(Bruno Moreno/InfoCatólica) D. Jaime Gutiérrez es párroco de Santa María del Silencio, parroquia madrileña dedicada a la pastoral de las personas sordas. El próximo sábado 25 de mayo, con ocasión de la fiesta parroquial, el Cardenal Amigo celebrará una Eucaristía solemne en la parroquia.
Santa María del Silencio es una «parroquia personal» para el cuidado pastoral de las personas sordas y sordociegas. ¿Qué significa eso? ¿A cuántas personas atiende?
Significa que no es una parroquia territorial como las que conocemos habitualmente. Las parroquias personales atienden a un colectivo con unas determinadas características, generalmente por razón de lengua. En este caso, la Parroquia Santa María del Silencio atiende pastoralmente a todas las personas sordas y sordociegas de la Archidiócesis de Madrid. Estamos hablando de más de 20.000 personas diseminadas por todo Madrid.
¿Cuánto tiempo hace que existe una pastoral específica para personas sordas? ¿Está presente en todas las diócesis de España?
En España se comenzó a trabajar de manera organizada en la pastoral de personas sordas hace casi 50 años a través de un sacerdote sordo, el P. Agustín Yanes, que todavía vive en Tenerife. Poco a poco, se fueron creando equipos de trabajo y se fue extendiendo esta pastoral por varias diócesis de España. La parroquia Santa María del Silencio se fundó en 1973, hace ahora 40 años. Es la única parroquia personal para personas sordas y sordociegas en toda España. Actualmente, esta pastoral está presente, de una u otra manera, en unas 19 diócesis españolas. Uno de los objetivos del Departamento de Pastoral del Sordo de la Conferencia Episcopal Española es que en todas las diócesis españolas pueda haber una atención pastoral a las personas sordas y sordociegas.
Desde el punto de vista práctico, ¿cómo se organiza una Misa con participación de personas sordas?
Una misa con participación de personas sordas exige más preparación que una misa sólo para oyentes. Toda la celebración se hace en lengua de signos y lengua oral. Lo que exige prepararse antes las oraciones y el resto de textos litúrgicos para ver qué signos y expresiones son más adecuados para transmitir el contenido de la celebración a las personas sordas y éstas puedan participar lo más plenamente posible. Además, siempre que es posible, se intentan proyectar los textos de la misa en una pantalla, especialmente las respuestas de los fieles y las oraciones comunes. También contamos con un bucle magnético que mejora la calidad de la audición de las personas que utilizamos audífonos o implante coclear. Se potencia al máximo de la participación de las personas sordas mediante las lecturas, moniciones, peticiones, ofrendas. Se utiliza mucho el lenguaje visual mediante carteles, frases, símbolos que ayuden a adentrarnos y a comprender mejor el significado de lo que estamos celebrando. En la parroquia tenemos un grupo de personas sordas y oyentes que se encargan de preparar todas las celebraciones litúrgicas.
¿Los sacerdotes que se dedican a la pastoral de las personas sordas reciben una preparación especial? ¿Tienen que saber lengua de signos? ¿Hay sacerdotes sordos?
Es necesario saber lengua de signos para poder comunicarse con las personas sordas y poder celebrar la liturgia. No es lo mismo una comunicación directa en lengua de signos que a través de un intérprete, pues en este caso la atención se centra en la persona del intérprete. Es necesario conocer la psicología, cultura, forma de pensar y de comunicarse de las personas sordas para poder comprenderlas y adaptarse a su realidad concreta. En España actualmente hay cuatro sacerdotes sordos.
¿Cómo comenzó a dedicarse usted, en particular, a la pastoral de las personas con sordera?
Comencé a dedicarme a esta pastoral cuando aún era seminarista. En el Seminario tomé conciencia de mi discapacidad auditiva, pues ésta iba en aumento poco a poco. El obispo de la diócesis de Santander, a la que pertenezco, fue quien me animó a conocer el mundo de los sordos y esta pastoral que ya funcionaba en otras diócesis. Con 19 años comencé el contacto con sacerdotes que trabajaban con personas sordas y empecé a aprender la lengua de signos y conocer el mundo de los sordos.
¿Es la sordera un obstáculo insalvable para la confesión? ¿Y la discapacidad de las personas sordociegas?
No es un obstáculo insalvable. Las personas sordas y sordociegas generalmente se confiesan en lengua de signos. Si el sacerdote sabe lengua de signos no hay problema. En caso de que el sacerdote no lo sepa siempre queda el recurso a la confesión escrita o el apoyo de la lectura labial, aunque hace que la comunicación sea más difícil.
¿Una persona sorda en Madrid sólo puede casarse, por ejemplo, en su parroquia?
Una persona sorda puede casarse en cualquier parroquia. Algunos vienen a nuestra parroquia. Otros prefieren celebrarlo en su parroquia de origen, donde viven, o en otra parroquia de especial significado para ellos. Si nos avisan, y es posible, los sacerdotes o el diácono de la parroquia se desplazan a la parroquia donde se celebra el matrimonio. En otros casos, lo celebra el párroco u otro sacerdote de la parroquia con el apoyo de un intérprete de lengua de signos.
La fiesta de la parroquia, el próximo sábado, se celebrará con una Misa presidida por el Cardenal Amigo. ¿Tiene el cardenal alguna relación especial con la parroquia o con la pastoral de las personas sordas?
El Cardenal Amigo fue profesor de sordos hace muchos años. Como Arzobispo de Sevilla siempre ha impulsado y apoyado esta pastoral demostrando una sensibilidad especial hacia las necesidades pastorales de las personas sordas. Aprovechando que actualmente vive en Madrid y conocedores de su cariño hacia las personas sordas le hemos invitado este año a presidir la fiesta de nuestra Parroquia.
¿Cómo puede vivir un católico la sordera? ¿Puede ser una vía especial de encuentro con Dios?
La sordera, como toda discapacidad o enfermedad, es una limitación. Las personas creyentes, gracias a nuestra fe, la podemos convertir en una posibilidad de encuentro con Dios a través del silencio, de la experiencia de debilidad y sufrimiento que nos acerca más a Él. Es una oportunidad para desarrollar otras capacidades, para luchar por superarse cada día y una posibilidad de encuentro con otros hermanos que sufren, pues nos hace más sensibles al sufrimiento de los demás.