(EP) En su declaración ante el jurado popular, que ha empezado poco antes de las 17 horas y que ha durado más de tres horas, ha reconocido los crímenes y ha insistido en que él creía estar ayudando a los ancianos -que tenían la salud muy delicada- y que nunca pensó que era el causante de su sufrimiento, incluso en los casos en los cuales suministró lejía o productos similares a las víctimas.
«Nunca pensé que era yo la persona que las mataba, no tenía esta percepción. A las que les di productos cáusticos lo hice para aliviarlas, pero cuando veía que sufrían era como si yo no fuera el responsable de ese dolor. Si hubiera sido consciente hubiera parado», ha repetido continuamente el ex celador, quien ha insistido que no soportaba ver como los ancianos sufrían.
Y es que ha confesado que la muerte no le daba miedo, pero sí el sufrimiento; de hecho, ha explicado que cuando era joven vio sufrir mucho a una tía suya que tuvo cáncer y que eso le ha marcado: «El hecho del sufrimiento para no llegar a ningún sitio, para morir igual me da miedo», ha manifestado.
«Quería aliviarles el sufrimiento, no planifiqué nada, ni me escondía, la cosa quedaba entre las víctimas y yo. Yo les ayudaba a morir, me ha costado entender que cometía un asesinato», ha dicho.
A preguntas de uno de los abogados de la acusación particular, Vila ha expuesto que creía que moralmente estaba actuando bien y que si hubiera sabido que legalmente no era correcto lo que hacía, no lo hubiera hecho.
Incluso ha reconocido lo que sentía cuando veía a las víctimas muertas: «Pensaba que bien que están ya, que estaban mejor muertas que vivas, ya que sufrían mucho en vida».
El celador también ha contado que después de probar muchos trabajos -en fábricas, en las hostelería o como peluquero- cuando descubrió el mundo de la geriatría vio que trabajando en ello era feliz: «Para mi la tarea en La Caritat no ha sido un trabajo, me sentía muy a gusto, muy querido, ha sido la mejor etapa de mi vida».
Vila ha negado que el hecho de matar a los ancianos le hiciera sentir bien o cómo Dios, y ha concretado que los días de los últimos asesinatos -en octubre de 2010- estaba desequilibrado, ya que bebía y había dejado la medicación, lo que le hacía sentir eufórico y pletórico.
«Nunca los maté para conseguir euforia, ¡uy no!», ha contestado a respuestas de uno de los abogados de la acusación particular.
Finalmente, Vila ha admitido que ahora, después de un estricto tratamiento psiquiátrico, tiene mucho sentimiento de culpabilidad: «Me han hecho entender que estaba matando, que no podía hacerlo. No lo veía como un asesinato, si lo hubiera visto así, no lo hubiera hecho».
«Me siento muy culpable, sobre todo de las muerte de las tres últimas víctimas. Para mi estar en la cárcel no es sufrimiento, pero recordar a las víctimas sí me hace sufrir, ya que si hubiera pensado que las estaba matando no lo hubiera hecho», ha expuesto a preguntas de su abogado.
El juicio oral, que ha arrancado este lunes, se alargará hasta el 7 de junio, y el acusado se enfrenta a una pena de 194 años de cárcel, según la petición del fiscal, que le acusa de once asesinatos con alevosía y tres de estos once con ensañamiento, ya que dio productos cáusticos a sus víctimas.