(RV/InfoCatólica*) “La generación de un hombre jamás podrá ser reducida a la reproducción de un nuevo individuo de la especie humana, así como ocurre con cualquier otro animal. Cada aparición en el mundo de una persona es siempre una nueva creación”.
Benedicto XVI ha recodado con estas palabras un límite que la exuberancia de la ingeniería genética le cuesta respetar, reconociendo que el progreso de las ciencias biológicas ha producido conocimientos que consienten “una más eficaz y precoz diagnosis de las enfermedades genéticas”, pero también la individualización de “terapias destinadas a aliviar el sufrimiento de los enfermos y en algunos casos incluso a restituirles la esperanza de adquirir de nuevo la salud”.
Sin embargo, el lado oscuro de la medalla está representado -dice el Santo Padre en los “riesgos de la eugenesia”, o de la selección de la raza, una práctica -ha dicho- que ha visto ya “en el pasado poner en práctica formas inauditas de autentica discriminación y violencia”: “A pesar de esto aparecen también en nuestros días preocupantes manifestaciones de esta práctica odiosa que se presenta de distintas maneras. Cierto, no se proponen ideologías eugenésicas y raciales que en el pasado han humillado al hombre y han provocado grandes sufrimientos, pero se insinúa una nueva mentalidad que tiende a justificar una diversa consideración de la vida y de la dignidad personal sobe el propio deseo y sobre el derecho individual.
“En otras palabras, ha proseguido Benedicto XVI, se tiende a privilegiar las capacidades operativas la eficacia, la perfección y la belleza física, en detrimento de otras dimensiones de la existencia no retenidas como dignas. De esta manera se debilita el respeto debido a cada ser humano, también en presencia de un defecto de su desarrollo o de una enfermedad genética que podrá manifestarse en el curso de su vida y son penalizados desde la concepción aquellos hijos cuya vida se juzga como no digna de ser vivida”.
Lo que debe confirmase con fuerza -ha expresado el Santo Padre- es la dignidad de todo ser humano por el mismo hecho de haber venido a la vida. El desarrollo biológico, psíquico, cultural o el estado de salud no pueden convertirse en elemento de discriminación. Al contrario es necesario consolidar la cultura de la acogida y del amor que testimonian concretamente la solidaridad hacia el que sufre, derribando las barreras que muchas veces la sociedad levanta discriminado a los minusválidos y a quien está afectado por patologías o peor aun seleccionando y descartando la vida en nombre de un ideal abstracto de salud y de perfección física.