(Vatican Insider)
La tarde del 19 de abril de 2005 una multitud esperaba el anuncio del nuevo Papa en la Plaza de San Pedro. Millones seguían la escena a través de la televisión. El primero en asomarse al balcón de la basílica vaticana fue el chileno Jorge Medina Estévez. El cardenal protodiácono pronunció, con voz potente, el “¡Habemus papam!”. Ahora, a sus 86 años, seguirá el anuncio del próximo pontífice desde su país natal. En entrevista con el Vatican Insider reflexionó sobre la renuncia de Benedicto XVI y los retos del futuro vicario de Cristo. Y no dudó en asegurar que la Curia Romana necesita reformas.
Eminencia, ¿esperaba que el Pontificado de Benedicto XVI terminase tan sorpresivamente?
Ciertamente que no. Pero recuerdo que en una ocasión, antes de que el cardenal Raztinger fuera elegido obispo de Roma, conversé con él acerca del problema que se plantearía a la Iglesia si un Papa perdiera definitivamente el uso de sus facultades mentales y, con los recursos de la medicina moderna, se pudiera prolongar su vida biológica por mucho tiempo. Él era consciente del problema y creo que sería conveniente estudiar sería y tempestivamente definir cómo enfrentar tal eventualidad.
¿Pensó alguna vez llegar a ver “dos” Papas en el Vaticano? ¿Qué efectos puede tener esa situación sobre los fieles?
En realidad y en buena teología no hay ni puede haber sino un obispo de Roma y por lo tanto sólo un Papa, un solo depositario de las prerrogativas que Jesús confió al apóstol san Pedro, y una sola cabeza visible de la Iglesia. El apelativo de “emérito” es una referencia a una situación pretérita, como si se dijera “que fue” o “ex”. Ese apelativo no tiene ningún contenido de ejercicio actual de autoridad, como no lo tiene en el caso de los profesores universitarios eméritos o de los obispos eméritos, o en el de los altos oficiales de las Fuerzas Armadas en retiro. Conociendo muy de cerca al renunciado Pontífice, no me cabe la menor duda que actuará con una exquisita prudencia, de tal modo que se evite cualquier equívoco y por eso creo que los fieles no experimentarán ningún desconcierto.
Mucho se ha hablado de “escándalos” en la Curia Romana, ¿cree que esto pueda tener alguna influencia sobre el Cónclave?
No tengo conocimiento del informe preparado por los cardenales Tomko, Herranz y De Giorgi, de modo que carezco de información oficial al respecto. Como en cualquier caso en que hay que tomar alguna decisión, es muy útil e incluso necesario contar, al momento de tomarla, con una buena y objetiva información. Una falta de información precisa puede dar lugar a una decisión insuficiente e incluso equivocada.
En una larga nota de prensa, la Santa Sede lamentó que algunos periodistas intenten influir en el Cónclave. ¿Es posible condicionar a los cardenales?
Es lamentable que se presenten las posiciones de los cardenales bajo el prisma de las oposiciones que se dan en el campo político y en la actividad de los parlamentos. La lógica de la Iglesia deriva de la naturaleza pastoral de su misión y de su responsabilidad en cuanto a la salvación de los hombres. Un esquema de “luchas de poder” es ajeno a su esencia. Lo que importa es cómo cumplir mejor su misión, y en ese aspecto puede haber diversas aproximaciones en cuanto a los énfasis y prioridades. Un diálogo franco permite resolver diferencias y acercar y complementar posiciones.
En su opinión, ¿cuáles serán los desafíos más importantes que deberá afrontar el nuevo Papa?
Puesto que la Iglesia es misionera y peregrina, y está compuesta por seres humanos capaces de errar y de pecar, siempre habrá necesidad de examen de conciencia y de purificación. Algunas purificaciones se refieren al campo de la vida cristiana, ya que el demonio se esfuerza siempre por apartar a los hombres del evangelio. Otras purificaciones pueden ser necesarias en el terreno de las estructuras humanas y contingentes que se ha dado la Iglesia y que pueden no ser las mejores para el servicio de la permanente evangelización. En el campo de la vida cristiana, el Papa Benedicto XVI convocó a la realización de un “Año de la Fe", tema que es un desafío permanente para la Iglesia que no puede olvidar la pregunta lacerante de Jesús: “cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe sobre la tierra?". Evangelizar es una tarea permanente y nunca terminada de los cristianos. En no pocos sectores de la humanidad, otrora profundamente marcados por la fe cristiana y católica, hay hoy día profundo debilitamiento de la fe, aunque se conserve una corteza cristiana. Hay católicos que, tal vez por falta de formación, no creen o ponen en duda elementos basilares de la fe. Otros no son conscientes de que la fe tiene que proyectarse en la vida, so pena de quedar como una “fe muerta".
¿Será la revitalización de la fe de los cristianos el principal reto del próximo pontífice?
Algunos piensan que basta con ofrecer a Dios algunas expresiones de religiosidad, pero que puede haber sectores de la vida que legítimamente puedan desarrollarse prescindiendo de Dios y del evangelio. Todo eso es signo de fragilidad de la fe y a remediarla apuntan los esfuerzos de formación, de catequesis, de conocimiento de las Sagradas Escrituras y, en forma muy especial, del ejercicio de la oración en todas sus formas, si en la predicación se anuncia en su integridad el misterio cristiano. Es preciso examinar si la celebración de la sagrada Liturgia, y especialmente de la Santa Misa, ocupa realmente el centro de la vida eclesial.
En días pasados los cardenales parecieron coincidir en la necesidad de cambiar la Curia Romana, ¿una reforma sería posible?
En el campo de las estructuras cabe preguntarse si no existe un exceso de burocracia, si no se multiplican reuniones innecesarias, si tenemos realmente un estilo sobrio y austero, si los recursos materiales de la Iglesia se emplean responsablemente, etcétera. Es posible que la misma Curia Romana necesite ajustes que la hagan más eficiente, más penetrada por el espíritu de servicio, y más ajena a un modelo de “carrera” en su papel de colaboración con el Papa, el “servidor de los servidores de Dios", según el bello título que se atribuyó el Papa San Gregorio I, Magno, a fines del ya lejano siglo VI. Son los santos quienes mejor han comprendido y vivido el verdadero sentido de la vida y la esencia de la eclesialidad y todos ellos, sin excepción, fueron hombres y mujeres de oración.