(J.J.E/La Gaceta) El Partido Popular ha enfriado mucho el ánimo de los grupos provida desde que el pasado 13 de mayo –día de la Virgen de Fátima– sus más relevantes líderes salieron a la palestra para decir que la reforma del aborto era cualquier cosa menos inminente. María Dolores de Cospedal tomaba la palabra para decir que «no hay ni siquiera una idea de lo que va a ser el proyecto» de reforma de la ley que prepara el Ministerio de Justicia. «No se ha puesto a debate, ni siquiera internamente», subrayaba. El mismo día, el presidente del Gobierno lo confirmaba: la reforma del aborto «aún está debatiéndose». Aún peor, Rajoy aseguraba que cuando el Partido llegue a una conclusión la dará a conocer a los medios.
Marcando distancias
Al compás del enfriamiento en la cúpula, otros personajes secundarios del Partido han roto a marcar distancias con el proyecto. Aunque la reforma de la Ley del Aborto era uno de los compromisos electorales del Partido Popular, en las últimas semanas se han sucedido las informaciones acerca de las divisiones internas en el Gobierno sobre este punto. Las declaraciones de Celia Villalobos y Rafael Hernando atizaron la polémica. La desvertebración ideológica del PP hizo el resto.
Las actitudes públicas de la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, parecían avalar la tesis del conflicto ideológico. Sin embargo, las razones del patente distanciamiento presidencial sobre esta reforma son otras. No hay causas ideológicas. Hay causas estrictamente políticas. Y es que Ruiz-Gallardón se lanzó a la arena sin el consentimiento, ni siquiera conocimiento, del presidente Rajoy, al que no le ha sentado nada bien el exceso de protagonismo del ministro.