del Espíritu Santo, para otros –deseosos por encontrarle defectos- se trata de una conversión demasiado conveniente.
Por lo pronto esta “versión” de Bergoglio tiene una innegable capacidad de atracción, no sólo por sus gestos sino también por sus palabras. Sobre los primeros, muchos se preguntan la razón última. Por ejemplo de su decisión de permanecer en Santa Marta, de evitar el apartamento pontificio, de haber renunciado a varios símbolos externos del papado.
Qué mejor que el mismo Papa para responder a estas y otras preguntas. Ya lo hizo, el viernes pasado durante una audiencia con estudiantes y directivos de escuelas jesuitas. En el Aula Pablo VI del Vaticano y ante unas ocho mil personas, Francisco dejó de lado su discurso oficial y se sometió a una peculiar entrevista. Respondió improvisando a preguntas de varios jóvenes, de diversas edades. Mientras lo hacía, en la sala de prensa del Vaticano algún periodista crítico recordó, con malicia, que Juan Pablo II había tenido reacciones similares. Casi con el objetivo de disminuir el valor de la espontaneidad del líder católico.
A continuación sus respuestas más significativas, palabras que explican los por qué de Francisco Papa.
Un joven: Soy Francisco Bassani, del Instituto León XIII. Yo soy un muchacho que, como escribí en la carta a ti, Papa, que busca creer. Yo busco…, busco, sí, de ser fiel. Pero tengo dificultades. A veces me surgen dudas. Y creo que esto sea absolutamente normal a mi edad. Dado que tu eres el Papa que, creo, tendré más en mi corazón, en mi vida, porque te encuentro en mi fase de adolescencia, del crecimiento, te quería pedir una palabra para sostenerme en este crecimiento y sostener a todos los muchachos como yo.
Papa: Caminar es un arte porque si siempre vamos deprisa nos cansamos y no llegamos al final del camino. Y en cambio, si nos paramos, no andamos y tampoco llegamos a la meta. Caminar es el arte de mirar al horizonte, pensar adonde queremos ir pero aguantar también el cansancio del camino, que a veces es difícil… Hay días oscuros, días de fracaso, también alguna que otra caída.. Uno se cae….Pero pensad siempre esto: “No tengáis miedo de los fracasos, ni de las caídas. En el arte de andar lo que importa no es caer, sino quedarse en el suelo. Hay que levantarse, enseguida, y seguir andando. Esto es hermoso: este trabajar todos los días; esto es caminar de forma humana. Pero caminar solos es desagradable y aburrido. Caminar en comunidad, con los amigos, con los que nos quieren… Eso nos ayuda a llegar al final, adonde queremos llegar.
Una muchacha: Entonces… yo soy Sofia Grattarola del Instituto Massimiliano Massimo. Y quería pedirle, dado que usted, como todos los niños, cuando estaban en la primera, tenía amigos, ¿no? Y dado que hoy es Papa, los ve todavía a estos amigos.
Papa: Yo soy Papa desde hace dos meses y medio y mis amigos están a 14 horas de avión; están lejos. Pero tres ya han venido a verme y a saludarme, y yo les escribo, me escriben y les quiero mucho. No se puede vivir sin amigos, esto es importante, es importante.
Una niña (Teresa): ¿Pero tú querías ser Papa? Francisco, ¿querías ser Papa?
Papa: Pero ¿tú sabes que significa que una persona no se quiera mucho? Una persona que quiera ser Papa no se quiere mucho. Dios no lo bendice. No, yo no he querido ser Papa.
Una señora: Santidad, nostro somos Mónica y Antonella de la coral de alumnos del Instituto Social de Turín. Queríamos preguntarle: como nosotros, que hemos sido educados en las escuelas jesuitas, a menudos somos invitados a reflexionar sobre la espiritualidad de San Ignacio, queríamos preguntarle, en el momento en que usted eligió la vida consagrada, ¿qué lo empujó a ser jesuita antes que sacerdote diocesano o de otra orden? Gracias.
Papa: Yo me alojé muchas veces en el Social de Turín. Lo conozco bien. Lo que más me gustó de la Compañía es su misionariedad, yo quería ser misionero. Cuando estudiaba filosofía escribía al general, que era el Padre Arrupe, para que me enviase a Japón o a otra parte. Pero él pensó bien y me dijo, con tanta caridad: “Pero usted tuvo una enfermedad al pulmón, eso no es muy bueno para un trabajo tan fuerte”,y permanecí en Buenos Aires. Pero fue muy bueno el Padre Arrupe, porque no dijo: “Pero, usted no es tan santo para convertirse en misionero”… Era bueno, tenía caridad. Lo que me dio tanta fuerza para ser jesuita es la misionariedad: ir afuera, ir a las misiones y anunciar a Jesucristo. Creo que esto sea propio de nuestra espiritualidad: ir afuera, salir, salir siempre para anunciar a Cristo, y no quedarse cerrados en nuestras estructuras, tantas veces estructuras caducas.
Una niña: Soy Caterina De Marchis del Instituto León XIII y me preguntaba, ¿por qué usted –es decir tú- has renunciado a todas las riquezas de un Papa, como un apartamento lujoso o un auto enorme, y al contrario has optado por un apartamento en las cercanías o has tomado un autobús con los obispos: ¿Por qué has renunciado a la riqueza?
Papa: Creo que no se trate sólo de algo que tenga que ver con la riqueza - ha respondido- Para mí es un problema de personalidad. Yo necesito vivir en medio de la gente y si viviera solo, aislado, no me sentaría bien. Esta pregunta me la hizo ya un profesor: “¿Por qué no va Usted a vivir allí? Y yo le contesté: “Mire, profesor, por cuestiones psiquiátricas, eh?”… Porque es mi personalidad. También el apartamento, ese no es tan lujoso.. Pero no puedo vivir solo ¿me entiendes? Y además creo que los tiempos nos dicen que hay tanta pobreza en el mundo y esto es un escándalo. La pobreza del mundo es un escándalo. En un mundo donde hay tantas riquezas, tantos recursos para dar de comer a todos, es imposible entender qué haya tantos niños que pasan hambre, tantos niños sin educación, tantos pobres. La pobreza hoy es un grito. Todos tenemos que pensar en volvernos un poco más pobres: todos tendríamos que hacerlo. Habría que preguntarse: ¿Cómo puedo yo hacerme un poco más pobre para parecerme más a Jesús que era el Maestro pobre?… No, en mi caso, no es un problema de virtud personal mía, es que no puedo vivir solo” y el tema del coche depende del hecho de “no tener tantas cosas y volverse un poco más pobre.
Un joven: Yo me llamado Eugenio Serafini, soy del Instituto Cei, Centro Educativo Ignaciano. Le quería hacer una pregunta breve: ¿cómo hizo cuando decidió no de convertirse en Papa sino en párroco, jesuita? ¿Cómo hizo? ¿No fue difícil dejar la familia, los amigos, no fue difícil?
Papa: Siempre es difícil, siempre. Para mí fue difícil. No es fácil. Hay momentos bellos, Jesús te ayuda, te da un poco de alegría. Pero hay momentos difíciles, donde te sientes sólo, árido, sin alegría interior. Existen momentos oscuros, de oscuridad interior. Existen dificultades. Pero es tan bello seguir a Jesús, ir por el camino de Jesús, que después equilibras y sigues adelante. Y después llegan los momentos bellos. Pero ninguno debe pensar que en la vida no habrán dificultades. Yo también quisiera hacerles una pregunta ahora: ¿Cómo piensan ustedes de seguir adelante con las dificultades? No es fácil. Pero debemos seguir adelante con fuerza y con confianza en el señor, con el señor todo se puede.
Un profesor: Soy el profesor Jesús María Martínez, soy profesor de español porque soy español: de San Sebastián. Soy profesor también de religión y puedo decir que los maestros lo queremos mucho, esto es seguro. No hablo a nombre de ninguno, pero viendo tantos ex alumnos, también tantas personalidades y nosotros adultos, profesores, educados por los jesuitas, me pregunto sobre nuestro empeño político, social, en la sociedad. Nos puede decir alguna palabra: ¿cómo nuestro empeño, nuestro trabajo hoy, en Italia, en el mundo, puede ser jesuítico, puede ser evangélico?
Papa: Muy bien. Involucrarse en la política es una obligación para un cristiano. Nosotros los cristianos no podemos “jugar a ser Pilato”, lavarnos las manos: no podemos. Debemos involucrarnos en la política, porque la política es una de las formas más altas de la caridad, porque busca el bien común. Y los laicos cristianos deben trabajar en política. Usted me dirá: “¡Pero no es fácil!”. Tampoco ser sacerdote es fácil. No existen cosas fáciles en la vida. No es fácil, la política se ha ensuciado demasaido, pero yo me pregunto: ¿Se ensució, por qué? ¿Por qué los cristianos no se involucraron en política con espíritu evangélico? Con una pregunta que te dejo: es fácil decir “la culpa es de aquel”. ¿Pero yo, qué hago? ¡Es un deber! Trabajar por el bien común es un deber del cristiano! Y tantas veces el camino para trabajar es la política. Existen otros caminos: profesor, por ejemplo, es otro camino. Pero la actividad política por el bien común es uno de los caminos. Esto es claro.