(VIS/InfoCatólica) La jornada de la Jura de Bandera se abrió por la mañana con la celebración de la misa en el altar de la Cátedra de la basílica de San Pedro, a la que a las 9,30 siguió la conmemoración de los 147 guardias caídos en la explanada de los Protomártires romanos.
El Papa Francisco, que recibió por la mañana a los 35 reclutas y a sus familias, les dirigió un discurso. «En este día -dijo- conmemoráis el sacrificio de los Guardias Suizos que defendieron sin tregua al Papa durante el «Saco de Roma». Hoy no estáis llamados a ese gesto heroico sino a otra forma de sacrificio, que también es dura: poner vuestras energías juveniles al servicio de la Iglesia y del Papa. Y para ello hay que ser fuertes, animados por el amor y sostenidos por la fe en Cristo… Estoy convencido de que la decisión de poner años de vuestra vida al servicio del Papa no es ajena a vuestra fe. Al contrario, creo que los motivos más profundos que os han traído aquí, a Roma, tienen origen en ella. Una fe que habéis aprendido en vuestras familias, cultivado en vuestras parroquias y que manifiesta también el apego de los católicos suizos a la Iglesia».
«Durante vuestra estancia en Roma – prosiguió- estáis llamados a atestiguar vuestra fe con alegría y con la amabilidad del trato. ¡Qué importante es esto para tantas personas que pasan por la Ciudad del Vaticano! ¡Pero también es importante para los que trabajan aquí, en la Santa Sede, y para mí! Vuestra presencia es una señal de la fuerza y de la belleza del Evangelio, que en todas las épocas llama a los jóvenes a seguirlo. Y quisiera también, invitaros a vivir el período que transcurrís en la Ciudad Eterna con espíritu de hermandad sincera, ayudándoos unos a otros a llevar una vida cristiana que corresponda a vuestra fe y a la misión en la Iglesia».
El Santo Padre concluyó recordando a los nuevos reclutas que su específica experiencia eclesial en el Cuerpo de la Guardia Suiza representa «una ocasión privilegiada para profundizar el conocimiento de Cristo y de su evangelio y para caminar siguiéndolos; casi respirando, aquí en Roma, la catolicidad de la Iglesia. Cuando algunos de vosotros jurarán cumplir fielmente el servicio en la Guardia y otros renovarán este juramento en su corazón, pensad que también vuestro servicio es un testimonio de Cristo, que os llama a ser auténticos hombres y verdaderos cristianos, protagonistas de la propia existencia».